La Fiesta Está Viva

Hechizados

El público eufórico tomó partido por el toro, además de su acometividad y bravura, terminó por mostrar clase.

Así salimos de la Plaza México el día de ayer, hechizados por el gran espectáculo que es la bravura, cualidad fundamental en la esencia del toro de lidia; nuestra razón de ser como aficionados es ver a un toro embestir, a un torero torear y juntos disfrutar de la emoción incomparable de la fiesta de los toros.

Comienzo por felicitar al ganadero Rodrigo Barroso Cañedo, miembro de una de las dinastías más importantes del campo bravo mexicano: los Barroso, que actualmente tienen más de once hierros activos en la Fiesta mexicana.

El abuelo y el padre de Rodrigo fueron ganaderos; por circunstancias de la vida, el hierro de Las Huertas estuvo sin hato y sin actividad por algunos años hasta que Rodrigo, con la vocación tatuada en el alma y en el corazón, decidió emprender su camino como miembro de la tercera generación en casa, con el plan de colocar a Las Huertas una vez más en el circuito de las grandes ferias.

El primer golpe en la mesa ha sido la presentación de los seis toros el pasado domingo: edad, cuajo, hechuras y trapío. Seis auténticos cromos de toros. Este es el aspecto en el que los ganaderos no deben fallar, la presentación de sus encierros; otra cosa será lo que hagan los toros en el ruedo. Bien reza el dicho que “los toros no tienen palabra de honor”.

Hablar de bravura es hablar de lo que hace al toro de lidia único y excepcional. Ahora bien, definirla es complejo, ya que no deja de ser un concepto de apreciación basado en varios aspectos del comportamiento fundamental del toro. La base de la bravura, en mi opinión, debe ser la acometividad, que el toro, ante cualquier provocación, llámese cite en el toreo, acuda con alegría y poder a coger lo que se le presenta: capote, caballo de pica, banderillero o muleta. En el punto en el que el abanico de condiciones, conceptos y apreciación se amplía, haciendo de la bravura algo fascinante y a la vez personal en su apreciación, es la forma en la que embiste.

El toro evolucionó a favor del toreo, o viceversa, en el momento en el que el astado desarrolló fijeza hacia el objeto al que embiste. Eso permitió a los toreros conducir la embestida, reducirla, pulir los defectos que pueda tener la manera de seguir los engaños y con ello crear la magia de la belleza cautivadora del toreo, que puede llegar por distintas vías: la estética, la emoción y, de ser posible, la combinación de ambas.

El encierro de Las Huertas lidiado el domingo 23 de febrero en La México pasará a la historia como uno de los más bravos con todos los complejos matices que posee la bravura a favor del toreo. En lo personal, me gustó mucho, también, el primero de la tarde al que Andy Cartagena le cortó una oreja; el segundo no fue fácil, se quedaba corto y exigía la entrega y valor que aportó sin cortapisa José Mauricio, que hubiera cortado una oreja de peso si el toro dobla; el tercero, Hechicero, desde salida enamoró por su trapío y hechizó con su comportamiento de toro bravo, orgullo de su estirpe, de toro que demuestra a los prohibicionistas que su muerte bien vale su vida, que al toro lo cuidamos los taurinos.

Hechicero fue el primero de El Calita, torero que ha liderado el escalafón mexicano los últimos años, que tiene sitio y que supo ver al toro desde su salida. Hechicero, como cualquier toro bravo, no fue fácil; el poder de su embestida se contraponía con el toreo rítmico y pausado. El Calita le apostó siempre, incluso al pasarlo solo con un puyazo que, por cierto, fue extraordinario por parte de César Morales, con tumbo y manteniendo la reunión con el caballo al suelo. La faena de muleta fue emocionante por la sensación que Hechicero embestía sin cuartel. El Calita lo citó de largo, dejando lucir al astado que siempre, al volver de cada muletazo, tuvo la pañosa en la cara, con verdad y sin desplazarlo, respetándole la embestida, el recorrido y la enorme transmisión que este cúmulo de cualidades transmitía al tendido.

El público eufórico tomó partido por el toro, se vale y suele pasar; esto no significa que la lidia que El Calita dio al toro haya sido deficiente, al contrario. Tan es así que el toro, además de su acometividad y bravura, terminó por mostrar clase una vez que se entregó a la muleta y vinieron tandas con las que enloquecimos y que fueron determinantes para que se le otorgara el indulto al bravo Hechicero. Toro que seguro estoy, padreará por el resto de sus días.

Triunfo de Las Huertas, triunfo del toreo y triunfo de la Fiesta.

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