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De Tijuana a NY; de Cancún a LA, la salud como un derecho sin fronterasplaza viva

Nuestra diáspora es una de las más grandes del mundo: más de 12 millones de mexicanas y mexicanos viven fuera del país, el 97% en Estados Unidos.

Lorena vive en Michoacán y cada mes espera con ansias la llamada de su hijo Javier, que desde hace una década trabaja en la construcción en Nueva York. Con lo que gana, Javier paga una parte de la escuela de sus hermanos menores, mantiene el techo de la casa familiar y compra los medicamentos que su madre necesita. A la distancia, sostiene a toda su familia. Pero cuando él se enferma, la historia cambia: sin seguro médico en Estados Unidos, una consulta puede costarle lo mismo que envía en una semana. Su sacrificio protege a los suyos, pero lo deja desprotegido.

Historias como la de Lorena y Javier se repiten en millones de hogares. Nuestra diáspora es una de las más grandes del mundo: más de 12 millones de mexicanas y mexicanos viven fuera del país, el 97% en Estados Unidos. Y, pese a su magnitud, durante generaciones sus derechos fueron postergados.

Por eso es tan significativo lo anunciado recientemente por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS): a partir del 1 de diciembre de 2025 se pondrá en marcha un programa de teleconsulta médica para personas mexicanas en el extranjero que estén afiliadas al IMSS. Serán cerca de 3 mil enfermeras especialistas en medicina familiar quienes atenderán citas digitales, agendadas desde la aplicación IMSS Digital, en horarios amplios, de lunes a domingo.

No se trata de un gesto simbólico. Se trata de una política pública real, que abrirá expedientes electrónicos, dará seguimiento clínico, promoverá la prevención y activará mecanismos de atención especializada a distancia.

Y es importante decirlo con toda claridad: esto no es un favor. Es un acto de justicia. Nuestras y nuestros migrantes han sostenido con su trabajo a millones de familias, han levantado comunidades enteras y han contribuido al desarrollo de dos países. Reconocer su derecho a la salud, incluso desde fuera del territorio nacional, es reconocer que la dignidad no termina en una frontera.

La salud en México, lamentablemente, fue tratada durante mucho tiempo como si fuera un privilegio. Durante los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto, vimos hospitales inaugurados que nunca se equiparon, clínicas que permanecieron cerradas y programas que se anunciaban solo para las cámaras, pero nunca llegaban a la gente. Era la política de la simulación: salud para la foto, pero no para las personas.

Hoy, con la presidenta Claudia Sheinbaum, la diferencia es evidente: lo que se anuncia no son edificios vacíos, sino servicios que sí alcanzan a quienes más lo necesitan, incluso a quienes viven más allá de una frontera.

Y no es la primera vez que se piensa en políticas para quienes migraron. En 2021 se abrió la modalidad de Persona Trabajadora Independiente (PTI), que permitió a miles de mexicanas y mexicanos en Estados Unidos afiliarse al IMSS. Esa decisión no solo brindó cobertura médica: también permitió recuperar semanas de cotización, asegurar a familiares y, en muchos casos, acceder nuevamente a una pensión. La nueva teleconsulta médica se suma a ese camino de reconocimiento: el que entiende que ser migrante no debería significar renunciar a derechos.

El contraste con otros sistemas de salud es claro. En Estados Unidos, por poner un ejemplo, una hospitalización puede representar un gasto altísimo para quienes no cuentan con seguro médico. En México, a pesar de todos los retos, el IMSS sigue siendo un escudo social que acompaña y protege. La diferencia entre un modelo centrado en lo público y uno basado en el mercado se refleja en la tranquilidad de saber que, incluso a la distancia, seguimos teniendo un lugar donde se nos cuida.

Este programa también coloca a México en sintonía con experiencias internacionales: la Unión Europea ha promovido marcos de salud transfronteriza; países como Nepal e India han impulsado telemedicina para sus comunidades rurales o migrantes; y plataformas satelitales han llevado atención a regiones antes inaccesibles. México se suma a este esfuerzo global con una innovación profundamente humana.

Porque sí: la teleconsulta del IMSS es tecnología, pero también es reconocimiento. Es la afirmación de que nuestros derechos no caducan con el pasaporte, ni desaparecen al cruzar una aduana. Que la salud debe acompañarnos aunque la vida nos lleve lejos, y que aunque estemos en Tijuana, Cancún, Nueva York o Los Ángeles, seguimos siendo parte de la misma comunidad.

Con esta medida, México envía un mensaje claro y necesario: aquí nadie se queda atrás. Ni quienes están lejos, ni quienes por años fueron invisibles para el Estado. Porque nuestras paisanas son y siempre serán el corazón de nuestra patria. Y hoy, aunque vivan al norte del río Bravo o al otro lado del continente, el país les dice con hechos que siguen contando, que siguen importando y que siempre se les cuidará.

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