Noviembre fue un mes cargado de contenido taurino. Las plazas vivieron grandes entradas; el público y el aficionado se manifestaron en los tendidos para defender la libertad, lo que somos: un país taurino que respeta a quien no siente esta cultura, pero que rechaza la imposición y la prohibición.
Ha sido un bálsamo para continuar la lucha, para terminar de convencer a quienes han decidido sin conocer, sin escuchar, solo por pagar algún favor. México es un país noble que requiere unidad, aunque pensemos distinto; la división y la injusticia son mortales en cualquier sociedad.
Tlaxcala, Pachuca, Aguascalientes, Guadalajara y Juriquilla han dado toros con éxito artístico y económico. Otras plazas menores también han vivido en libertad nuestras tradiciones. Sin embargo, una plaza emblemática como la de Ciudad Juárez padece la corrupción de jueces que contravienen decisiones tomadas con anterioridad y basadas en la ley y la justicia. Es una tristeza que la ciudad fronteriza, tan vapuleada por problemas de inseguridad, padezca a estos jueces corruptos, manipulados por intereses extranjeros de organizaciones cuyo único fin es prohibir e intentar erradicar nuestras tradiciones. No hacen nada de valor por la ecología.
Volviendo al toro, el efecto Roca Rey atiborra los tendidos de juventud y alegría. Cada tarde, en cada toro, sale a defender su sitio de máxima figura del toreo. Compartiendo cartel, toreros mexicanos de la categoría de Diego Silveti y El Payo han brillado a grandes alturas por su consolidado concepto; son un lujo de nuestra tauromaquia. Jóvenes como Isaac Fonseca, Diego San Román o Arturo Gilio no se han dejado ganar la pelea, dándonos grandes tardes de toros.
Tenemos nuevo matador de toros en Bruno Aloi, joven torero mexicano que comienza su carrera en las grandes ligas y despierta la ilusión de la afición para ocupar un sitio privilegiado en el mundo del toro. Alejandro Talavante volvió a hacer de las suyas: genial, auténtico, pletórico y artista. Indultó un buen toro de Xajay en Juriquilla el viernes pasado. Adivino que Emilio de Justo se está enamorando de nuestra fiesta, y es un torero que sin duda encaja en el gusto de nosotros los mexicanos.
Pero yo no puedo dejar de soñar con la manera de torear de Juan Ortega y la manera de embestir del toro Guantero, de Los Encinos, el domingo 23 de noviembre en la plaza Nuevo Progreso de Guadalajara.
He visto muchos toros; la faena de Ortega al bravo Guantero, sin duda, entra en los cinco momentos más intensos de toreo que he tenido el privilegio de vivir: estremecerme, ser feliz y renovar mis votos al toreo y a la bravura. Para colmo, lo pude hacer en familia: esposa, hijo y novia; amigos y semejantes tuvimos la oportunidad de experimentar la grandeza del toreo.
El toreo es magia, y no en cada tarde surge el milagro. Siempre hay algo que apreciar en un festejo, incluso aunque el toro falle o el torero no esté fino; el rito en sí es una lección de valores, orden y respeto.
Juan Ortega es un torero clásico. Torero de toreros. Un hombre que hubiese encajado en cualquier época del toreo por sus formas, su personalidad y su elegancia. Nació con la virtud de torear despacio, cualidad que ha asumido con responsabilidad y ha llevado a su máxima expresión para aplicarla a casi todos los toros, lo que ha incrementado su valor y confianza.
Ortega es lujo en el toreo; es ver andar a Manolete, citar a Paula, acompañar como Pepín Martín Vázquez, andarle a los toros como Pepe Luis y fundirse como Romero. Complejo es poner en palabras la emoción de su toreo. El ritmo, la belleza, la verdad y la sutileza en su colocación y muñecas son caricias a la bravura, lo que permite a los toros buenos ser aún mejores, llevarnos al éxtasis sensorial y a la plena felicidad de la sonrisa en los labios.
Juan Ortega es un torero para México. Por lo que escucho de su gente cercana, está enamorado de nuestra fiesta y de nuestra idiosincrasia taurina. Espero que en enero lo tengamos de nuevo. No deje de vivir una tarde de toros viendo a Juan Ortega. Deseo verlo en León, Guadalajara, Juriquilla y en todas las plazas donde sea programado. Créame: no se va a arrepentir de pagar un boleto.