Estrictamente Personal

Tabasco: conflicto en casa

Javier May hizo la primera denuncia contra sus dos predecesores, pero sin que tuviera eco en Palacio Nacional. Como ha sido estrategia del régimen, la violencia en la que se encontraba Tabasco se normalizó políticamente.

Que a nadie le quede duda: la profunda crisis en la que se encuentra el aún coordinador de Morena en el Senado, Adán Augusto López, por la designación como secretario de Seguridad en Tabasco de su amigo de tres décadas, prófugo de la justicia y acusado de haber sido el presunto líder del crimen organizado cuando gobernó, es culpa directa de Andrés Manuel López Obrador, quien pensó que una vez fuera de la Presidencia, podría seguir manejando todos los hilos del poder.

La sobrestimación de sus capacidades lo tiene también a él como un daño colateral de este nuevo episodio de la narcopolítica en Morena.

López Obrador ignoró el deseo de Adán Augusto, en cuya casa vivió cuando regresó de Veracruz donde su madre lo escondió por una tragedia familiar en Macuspana, y le entregó la gubernatura a uno de sus enemigos, Javier May, que lo acompañó en sus luchas políticas en Tabasco desde los 80 hasta Palacio Nacional, y cuya facción se enfrentó con el senador, que llegó tarde al movimiento.

May llegó a la gubernatura el mismo día que López Obrador dejó la Presidencia, y pronto empezó a pedir cuentas al exgobernador y a quien lo sustituyó, Carlos Merino, por haber permitido que el crimen organizado se asentara en el estado.

May tenía razones para indignarse. Recibió un estado con un incremento de 308% de homicidios dolosos, preámbulo de un cambio de poder –y de grupo político–, donde los acuerdos con las organizaciones criminales, quedó claro, no se renovaron. López Obrador no estaba al margen de lo que sucedía. Siempre negó que hubiera vínculos de los exgobernadores con el crimen organizado, y en vísperas de concluir su sexenio, comprometió a su sucesora a no actuar contra 10 cercanos, para quienes sugería inmunidad e impunidad. La lista la encabezaba Adán Augusto; le seguía Octavio Romero Oropeza, quien era el jefe de la facción donde estaba May, y poco más abajo figuraba Merino, el gobernador sustituto.

Tres meses después de asumir la gubernatura, May hizo la primera denuncia contra sus dos predecesores, pero sin que tuviera eco en Palacio Nacional. Como ha sido estrategia del régimen, la violencia en la que se encontraba Tabasco se normalizó políticamente. La protección de López Obrador fue finita.

La Fiscalía General de Tabasco no interrumpió las investigaciones contra el exsecretario de Seguridad Hernán Bermúdez Requena, a quien Adán Augusto nombró y Merino ratificó, pese a un historial de vínculos con el crimen organizado que se hicieron públicos en 2023, cuando salieron a la luz miles de correos electrónicos de la Secretaría de la Defensa, hackeados por el grupo Guacamaya, que lo identificaban como líder de La Barredora, el grupo criminal dominante en Tabasco, que estaba ligado al Cártel Jalisco Nueva Generación.

En febrero se filtró en la prensa que había una orden de aprehensión contra Bermúdez Requena, pero lo que debió haber detonado un escándalo por su relación con Adán Augusto, pareció perderse en el olvido ante el silencio de las autoridades federales y las presiones para que nadie lo confirmara en Tabasco.

La semana pasada, sin embargo, de la nada, el general Miguel Ángel López, que asumió en febrero la comandancia de la 30 Zona Militar, que se encuentra en Villahermosa, confirmó lo que se mencionaba mucho sin poderse verificar, la orden de aprehensión contra Bermúdez Requena. Sheinbaum trató aparentemente de apagar el fuego, justificando que no se había perseguido antes porque no había pruebas, sin aclarar por qué si existía la orden de aprehensión no se procedió.

Cuando la pequeña piedra que lanzó el general López se convirtió en avalancha, la presidenta fue esquivando los golpes contra Adán Augusto hasta que no pudo huir más de la tormenta y la desvió: será él quien tenga que aclararlo, dijo.

El senador respondió al llamado de la presidenta, pero no aclaró nada sobre si conocía o no los andares de su amigo de 30 años buscado por la justicia. Informó, a manera de justificación, cómo los índices de violencia habían bajado durante su administración, sin tomar en cuenta nuestra realidad criminal: cuando hay territorios en disputa, como fue Tabasco por años –y regresó a ese status–, sube la violencia; cuando un grupo se impone, llega la tranquilidad. Es la llamada pax narca.

En Palacio Nacional dan la impresión de que se quiere mantener la protección pedida por López Obrador, pues el propio senador reveló el viernes que no lo han llamado a cooperar en la investigación. Adicionalmente, Merino, que se encuentra en la misma situación de Adán Augusto, es parte del gobierno de Sheinbaum, como director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, que hasta donde se sabe, tampoco ha sido molestado por las autoridades para que declare sobre el caso.

Esos citatorios tendrían que haber sido un procedimiento normal para deslindar responsabilidades, pero el camino que ha seguido con ellos el gobierno es similar al del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, imputado por el exjefe del Cártel de Sinaloa de complicidades con el crimen organizado, y envuelto en un manto de impunidad. En estos dos casos, los caminos siempre llegan a Palenque, lo que explicaría esta obstrucción de la justicia desde el poder, aunque hay una diferencia sustancial inocultable.

Adán Augusto le peleó la candidatura presidencial a Sheinbaum, y su papel en el Senado fue una imposición del presidente emérito López Obrador. El senador no le responde a Sheinbaum, que ha tenido muchas dificultades para que aprueben iniciativas de ley de acuerdo a los intereses de su gobierno, y en privado ha comentado su impotencia para poderlo remover.

La presidenta puede seguir apoyándolo en público, endulzándole el oído a López Obrador, pero al mismo tiempo ha dejado que las cosas fluyan, debilitándose progresivamente el rol político del senador.

Hay márgenes para que este escándalo se encapsule en los exgobernadores, sin que llegue incluso a Palenque, pero estas dinámicas no pueden preverse con precisión, como tampoco la posibilidad de que Bermúdez Requena, viendo cómo soplan los vientos del norte, busque ser testigo cooperante en Estados Unidos, lo que quizás cambiaría la profundidad del hoyo negro que está mostrando este conflicto en casa.

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