Apuntes Globales

Lecciones de las protestas en Los Ángeles

Se vienen tiempos difíciles y dolorosos en materia migratoria. La diplomacia de Sheinbaum va a requerir mucho temple y nuestra clase política más disciplina.

“Cuando la tiranía se convierte en ley, mi deber es la rebelión.”

Frase de Thomas Jefferson y la pinta de un joven mexicano-americano en un muro en Los Ángeles.

Los acontecimientos en Los Ángeles son pura política interna y electoral. Es un duelo entre el presidente Donald Trump y el gobernador de California, Gavin Newsom. Para el primero, se trataba de “mantener la ley y el orden” en una ciudad “invadida por migrantes extranjeros” y, de paso, imponer su autoridad en el estado de la unión que más le resiste. Para eso mandó a la guardia civil y a los marines. Las manifestaciones y actos vandálicos le vinieron como anillo al dedo para un cambio de narrativa mediática. El sparring en turno dejó de ser Elon Musk y emergió el gobernador del estado más liberal.

Newsom, quien busca la candidatura presidencial del Partido Demócrata en 2028, aprovechó la ocasión para mostrarse como un político cercano al pueblo e incluso a los inmigrantes. Sobre todo, como un líder con agallas que puede enfrentar los excesos del residente de la Casa Blanca. Su discurso en contra de la administración Trump y sus declaraciones en contra de la política antiinmigrante se hicieron virales en las redes sociales.

La migración es el tema favorito de Trump 2.0. Es el terreno en que pisa más fuerte, políticamente hablando. La frontera abierta con México durante la administración Biden le facilitó enormemente regresar a la Oficina Oval y no quitará el dedo del renglón. Se ha dicho que fue Stephen Miller, el número dos del staff de la Casa Blanca y el cerebro de la política migratoria de Trump, quien causó los acontecimientos en Los Ángeles, la ciudad donde creció. Hace unos días, visitó la Secretaría de Seguridad Interna (Homeland Security Department), donde arengó a los agentes de migración (ICE, por sus siglas en inglés): “Se requieren tres mil arrestos diarios de migrantes. Sólo así se llegará al millón de deportaciones que se prometió en campaña. Hay que ir por ellos a Home Depot, al Seven Eleven y al supermercado”.

Las redadas en los lugares de trabajo exacerbaron los ánimos de muchos jóvenes angelinos (residentes de Los Ángeles), quienes se manifestaron. A río revuelto, varios aprovecharon para hacer desmanes y realizar saqueos, municiones preciadas para la Casa Blanca.

Me recuerda mi amigo y colega David Ayón, exquisito conocedor de la política mexicoamericana, que en 1994 y 2006 se dieron importantes marchas de “resistencia” en Los Ángeles. Las de 1994 se originaron contra la Propuesta 187, un plebiscito popular que pretendía dejar sin servicios de salud y educación a los migrantes indocumentados. En esa ocasión, las marchas contaron con innumerables banderas mexicanas. No pasa desapercibido que, la Cancillería mexicana, a través del entonces subsecretario Andrés Rozental, tuvo un papel protagónico en esos movimientos. Era otro Estados Unidos, y los hechos, siendo de índole estatal, no tuvieron costos para la diplomacia mexicana.

En 2006, se organizaron marchas sin precedente, por su tamaño, en contra de la Ley Sensenbrenner, que aspiraba a una identificación nacional que incentivaría la discriminación hacia los mexicanos. En esa ocasión, los organizadores tomaron la decisión de no utilizar banderas ni de México ni de países centroamericanos. Sólo banderas con barras y estrellas para no ser acusados de “invasores”.

En las marchas de los últimos días, México estuvo presente. Se ondearon nuestras banderas y una declaración desafortunada de la presidenta Claudia Sheinbaum en referencia a los impuestos a las remesas –“si es necesario habrá movilizaciones”– fue sacada de contexto y nos puso en la arena.

La llamada “grande y hermosa ley” del presupuesto, que está por aprobarse en el Capitolio, otorgará 150 mil millones de dólares a las autoridades migratorias para fortalecer las capacidades de deportación.

Se vienen tiempos difíciles y dolorosos en materia migratoria. La diplomacia de Sheinbaum va a requerir mucho temple y nuestra clase política más disciplina.

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