La tauromaquia es arte. Afirmación que se sustenta sin posibilidad de objeción por la rotunda razón de que el toreo despierta emociones.
Eso es el arte, ya sea en las bellas artes como en otras actividades de la vida: lo que emociona es arte.
Para torear con arte se necesita total libertad de pensamiento, dar rienda suelta al sentimiento de entrega y unión con la embestida del toro, abandonar el cuerpo, olvidarse de él; que la técnica no sea la base del toreo, sino simplemente un medio a dominar para poder olvidarse de ella al torear.
Parece una contradicción, pero no lo es. Es sumamente complejo de comprender, y por eso no todos los toreros consiguen torear con arte. Se puede torear muy bien, pero sin arte.
Esta es la razón por la que, en los anales de la tauromaquia, existen grandes toreros, figuras de época; sin embargo, son pocos los que torean con arte. Incluso los toreros de arte —que no de pellizco ni de detalles, sino de arte— no están llamados a mandar.
Ellos tienen un sitio especial en el toreo, en el concepto de bravura y en el corazón de los buenos aficionados. Es un sitio difícil de llenar, porque con arte se nace: con gracia, con chulería, con genialidades dentro y fuera del ruedo.
Mencionaré solo a algunos: Belmonte, Chicuelo, Curro Puya, Pepín Martín Vázquez, Pepe Luis Vázquez, Gitanillo de Triana, Silverio Pérez, los Calesero, Curro Romero, El Callao, Manolo Cortés, El Pana, Guillermo Capetillo, José Rubén Arroyo, Mario del Olmo, Morante de la Puebla, Diego Urdiales, El Payo, Juan Ortega, Pablo Aguado y, desde luego, el recientemente fallecido Rafael de Paula, quizá el más inconsistente de todos, de muñecas privilegiadas, frágiles rodillas, pecho torero y porte gitano.
Todos ellos vivieron o viven sus trayectorias con la libertad de la independencia, esperando ser valorados por tener el don preciado de poseer arte al torear.
La emoción antes comentada llega en el toreo por distintos caminos: el peligro, el riesgo que asumen los toreros, el poder de la embestida del toro, la cantidad de muletazos en una tanda o lo cerca que se pasa el torero al toro por la cintura.
Cuando se torea con arte, la emoción además viene cargada de un sentimiento que llega a los tendidos, que provoca placer, alegría y satisfacción.
La estética en la composición del cuerpo del torero, sumada al volumen y la armonía en las hechuras del animal; el ritmo, la compleja sincronía en los movimientos entre ambos cuerpos; la sutileza de toques y posturas; la naturalidad y la firmeza del cuerpo.
Es casi imposible explicarlo, pero es relativamente sencillo sentirlo. Todo es felicidad. Esa unión entre toro y torero, en plena comunicación, suma al público al encuentro y se crea el arte que mantiene viva esta expresión cultural —que muchos no ven, lo siento por ellos—.
No se puede torear con arte sin tener libertad e independencia. El mundo del toro es complejo; sus reglas no escritas muchas veces no hacen sentido.
Sin embargo, los toreros de arte están ahí, dispuestos a esperar, seguros de nunca prostituirse ante el medio, siendo valientes fuera de la plaza para defender sus principios y su categoría.
El sábado pasado, en Juriquilla, vivimos una gran tarde de toros: una novillada que resultó ser un bálsamo de toreo.
La novillada de Santín tuvo calidad; de no ser por la espada, tanto Bruno Aloi como Andrés García habrían duplicado sus trofeos, aunque fue una tarde que no necesitó numeraria. Hubo arte.
Andrés García, desde niño, sueña con ser torero. Valor y cualidades siempre ha tenido. Ha cruzado el duro camino impuesto por su hermano El Payo en su formación. Se le ha exigido siempre mucho, quizá por encima de su momento como torero en crecimiento.
El sábado me ilusionó ver a un joven hecho torero. Delgado. Toreando con libertad, toreando con arte. Cualidad a la que debe mantenerse fiel ante el canto de las sirenas. Ninguna vereda en el camino del toreo es sencilla; la del arte, aún menos.
La baraja mexicana de buenos toreros aumenta. Es imperante ponernos serios: los empresarios —chicos, medianos y grandes— deben valorar y aprovechar la gran cantidad de toreros buenos que tenemos.
Es momento de fortalecer nuestra fiesta desde dentro.