Estrictamente Personal

La bomba de Adán Augusto

‘El problema de Adán Augusto no está sólo afuera del régimen, sino adentro, donde la furia y los ajustes de cuentas los estamos empezando a ver’.

El momento por el que atraviesa Adán Augusto López tiene como detonante la persecución de su exsecretario de Seguridad en Tabasco, cuando fue gobernador, por ser parte de la estructura criminal del Cártel Jalisco Nueva Generación. La furia descargada contra él no es proporcional al hecho, de sí extraordinario, lo que permite plantear como una hipótesis de trabajo que detrás de todo hay una lucha de poder dentro del régimen, no para disputarle el liderazgo a Andrés Manuel López Obrador, sino para evitar que construya una dinastía desde Palenque.

No es una paradoja que la sacudida en el régimen esté siendo provocada por la dureza del presidente Donald Trump contra los gobiernos de Sheinbaum y López Obrador, porque los cambios en el mundo suelen ir acompañados de factores externos, que galvanizan factores internos. Estos los representa la oposición, pero no fuera, sino dentro del régimen. El anuncio del final de su vida pública de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, sugiere que quiere salir del campo de tiro estadounidense. El bajo perfil de otros, como Andy, Andrés López Beltrán, el hijo del presidente emérito, no puede desasociarse del mismo contexto.

Adán Augusto es realmente el hombre fuerte en Morena, porque así lo decidió López Obrador. En el Senado hace mancuerna con Alejandro Esquer, la correa de transmisión de López Obrador con el coordinador de la bancada, quien es su operador de campo. Su influencia va más allá del Senado y entra al corazón de Morena. Fue él quien detectó la posibilidad de que, si Andy llegaba a la presidencia del partido, iba a generar divisiones, por lo que propuso fuera a la Secretaría de Organización.

También fue Adán Augusto quien lo apoyó en las recientes elecciones en Durango, con operadores de campo. Los gobernadores de Morena cumplieron con el dinero que les pidieron y los enviados del senador trabajaron como se les pidió, pero la militancia del partido realizó una huelga de brazos caídos para evitar que Andy se colgara una victoria y se fortaleciera.

La señal era clara: no quieren que Andy siga escalando peldaños de poder que pudieran llevarlo a la candidatura presidencial en 2030, porque, en las condiciones actuales de Sheinbaum –con la espada de Damocles de la revocación de mandato, sin control de las cámaras ni de los gobernadores–, no sería la presidenta quien pudiera decidir su sucesión, sino López Obrador. Pero una cosa es tenerlo como el caudillo del movimiento, y otra que convierta el poder en un coto personal. Puede haber un proyecto compartido –como lo fue el neoliberalismo priista–, pero no un poder tutelado.

Adán Augusto es, en estos momentos, el principal facilitador del poder tras el trono. Forma parte de un grupo selecto donde están otros obradoristas, Monreal y la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, que se reúnen regularmente con miembros del equipo de la presidenta para ir armando lo que le llaman las “redes claudistas”. Parece un apoyo a Sheinbaum, pero en la práctica todo sugiere un timo a sus leales. Las redes se inspiran en el modelo del expresidente Carlos Salinas con el Programa Solidaridad, que copió López Obrador con los Servidores de la Nación, y continuó Andy con el reclutamiento de militantes y la progresiva absorción del PT y el Partido Verde, para crear una maquinaria política por encima de Palacio Nacional.

De esta manera, las tribulaciones por las que atraviesa Adán Augusto no se acotarían a él, de haber consecuencias mayores, sino tendría ramificaciones más allá del Grupo Tabasco que encabeza –una amalgama de políticos y empresarios en Tabasco y Chiapas, que están financiando precampañas en otras partes del país, principalmente Chihuahua– y en parte de la jerarquía de Morena, en especial la que está relacionada con el hijo de López Obrador.

El entramado que ha construido el senador incluye un aspecto crítico que no se ve. Adán Augusto tiene bajo su control el mayor número de delegaciones de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes en los puertos, que se encarga de establecer políticas y normas, pero, sobre todo, supervisa a las Administraciones Portuarias Integrales, las APIs, que gestionan los puertos y las terminales. La Secretaría de la Marina se encarga de la seguridad, vigilancia y supervisión para que se apliquen las normas.

En los puertos es donde se han llevado a cabo varios de los más importantes golpes al contrabando de combustible, en donde los volúmenes decomisados han sido cuantiosos y sorprendentes, pero no tanto como el hecho de que el número de detenciones y vínculos haya sido tan reducido y de bajo perfil. El huachicol es un delito que está vinculado, de acuerdo con investigaciones en Estados Unidos y México, a un sector de Morena que estuvo ligado con operadores electorales de López Obrador, que permanecen sin ser molestados por las autoridades. En el marco de este crimen se encuentra también el huachicol fiscal, cuyas indagaciones conectan con funcionarios que también trabajaron en el gobierno anterior. Esto sólo podría explicarse porque las APIs y sus supervisores son como un queso gruyère por donde se cuela todo, o existe una influyente red de complicidad institucional.

Este brazo de poder de Adán Augusto, teniendo o no responsabilidad en los delitos que se cometen en esa área del gobierno federal –el secretario del ramo, Jesús Esteva, es incondicional de Sheinbaum–, tiene un impacto en las finanzas de un sector de Morena, que, ante los golpes del gobierno, el financiamiento ilegal está viendo limitada su capacidad de operación, de acuerdo con personas que conocen de estas.

Son varios los vasos comunicantes estratégicos de Adán Augusto con el proyecto obradorista de largo plazo, que se ha puesto en riesgo por el caso de Hernán Bermúdez Requena, su exsecretario de Seguridad, que ayudan a entender el arropamiento que ha tenido el senador de los líderes de Morena y el interés en desviar la atención pública hacia otro lado para dejar que se desvanezca. Sin embargo, es difícil que desaparezca. El problema de Adán Augusto no está sólo afuera del régimen, sino adentro, donde la furia y los ajustes de cuentas los estamos empezando a ver.

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