La actual administración en Estados Unidos ha traído una serie de impactos brutales –esperados y no esperados– en las ciudades mexicanas de la frontera norte. Lo más visible es la falta de migrantes y la gran presencia policiaca, incluso militar.
En una visita reciente al albergue más concurrido de Tijuana –que se presume es el más grande de toda América Latina–, Embajadores de Jesús, un equipo de investigación de nuestro Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California, San Diego, pudimos percatarnos de grandes cambios en las dinámicas de ese recinto.
De entrada, no reconocí la calle de Embajadores de Jesús. Ya no es terracería; es una amplia calle pavimentada de dos sentidos y cuenta con buenas banquetas de concreto. El día ayudaba: esplendoroso y soleado, con un cielo totalmente azul.
Esperamos al líder y constructor del albergue, el pastor Gustavo, en el templo principal. Nos sorprendió la limpieza y el orden. Ya no había literas para el exceso de familias migrantes. Aún colgaba un enorme cartelón festejando 15 años del albergue. El espacio es enorme, una especie de rectángulo con cerca de 40 metros de largo por 35 de ancho. Techos muy altos, fácilmente de cuatro o cinco metros. Somos unas chinches en medio del templo, con un gran estrado en cuyo centro está una batería completa con platillos brillantes, como en exhibición, para la música de los servicios religiosos.
Gustavo no nos hizo esperar. Muy sonriente y pulcro, fornido y rebosante de energía con su guayabera oscura, nos hizo sentarnos y sentirnos bienvenidos. Nos explica que está cerrada la frontera:
-Ni con pollero pasas. Están engañando a la gente. Crúcense ahora e inmediatamente los deportan.
Embajadores de Jesús, aparentemente el mayor albergue para migrantes en América Latina, llegó a alojar hasta cerca de dos mil 500 migrantes en el pico de 2023. Ahora es una especie de santuario migrante donde habitan unas 600 personas. Nos explica Gustavo que se construyeron siete casas para familias que decidieron quedarse permanentemente en Tijuana. En una vive una familia con nueve miembros.
-Tenemos gente de todos lados: Michoacán y Guerrero, El Salvador, Guatemala, Honduras, Venezuela, Colombia y Haití, entre otros países.
La mayoría se va a trabajar a las maquilas, pero para los que no tienen movilidad o para las señoras con hijos, hay una nueva empresa productora de ajo que da empleo en el albergue. Efectivamente, en los escalones de la entrada, donde cuelgan banderas de muchas naciones que celebran la pluralidad de las naciones de origen de quienes viven en el albergue, había un nutrido grupo de señoras y dos o tres varones mayores, todos pelando o sorteando ajos.
-¿De dónde eres, paisana? –le pregunté a la que estaba hasta arriba, y cada una nos fue dando su lugar de origen como si pasáramos lista: Michoacán, Guerrero, Colombia, El Salvador y Guatemala.
Se les notaba contentos. El sol estaba calentando la mañana. Aparentemente, la paga es buena y no ocupan gastos de traslado.
Después de los ajos, Gustavo nos lleva a la casa contigua, donde vivía el come haitianos (un señor al que no le gustaban los haitianos y por eso le vendió su casa a Gustavo). Ahora es el centro de educación temprana –niños de dos a cuatro años– y para enseñar a papás a ser papás. El lugar es agradable: jardín arbolado y con muchas flores. La construcción es ancha y de dos pisos. En ambas entradas hay unos tapetes muy grandes de tela para asegurar el aseo interior. Como en un hogar japonés, los zapatos de los niños y profesoras están a la entrada.
Al entrar se alborotaron los pequeñitos. Algunos conocen a Gustavo y lo abrazan. Están en clase de cocina, todos con su respectivo gorro cocinero para asegurarse de que no haya un cabello en una especie de pay de frutas que preparan: una rebanada de sandía en lugar de hojaldre como base, cubierta de yogurt con uvas, fresas y zarzamoras.
Después caminamos a la escuela que cubre educación primaria, secundaria y preparatoria. Tienen cerca de 180 alumnos y están coordinados con la Secretaría de Educación estatal para otorgar documentación oficial.
Visitamos un salón con avanzados de preparatoria. Aula bien equipada, con unos 25 pupitres y una pantalla grande plana de televisión en vez de pizarrón. Sorpresa: la maestra tenía proyectado un PowerPoint sobre los BRICS. No me resistí. Tomé la palabra y les expliqué la relevancia del grupo para la competencia estratégica entre China y Estados Unidos. Algo me entendieron y me dio para tener un breve diálogo con ellos. No hay duda de que les interesan los temas globales. Son migrantes y muchos de ellos han transitado por varios países.
Salimos gratamente sorprendidos de la transformación de Embajadores de Jesús. Se respira seguridad y una alegría especial en los colaboradores del pastor Gustavo, pues saben que están dándole viabilidad y dignidad a la vida de sus moradores.
Inesperadamente, las duras políticas de la Casa Blanca han transformado en un santuario migrante al albergue más numeroso de la frontera norte de México.