La Fiesta Está Viva

Fe y tradición

Una gran entrada, casi 18 mil personas se dieron cita en los tendidos de la Monumental, quedando sol prácticamente lleno y la sombra con espacios vacíos.

El pasado sábado 19 de octubre, la Plaza México fue el centro de atención del mundo taurino al llevarse a cabo, por segunda ocasión en la historia del coso, la Corrida de las Luces. Evento que reúne mucho de lo que es México y de lo que somos los mexicanos: fe, cultura, tradición, orgullo, color, alegría, valor y bravura.

Fue una noche especial, de reflexión y meditación sobre la importancia de darle al tiempo el espacio en nuestras vidas, absurdamente aceleradas. Innegable que México es un país creyente y devoto. La religiosidad está abierta a distintos credos, si bien considero que en su mayoría los mexicanos somos católicos, hoy podemos convivir personas de todas las religiones, siempre y cuando tengamos como premisa principal el respeto. Lo mismo debe aplicarse a la política, cultura, gustos y hobbies. En México cabemos todos, México es de todos.

Una gran entrada, casi 18 mil personas se dieron cita en los tendidos de la Monumental, quedando sol prácticamente lleno y la sombra con espacios vacíos. Lo que nos arroja dos lecturas, en festejos nocturnos la gente ante la ausencia del sol decide pagar menos y colmar aquel tendido. Interesante y hasta cierto punto lógico.

Decía mi padre que “lo único puntual en México, eran las corridas de toros”, en esta ocasión el inicio se retrasó 15 minutos, considerando a la gente que no llegó a tiempo por el tráfico en la zona. La hora debe de respetarse en atención a los miles que sí llegaron a tiempo.

A las 8:15 p. m. dio inicio la procesión con la Virgen del Rosario, que fue llevada por el grupo de Forcados Mexicanos durante el trayecto sobre un bello tapete de serrín elaborado por maestros huamentlecos. Sentimiento, emoción y una gran carga emotiva tanto religiosa como taurina, con la plaza apagada de luz artificial e iluminada solamente con velas y algunos celulares, la puesta en escena tomó un cariz de paz e introspección.

En lo taurino se jugaron seis toros de distintos hierros, todos impecablemente presentados, serios con cuajo, portando las hechuras de su casa y de su encaste. Santo Tomás, Fernando Lomelí, Santa Inés (segundo bis), Santa María de Xalpa, Santa Inés, Los Encinos y Villa Carmela, en ese orden para los diestros Fernando Robleño, quien confirmó su alternativa, Arturo Saldívar y Diego Sánchez.

El madrileño, que confirmó el doctorado recibido hace 24 años, no tuvo suerte en el sorteo, siendo su primero un toro complicado, del encaste Murube, que recortó las embestidas además de ser lidiado entre fuertes ráfagas de viento. Oficio, valor y recursos para andarle con lucimiento al complejo toro. Su segundo, un dije de Santa Inés careció de fondo y las pocas buenas embestidas que ofreció en el primer tercio se difuminaron en la gélida velada capitalina.

Arturo Saldívar se llevó el lote de la noche. Lidió como segundo lugar la reserva de Santa Inés por ser devuelto el de Fernando Lomelí. El bello cárdeno, caribello, calcetero fue un gran toro. Bravo, con recorrido, codicia y emotividad. Se calentó la noche en quites al ejercer su derecho al mismo Diego Sánchez tras el segundo puyazo, replicó su paisano Saldívar con chicuelinas antiguas ante las bellas chicuelinas de Diego. Gran tercio de banderillas de Gerardo Angelino y la gente emocionada por la entrega de los toreros y la evidente bravura y emotividad del toro. Faena de poder a poder, muletazos largos con emoción. Verdad en la propuesta de Saldívar ante la bravura nunca fácil del toro. Tandas por la derecha rotundas y de mayor plasticidad y cadencia con la zurda. Faena de orejas que no llegaron por la tardanza del toro en doblar y requerir del descabello. Al tercio el diestro y arrastre lento al gran ejemplar de Santa Inés. El quinto fue un imponente toro de Los Encinos. Musculoso y con impresionantes pitones. Como la bravura va por dentro, el toro tras el puyazo comenzó a embestir muy templado, colocando la imponente encornadura con la cara abajo, haciendo el avión y permitiendo expresar su tauromaquia a Saldívar. Olés de compás, de toreo lento y embestidas enclasadas. Otra buena faena malograda con la espada. Una pena.

Diego Sánchez es sabido que tiene con qué funcionar, pero como es común, que no correcto, tras llegar a la alternativa encumbrado como novillero, pasó al banquillo. Hoy pasa por un gran momento y sus cualidades son evidentes. Estuvo entregado toda la tarde. Su primero se desfondó pronto, sin embargo, logró el hidrocálido emocionar al público con trepidante inicio de faena.

Ante el sexto también de escaso fondo, se entregó hasta resultar cornado en la parte posterior de la pierna derecha, herida de dos trayectorias. Ha dejado claro Diego Sánchez que merece un sitio en las ferias y que tiene con qué justificar su presencia y que sabe torear.

COLUMNAS ANTERIORES

La sangre
Gran triplete

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.