La Fiesta Está Viva

Tierra brava

Genios del toreo soñaron en Tlaxcala lo que después crearon en las plazas: El Ranchero, El Callao, El Pana.

Innegable es la profunda relación entre la tauromaquia y Tlaxcala. Rotundo y evidente, el mestizaje de esta tierra brava ha dado frutos desde siglos atrás: un estado pequeño en extensión, pero grande en el valor de sus toreros y en la casta de sus toros.

Treinta y nueve ganaderías de lidia lo confirman. Generaciones de familias entregadas a la crianza del toro bravo en potreros únicos y majestuosos: árboles de musgo colgante, magueyes repletos de aguamiel, lienzos de púas artesanales, el verde elegante de las lluvias contrastando con el amarillo seco de los tiempos duros. Amaneceres grises que se funden con atardeceres anaranjados. Todo en calma, bajo el compás lento del ganado bravo: vacas, dueñas absolutas de sus potreros, sementales orgullosos, pelajes cárdenos y badanas que anuncian bravura.

Genios del toreo soñaron en Tlaxcala lo que después crearon en las plazas: El Ranchero, El Callao, El Pana. Toreros de oro y de plata, con mucha pasamanería y misterio, que nacieron en esta tierra y que llevaron en la sangre su idiosincrasia, su manera de sentir el arte y la bravura para expresarlo. Ponce de León, Miguel Villanueva, los Ortega, los Angelino, El Zapata, los Del Olmo, los García Méndez, los Zotolucos, Jerónimo, Sergio Flores y muchos más.

Hoy, novilleros como Juan Pablo Ibarra, Marco Peláez y Jesús Sosa nos hacen soñar con el futuro. Ellos representan la ilusión de nuevas generaciones para volver a llenar los tendidos de sus plazas: la Ranchero Aguilar —la más bonita de todas— en la capital; la Monumental de Apizaco, ya bajo el embrujo del Pana; la Taurina en Huamantla; la Wiliulfo en Apizaco; y todas aquellas de pueblos que celebran sus fiestas bajo el signo del valor y la bravura.

Tlaxcala es también el único estado que cuenta con un Instituto de Desarrollo Taurino (ITDT), organismo que ha trabajado siempre en la difusión, defensa y promoción de la tauromaquia, sin complejos, con valor y bravura.

Ya se han presentado los carteles de una de sus ferias: la de Muertos. Una celebración mestiza que refleja lo que somos como país: la unión de costumbres indígenas para venerar y recordar a quienes ya hicieron el paseíllo, con la fiesta taurina como eje.

El impulso al estado, sus costumbres y su esencia se nota en el trabajo conjunto del gobierno local, la Secretaría de Cultura y el Patronato de Feria. Este año, la feria tendrá un matiz internacional en sus cuatro corridas. Destaca especialmente la novillada inicial: un mano a mano sensacional entre dos jóvenes tlaxcaltecas cuya formación ha sido exigente desde la niñez, y que hoy son aspirantes serios a convertirse en toreros de importancia. Apenas torean sin caballos en España, y ahora lo harán con caballos en su tierra, en un festejo que me emociona particularmente, porque seré testigo del cumplimiento de un sueño de dos muchachos que no buscaron pretextos, asumieron su vocación, aceptaron los sacrificios y hoy son ya dos torerazos. Se los brindo: Juan Pablo Ibarra y Marco Peláez, quienes se medirán ante ejemplares tlaxcaltecas en novillada concurso.

Deseo que los ganaderos estén a la altura: en presentación, seriedad y, sobre todo, en la embestida de sus novillos. Será una feria con 100% de ganaderías tlaxcaltecas: una gran responsabilidad y un escaparate inmejorable para mostrar el concepto, la bravura y la casta de cada casa.

Una feria redonda. Siempre habrá toreros que la afición quiera ver y no estén presentes; es imposible programarlos a todos. Aun así, en mi opinión, esta es una feria bien armada por Feria Toro, RuedoTres y MDT.

Defendamos nuestra libertad, honremos lo que somos y llenemos la Ranchero Aguilar. Solo así, en 2026, ¿por qué no?, podremos sumar una novillada más con los frutos de la Copa Pana y otra corrida de toros. La clave está en el éxito dentro y fuera del ruedo.

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