La Feria

Querétaro: expertos en narcoseries

Los terribles ataques del crimen organizado quedarán en un asunto de cárteles propio de una narcoserie, y en una sociedad insensible a tragedias inhumanas.

Se ha vuelto deporte nacional explicar (es un decir) eventos criminales en un lenguaje que deshumaniza la tragedia.

Cuando ocurre algo terrible, como el salvaje ataque en el bar Los Cantaritos en Querétaro capital, la reacción gubernamental, pero también de parte de la opinión pública, tiende a enmarcar esos hechos en una lógica parecida a la de un guion de narcoserie.

“Iban por una persona”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum el lunes, cuando en la mañanera pidió esperar a que fuera martes para abordar con el gabinete de seguridad que, en efecto, ayer la acompañaría en la conferencia de Palacio Nacional.

“Iban por una persona”, esa frase en voz de la autoridad más importante del país se convirtió inmediatamente en un titular en las redes sociales, y al día siguiente en la prensa escrita.

Cuatro palabras que dicen mucho. Para empezar, relativizan la inconmensurable tristeza que varias familias padecían desde la noche del domingo porque “otras personas” perdieron la vida en el ataque, y “otras personas” (una docena) tuvieron que ser hospitalizadas.

La de Querétaro no es la única matanza del naciente sexenio. Un par de días antes, para no ir más lejos, en Chilpancingo se encontraron once cuerpos.

En el caso de Guerrero la versión de las autoridades es similar al “iban por una persona”: el secretario de la Defensa, Ricardo Trevilla, ayer en la mañanera dijo: “¿Cuál es el origen de esta violencia (en Guerrero) que se ha desatado? Pues es la confrontación entre grupos locales”.

Esa frase tiene variaciones. Por ejemplo, “es una rivalidad entre dos células delictivas”, declaró ayer Omar García Harfuch, secretario de Seguridad sobre el ataque de Querétaro.

De manera legítima la prensa quiso saber este martes información oficial sobre los atacantes en el bar de Querétaro. García Harfuch reconoció que los grupos sospechosos de la confrontación son el Jalisco y Santa Rosa de Lima.

Entonces, los expertos pueden ir a su cartografía del crimen y apuntar este atentado donde los segundos habrían ido por “una persona” de los primeros.

Las autoridades no pasan de una narrativa donde uno de los vértices es el grupo criminal “X”, otro el grupo rival “Y” y, desde luego, el “gobierno justiciero”, que sería el vértice “Z”.

¿Qué falta en ese triángulo? Las víctimas. Personas con nombre y familia que nada tienen qué ver con grupo alguno y que viven y mueren en la desprotección.

En las narcoseries se llega a dar el caso de que una víctima logra tener identidad, o cierto protagonismo. Pero en general, todos lo sabemos, se privilegia a personajes que despiertan el interés de las audiencias.

La serie descansa en ‘el criminal’, ‘el gobernante corrupto o negligente’, por ahí uno que otro ‘héroe de las Fuerzas Armadas o policiales', un/a periodista ‘valiente o inconsciente’ y, desde luego, una serie de actores de reparto: las víctimas y sus familias.

Es claro que las series quieren vender, y que la gente normal, de carne y hueso, poco ayuda en ese propósito.

Pero que autoridades y sociedad hablen prioritariamente del ‘cártel X' o el ‘cártel Y', de que “iban por una persona”, no sólo no es normal, sino que nos aleja de la paz.

Si no nos duelen personas fallecidas porque alguien se cree capaz de matarlas sin más; si esas víctimas no nos movilizan; si no provocan que la Presidenta hable de ellas con nombres y apellidos, no en estadísticas, y se comprometa con sus familias a hacer justicia, todo quedará en un asunto de cárteles propio de una narcoserie, y en una sociedad insensible a tragedias inhumanas.

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