Estrictamente Personal

Claudia no entiende a Donald

Donald Trump le tiene tomada la medida a la presidenta. Claudia Sheinbaum, en cambio, no parece entenderlo, ni su gobierno ha decodificado lo que está sucediendo en la relación bilateral.

La presidenta Claudia Sheinbaum parece estar preocupada por la revelación la semana pasada de que el presidente Donald Trump había firmado una directiva secreta para que el Pentágono empiece a utilizar la fuerza militar contra los cárteles de las drogas latinoamericanos que considera organizaciones terroristas. Las revelaciones en la prensa no identificaron los primeros objetivos, pero si se toma como referencia el decreto firmado por Trump el 20 de enero, son seis mexicanos -Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, Noreste, del Golfo, la Nueva Familia Michoacana y Cárteles Unidos–, y uno venezolano –Tren de Aragua–.

Sheinbaum respondió a las revelaciones de manera desinformada, y dijo que ya sabía que eso vendría –lo que no parece ser cierto–, y que se refería a acciones sólo dentro del territorio estadounidense –lo que definitivamente es mentira–. La directiva, que no fue negada por la Casa Blanca, autoriza operaciones militares en el mar y territorio extranjero contra los cárteles. Desde que trascendió el viernes la orden de Trump, Sheinbaumn ha expresado su rechazo a ese tipo de acciones.

Su posición es la correcta. Es inadmisible una acción unilateral de cualquier país, pero el problema es que ya sucedió y no hizo nada más que parlotear. La más delicada fue que la CIA ha realizado durante su gobierno operaciones encubiertas con drones sobre el territorio mexicano para recolectar información de los cárteles, de lo cual se enteró Sheinbaum por la prensa. Eso también fue una violación a la soberanía mexicana, y no hizo nada al respecto: ni una nota al Departamento de Estado, ni pedir explicaciones al embajador estadounidense en México, ni llamar a consultas al suyo. Se lo hicieron y se lo tuvo que tragar.

Trump le tiene tomada la medida. Sheinbaum, en cambio, no parece entenderlo, ni su gobierno ha decodificado lo que está sucediendo en la relación bilateral. En un reciente análisis estratégico que escribió Caroline Hammer, experta en seguridad global de la consultora Stratfor, que desde hace 20 años ha dado un seguimiento puntual a los cárteles de las drogas mexicanos y su evolución, asegura que hay un rompimiento en las relaciones diplomáticas entre ambos países y un escalamiento en Estados Unidos hacia una acción militar unilateral.

Hammer dice que desde el nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado, la relación con México ha tenido una erosión diplomática acelerada. A Rubio lo veían en el gobierno de Sheinbaum como la parte moderada de la administración Trump. Ignoraron, por alguna razón extraña, pero que habla muy mal del gobierno, que es considerado un “halcón” de la seguridad nacional, y que desde su posición como senador acusó al expresidente Andrés Manuel López Obrador de haberse rendido ante los cárteles de las drogas y servir como un “apologista de las tiranías” en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

De acuerdo con Hammer, Rubio es el artífice de haber impulsado una estrategia de “máxima presión” contra el gobierno de Sheinbaum, con el narcotráfico como el eje para justificar acciones coercitivas. Nota, como se ha observado en México, que no ha querido visitar a Sheinbaum en Palacio Nacional, como tampoco ha hablado con ella por teléfono. Igualmente ha bloqueado las gestiones de los funcionarios mexicanos que han ido al Capitolio en busca de aliados, para dejar claro, agrega, que el único interlocutor válido es la Casa Blanca, pero bajo condiciones impuestas en Washington.

Rubio ha sido pieza instrumental en que la vía diplomática con México se cancele. Las reuniones del diálogo de alto nivel de seguridad se suspendieron desde marzo de este año, cuando el gobierno mexicano se negó a incluir a las Fuerzas Armadas en operaciones conjuntas contra el crimen organizado. De igual manera, los grupos de trabajo interagencias fueron reducidos a intercambios técnicos mínimos, mientras que la cooperación en inteligencia se mantiene en niveles marginales por la desconfianza. No sorprende, en este contexto, que el acuerdo en aranceles y seguridad que dijo Sheinbaum a finales de julio que era “inminente” y que ya existían los documentos base para firmarlo, siga en el aire.

Hammer señaló que la combinación de los factores –que incluyen la falta de una reunión personal entre Sheinbaum y Trump–, son consistentes con un proceso de legitimación previa a una acción unilateral, diseñado, agrega la analista, para demostrar ante la comunidad internacional que todas las vías pacíficas fueron intentadas sin éxito. La reflexión informada corresponde con las crecientes presiones realizadas por funcionarios estadounidenses para que Sheinbaum actúe contra políticos y funcionarios de Morena, sobre quienes tienen indicios de su vinculación con los cárteles.

En su análisis, difundido el mismo día en que The New York Times reveló la existencia de la directiva secreta –confirmada por el resto de los principales medios de Estados Unidos–, Hammer señaló que en términos operativos, el Pentágono y el Comando Norte –responsable de las acciones militares con México–, habrían completado los escenarios de intervención de precisión contra objetivos de alto valor, trazado los mapas de rutas logísticas y bases temporales en territorio fronterizo estadounidense –tienen al menos dos, con regimientos esperando luz verde para actuar–.

Desde finales de su gobierno, López Obrador decía a sus colaboradores que si Estados Unidos intentaba ir a capturarlo, habría un levantamiento armado. En el diagnóstico de Palacio Nacional añadían que ante una intervención directa, habría resistencias porque “el pueblo”, aseguraban, “se levantaría”. Hammer dijo que el Pentágono ha corrido los escenarios de simulaciones de respuesta mexicana, aunque a diferencia de lo que piensa el expresidente, sus proyecciones preveían una resistencia limitada y contenible.

El cálculo estadounidense, revelado por Hammer, basado en la experiencia de operaciones en Panamá (1989), Pakistán (2011) y Siria (donde hubo acciones selectivas), era que el costo diplomático será absorbible, especialmente si se enmarcaba en la “lucha contra el terrorismo”, que la reacción internacional sería mayormente verbal, sin consecuencias de fondo para Washington, y que el impacto político en Estados Unidos sería positivo en sectores clave del electorado republicano. En México, probablemente habría un sector de la sociedad, sobre todo la más afectada por el control de los cárteles, que aplaudirían.

La visión en el gobierno de México sigue siendo que Trump blofea. Es una posibilidad, pero también, la opuesta, debería estar en sus escenarios.

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