Un mes después del primer año del sexenio, el horizonte perfila tiempos difíciles y demanda no sólo temple, sino también claridad y determinación por parte de la jefa del Ejecutivo.
Varios capítulos del legado recibido están haciendo crisis y, aun cuando hay resistencia oficial a reconocerlo y asumirlo, obligan el repliegue y la rectificación. Esos tiempos hablan no de transformación, sino de preservación y sugieren una estrategia defensiva, no ofensiva. Negarlo puede llevar a una policrisis. La circunstancia insta a actuar con rapidez en el frente interior y exterior.
Ante esa esa circunstancia, el tic-tac del reloj sexenal reverbera como una cuenta regresiva. ¿Qué se quiere, administrar una cauda de problemas o ensayar un gobierno, pese a la adversidad? Ante esa disyuntiva se halla la presidenta Claudia Sheinbaum. Quedarse en medio no es opción.
...
En estos días la atención se concentra en la equívoca reacción presidencial ante el condenable asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, que puso en evidencia la crisis en materia de seguridad no sólo en Michoacán. Empero, si se mira el cuadro completo no es ese el único problema que hoy encara el gobierno y desafía su viabilidad.
La prisa y el mal cálculo con que el anterior gobierno sentó las bases de la llamada transformación están dejando ver sus filos. La fragilidad de la economía y su contracción avisan del peligro de una recesión y, sobra decirlo, sin crecimiento será en extremo difícil sostener la política de bienestar social o el pretendido desarrollo compartido. Creer que esa situación no es óbice para sostener el gasto social y, a la vez, continuar o emprender proyectos sin garantizar el retorno de la inversión, es buscarle tres pies al gato.
Sin duda, la política comercial del poderoso vecino del norte es parte del motor de la incertidumbre que frena aquí la inversión. Sí, pero no puede negarse un hecho. A la falta de certeza también la nutren muchas de las acciones políticas y económicas emprendidas por el anterior gobierno y continuadas por el actual. Las posturas –por no decir, críticas o quejas– expresadas la semana pasada por empresarios e inversores privados y dependencias oficiales de Estados Unidos sobre las políticas petrolera, eléctrica, judicial, aeronáutica, económica y fiscal de México anticipan la presión a ejercer al renegociar el tratado comercial.
Probablemente, el peso y la sombra del liderazgo del antecesor con su legión de guardianes y operadores, impidió a la presidenta Claudia Sheinbaum rectificar o limitar muchos de los pendientes encargados por el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, una cosa es que los intereses privados o públicos estadounidenses tomen a México por piñata y otra que el gobierno nacional cuelgue al país para que le den. Urge mandar señales de rectificación.
Asimismo, el efecto provocado por la reforma judicial apremia a considerar si se está en condición de impulsar la reforma electoral. Si a la duda de la vigencia del Estado de derecho se agrega la sospecha del debilitamiento de la democracia, el cóctel sabrá a veneno.
...
Delicado el cuadro económico, la presión interna y externa por la crisis de inseguridad tiene en vilo a la soberanía. Por si ello no bastará, esa calamidad tiende a convertirse en el catalizador del malestar social acumulado y la polarización política.
En cuanto a la soberanía se refiere, es imposible defenderla sin tener dominio ni control de ella. Entre el reclamo estadounidense y el clamor nacional exigiendo actuar con decisión contra el crimen, el gobierno encontró espacio para rectificar el desastre dejado por las administraciones anteriores, incluida la de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, la velocidad del giro resulta insuficiente ante el avasallamiento de la realidad e impide valorar si la estrategia adoptada es de corto y, además, de mediano y largo alcance; si es reactiva o proactiva; si obedece una política institucional o al arrojo del titular de la Secretaría de Seguridad.
Se ha obsequiado de distintos modos el reclamo y se ha aliviado en algo el clamor, pero la presión aumenta. Los bocadillos entregados a Estados Unidos le han abierto el apetito interventor, y los capos, mandos y operadores criminales detenidos no han significado aún un cambio sustancial al interior. Si se conjugan el reclamo y el clamor sería terrible.
Esa realidad explica por qué el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, desató una ola de indignación que puede convertirse en el catalizador de otros malestares sociales y llevó al extremo la confrontación, particularmente, en el Congreso, sitio donde la clase política de diestra y siniestra exhibió la pobreza extrema del parlamento.
Imaginar que por cada entidad donde la inseguridad engendre olas de hartazgo social se elaborará un plan estatal, conducirá a contar con muchos planes sin una estrategia nacional.
...
Si como la presidenta Claudia Sheinbaum dijo el cinco de octubre pasado, “no llegamos al gobierno sólo para administrar, llegamos para seguir transformando”, ahora está impelida cuando menos a preservar y estabilizar.
El horizonte insta a tomar decisiones a fin de garantizar un mínimo de estabilidad y conjurar el peligro de una debacle. Ello supone salir de los secretarios, legisladores y dirigentes que no responden a ella, sino a su antecesor, así como a corregir aquellas políticas o programas que no sólo no funcionan, sino comprometen la viabilidad de este gobierno.
No se trata de romper con el antecesor y su séquito de operadores y guardianes, sino de rectificar y asumir que sin cimientos firmes es imposible echar un segundo piso. Se trata de anteponer el interés nacional y ceñirse bien al pecho la banda tricolor.