La Corrida de Beneficencia en Madrid tiene origen desde el mismo año de la inauguración de Las Ventas en 1931. Es una de las fechas claves y más importantes del calendario taurino mundial y, sin duda alguna, una tarde que da a los participantes estatus. Suele contar con la presencia de algún miembro de la Familia Real Española en el Palco Real; este año no fue el caso y fue una pena dada la gran tarde que se vivió.
Hace una semana dediqué mi editorial al maestro Morante de la Puebla, genio del toreo. Artista y torero, torero y artista. Valiente, entendiendo el valor como la disposición de colocar el cuerpo ante el toro con el único fin de torear sin ventajas técnicas ni argumentos superfluos. La madurez artística de Morante le permite hacerlo, lo que es un privilegio para aficionados y público.
El domingo pasado encabezó como primer espada la afamada Corrida de Beneficencia. Lleno de “no hay billetes”. Expectación máxima en vivo y por televisión; desde aquí agradecer a Telemadrid y a Radio y Televisión de Aguascalientes el habernos brindado la oportunidad de ver en vivo toda la Feria de San Isidro. Lo que no está en la tele, no existe.
Morante de la Puebla es un estudioso del toreo a profundidad. Su puesta en escena comienza desde el diseño y confección de sus trajes, monteras y avíos. Ha formado una mancuerna sensacional con el sastre Justo Algaba y juntos nos han permitido conocer nuevos bordados, combinaciones y épocas de la moda taurina. Para esta edición utilizó un vestido de torear azul marino bordado sobre terciopelo en pasamanería negra. Precioso. Los dibujos del bordado estuvieron inspirados en los que utilizaban los emperadores romanos en ceremonias y fiestas hace más de dos mil años. La montera de color azul, edición especial para tan distinguida ocasión.
Desde ahí, Morante de la Puebla marca abismal diferencia cultural, estética y visual con el resto de sus compañeros. El respeto a la historia, reviviendo suertes, posturas, formas y actitudes, convierte cada tarde en una lección histórica llena de vida, emoción y torería.
Son pocos los toros que le embisten; es Morante un torero de poca suerte en los sorteos. Esta temporada solo ha necesitado que el toro medianamente se mueva para desplegar la rotundidad de su arte. La suavidad de sus formas con el capote es la máxima entrega que un torero puede tener ante la embestida de un toro.
El de la Puebla respeta la bravura al ponerse delante sin técnica defensiva para mover al toro, le presenta a la bravura la verdad de una muleta bien plantada, el cuerpo en el sitio exacto para que el toro tenga la opción de decidir a qué embestir, y la precisión de los toques para que el viaje sea ante el capote o la muleta, pero siempre reunido con su cuerpo. Asentadas las zapatillas, encajados los riñones, la barba al pecho con el ritmo y compás que Dios brinda a los privilegiados.
Todo esto ante el poder del toro, al que Morante le cita con la voz ronca, de gladiador a fiera, de torero a toro bravo, de vida a muerte.
La gran mayoría de los toreros educa su cuerpo para adoptar posturas y posiciones antinaturales, pero necesarias para el toreo y la transmisión al tendido. En Morante estas posturas y gestos son naturales, muestra del verdadero valor y entrega. No hay aspavientos, hay sonrisas. No hay gesticulaciones, hay miradas, susurros y verdad.
Cuajó dos faenas y le cortó una oreja a cada toro, alcanzando su sueño de salir por la Puerta Grande a la calle de Alcalá. La lectura es superior; Morante ha reconvertido a los infieles que dudaban de su grandeza en las tardes malas, en los momentos duros de bajo ánimo y sensatez ante toros sin opciones. A todos ellos les ha convertido y se han tenido que rendir ante el Dios del toreo.
Las escenas son fantásticas: cientos de jóvenes se lanzaron al ruedo para llevarlo en hombros a través del umbral de la Puerta Grande. Ha conseguido Morante sembrar el toreo, sus valores y potencia artística en una generación acostumbrada a ver la vida a través de una pantalla y, hoy, la sienten en carne propia gracias a Morante.
Se colapsó Madrid en la zona de Alcalá, le llevaron a hombros casi al hotel en Velázquez, se quedaron en la calle coreando su nombre hasta que el maestro salió al balcón a saludar y agradecer el cariño.
Tarde histórica por el hecho de reafirmar que en Morante tenemos a uno de los mejores toreros de la historia; vivimos ese privilegio, no perdamos una sola ocasión para verlo oficiar el toreo.
Deseo que en otoño e invierno nos permita Morante vivirlo en México; lo necesitamos para alimentarnos el alma y saber que defender la cultura es de bien nacidos.