Aguascalientes te vio nacer. México te vio crecer, desarrollarte y triunfar. No es fácil ser profeta en tu tierra; resulta complejo y, por momentos, inexplicable cómo quienes te encumbran porque lo mereces, porque lo has trabajado, te has dedicado, has sufrido sacrificios y te has jugado la vida, un día pueden darte la espalda, intentar desprestigiarte y hasta colgarse de tu fama para ser alguien.
Eso padecen muchas veces los toreros: seres admirables por su valor en una época de cobardes por miles en redes sociales y curules. Qué bien le haría a la sociedad abrazar los valores de la tauromaquia: el respeto, las jerarquías, los rituales y la verdad absoluta de la vida, que es la existencia de la muerte.
Sorpresivamente, el martes 12 de agosto, Joselito Adame, por medio de un comunicado, expresó que al día siguiente, en Huesca, sería su última tarde como torero, poniendo fin a una trayectoria de 26 años en los ruedos: desde el día en que debutó como becerrista hasta la semana pasada.
Olé, José. Para mí eres un triunfador de la vida, un gran torero, figura en México y un hombre que logró superar todos los retos que impone la profesión más dura del mundo: la de torero.
Arrollaste como niño torero. Tu precoz capacidad e intuición ante los novillos nos maravillaron. Tu forma de ser y tu juventud fueron aire fresco. Siendo aún adolescente, te fuiste a España, con una mano adelante y otra atrás, con la ilusión del sueño y la ingenuidad de la juventud, pero, como ha sido tu costumbre, con el valor, la determinación y la confianza en ti mismo de los grandes personajes.
Con México conquistado como novillero, la tarea fue hacerte de un nombre en Europa. Debutaste en Las Ventas en 2006, antes de la alternativa, y tu carrera se catapultó hasta el doctorado en Arlés, Francia, al año siguiente, de manos de la gran figura del toreo Julián López El Juli.
México te esperaba: algunos con los brazos abiertos y otros con ganas de reventarte. En el toreo, quien manda es el valor, la disposición y la capacidad. Todo llega; sus tiempos son a veces incomprensibles, pero si entregas al toro el 100% de tu ser, él te da gloria, fama y dinero… no sin antes cobrarte el peaje de sangre y sufrimiento.
Te convertiste en figura. Conquistaste la México, la Monumental de tu tierra, Guadalajara, Mérida, Juriquilla y prácticamente todas las plazas donde hiciste el paseíllo. Con una tauromaquia sólida, fuiste durante muchos años el torero que mejor se colocó en la cara del toro, donde estos embisten y queman los pies. Incuestionables tu capacidad y tu tauromaquia.
España fue tu campo de batalla con 175 corridas de toros, que resultaron en 251 orejas, 5 rabos y 1 indulto. En plazas de primera como Madrid (17 tardes), Sevilla (7), Bilbao (4), Zaragoza (3), Málaga (2), Valencia (2), Pamplona (1), San Sebastián (1) y Barcelona (1). Francia te recibió en 35 tardes, con 34 orejas cortadas.
En total: 606 corridas de toros. Si bien la tauromaquia no se mide en números, los tuyos son incuestionables. Mexicano triunfador, centrado, sencillo y orgulloso de su origen y trayectoria. Alternaste con los más grandes, peleaste y, en la gran mayoría de las veces, triunfaste.
Mis respetos, José. Desde aquella entrevista como niño torero para la revista Matador en abril de 2002, hasta nuestra más reciente plática en tu tierra, siempre estuviste dispuesto, amable y sincero. Te deseo lo mejor en tus planes futuros; el toro te necesita. Cuando lo desees, hablaremos para Tiempo de Toros en El Financiero TV, como lo hemos hecho antes, esta vez para profundizar en tu tauromaquia.
No puedo despedir esta columna sin decir adiós a un estudioso de la tauromaquia. Gentil, educado y caballero, ha hecho el paseíllo al cielo el gran José Francisco Coello Ugalde. La fiesta en México pierde a una enciclopedia viviente: generoso estudioso, prolífico escritor y hombre de bien.
Descansa en paz, buen amigo.