La Fiesta Está Viva

Cénate Las Ventas

La empresa Plaza 1 celebra desde hace cinco años el certamen Cénate Las Ventas, que consiste en novilladas los jueves a partir de las 9 de la noche.

El verano madrileño arde. Las temperaturas son altas, el cielo azul abraza y la belleza de la capital hispana abruma los sentidos. La empresa Plaza 1 celebra desde hace cinco años el certamen Cénate Las Ventas, que consiste en novilladas los jueves a partir de las 9 de la noche. Esta fue la sexta edición, y con ella se rompió el récord de asistencia, alcanzando un promedio de 10 mil espectadores por festejo.

Cénate Las Ventas es una iniciativa hecha realidad por la empresa gestora de la plaza junto con la Consejería de Medio Ambiente, Agricultura e Interior, y con la colaboración del Consejo Regulador de los Vinos de Madrid y la Academia Madrileña de Gastronomía. Un extraordinario esfuerzo conjunto que impulsa y difunde la cultura taurina, la gastronomía local y los productos de la región, que pueden degustarse durante la novillada y al finalizar el festejo, acompañado de DJ con música para los jóvenes.

Un exitoso proyecto que ha acercado a la juventud a sus raíces, a su identidad como españoles, al toro y a la fiesta nacional, descubriendo esta cultura y a los toreros de su generación, identificándose con ellos y generando partidarios.

El pasado jueves 24 de julio se llevó a cabo la final con un cartel internacional: el mexicano Bruno Aloi, el hispano Iker Fernández “El Mene” y el peruano Pedro Luis, ante lo que se anunció como una novillada del hierro sevillano de Guadaira, pero que en realidad fue una corrida de toros, con mayor presencia que muchas que se lidian en plazas españolas.

Bruno Aloi es hoy el novillero mexicano con mayor proyección. Hace cinco años dejó su casa, su familia y su vida para irse a España a forjarse como torero y, en consecuencia, como hombre. Férrea disciplina, vocación absoluta por el toreo y capacidad de sacrificio han sido los pilares de una intuición natural para torear, valor entendido, técnica asimilada y el desarrollo de una personalidad auténtica.

Su debut en México fue colosal, en la centenaria Plaza de Toros San Marcos en Aguascalientes, una tarde que impactó a público, aficionados y profesionales. Lo mismo sucedió en La México, Guadalajara, Morelia, Mérida, Arroyo y en cada plaza en la que ha actuado en nuestro país. Triunfos rotundos, ilusión y alegría entre el público, ganaderos y empresarios.

Su carrera ha sido bien planeada y ejecutada por su apoderado, don Justo Jiménez, quien lo conoció como novillero sin caballos y decidió apostar por él, cumpliendo con la auténtica función del apoderado: formar desde los inicios al torero y al hombre.

Llegaron entonces los compromisos más serios, como su debut en Las Ventas en 2024. En un año, gracias a sus actuaciones, ya suma cinco festejos en el coso madrileño, enfrentándose a verdaderas corridas de toros, la mayoría sin ofrecer opciones claras de triunfo, salvo demostrar que desea, a toda costa, ser figura del toreo. La espada tampoco ha sido su aliada para rubricar los triunfos: buenas faenas no se han traducido en trofeos por el mal uso del acero.

Los tiempos del toro son perfectos: duros, a veces incomprensibles y frustrantes. Pero cuando el hombre respalda al torero en su persistencia, el toro recompensa. Nunca es fácil, cada vez es más duro, pero el toro brinda su recompensa a quienes están dispuestos a vivir solo para él.

Este primer paso lo consiguió Bruno Aloi con su segundo ejemplar —mire usted el trapío en la imagen—. Faena de gran valor, quietud y concepto. Parte del público —los siete que creen que saben— se mostraron fríos, intentando desviar el rumbo de lo que sucedía en el ruedo. ¿Por qué? No lo sé... Bueno, sí lo sé: por chuflas.

Pero el toreo es tan potente en su verdad, que no hay quien pueda con él. Los estatuarios del inicio bastaron, con cinco pases, para meter a la plaza en la faena. Un toro con movilidad, algo bruto, pero con emoción en sus embestidas, fue el cómplice del primer triunfo de Aloi en Madrid. Temerario e inteligente. Montó la espada y se tiró a matar, dispuesto a morir. El toro le atravesó el vestido en la pierna derecha, a milímetros de la carne, recordándole la dureza de su pasión y permitiéndole cortar una oreja que lo proclamó triunfador del certamen Cénate Las Ventas.

Dejó gran sabor el peruano Pedro Luis, buen torero, de calidad, concepto, valor y expresión, pero aquella noche sin espada. ¡Ojo con él! El Mene, de quien se esperaba más, no estuvo en sintonía con su proyección. Los tres repetirán en la Feria de Otoño, según comentó Plaza 1. Enhorabuena a Bruno, esto apenas comienza.

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