En un continente donde los sistemas de protección social enfrentan retos profundos y urgentes, acercarnos, escucharnos y aprender unos de otros no es un gesto simbólico: es una necesidad.
En semanas recientes, tuve la oportunidad de visitar República Dominicana, Perú, Uruguay y Argentina. En cada país, el aprendizaje fue doble: compartimos experiencias sobre lo que funciona en contextos diversos y reconocimos lo mucho que aún debemos construir juntos para que la seguridad social sea un derecho verdaderamente accesible, justo y humano.
En República Dominicana, el diálogo con instituciones como la Asociación de Igualas Médicas y Administradoras de Riesgos de Salud (ADIMARS), la Superintendencia de Pensiones (SIPEN) y el Consejo Nacional de Seguridad Social reflejó un país decidido a transformar su sistema previsional. Con una informalidad que afecta al 52% de su población —principalmente a mujeres—, la coordinación interinstitucional y la voluntad política se revelan como claves. Desde la CISS no venimos a imponer soluciones, sino a acompañar procesos centrados en la dignidad de las personas.
En Perú, las conversaciones con EsSalud y el Ministerio de Salud giraron en torno a la prevención, el envejecimiento digno y la sostenibilidad financiera. La atención a personas mayores y el acceso a medicamentos fueron señalados como temas prioritarios, así como la formación de profesionales con enfoque integral. Se abrieron caminos para una colaboración más estrecha que fortalezca las capacidades institucionales en favor de millones de personas usuarias.
Uruguay, con su sólida tradición mutualista, nos mostró cómo la articulación entre Estado, academia y sociedad civil puede ser base para la innovación social. El intercambio con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y otras instituciones permitió explorar temas como la inclusión de personas trabajadoras independientes, la regulación de nuevas formas laborales y la construcción de modelos sostenibles de financiamiento. También se abordó un debate ineludible: cómo diferenciar los retiros según el desgaste físico y emocional de cada tipo de trabajo, garantizando siempre justicia para todas las trayectorias laborales.
En Argentina, el diálogo con actores del ámbito público, académico y social, como la Asociación Mutual de los Agentes de los Organismos de la Tercera Edad (AMAOTE), así como la visita a la Legislatura, confirmó una verdad que recorre toda América: la seguridad social no puede desligarse de la justicia social. Hablamos de cuidados, de sistemas integrales, de redes que acompañen a todas las personas desde la niñez hasta la vejez. También del poder transformador de los sindicatos, las organizaciones comunitarias y los movimientos sociales, que siguen empujando la agenda de derechos desde abajo.
Estas visitas no fueron actos protocolarios, sino espacios de escucha, reconocimiento y construcción colectiva. Corroboramos que el trabajo de la CISS ayuda a tender puentes entre ministerios, institutos, universidades y organizaciones de la sociedad civil. Porque el conocimiento, cuando nace del intercambio honesto, se convierte en herramienta de transformación.
Sabemos que la seguridad social no debe ser un lujo ni un privilegio. En una región marcada por la desigualdad, la informalidad, el envejecimiento poblacional y la crisis climática, necesitamos instituciones más humanas, sostenibles y cercanas. Para lograrlo, el camino es uno solo: trabajar de la mano.
La CISS es un referente técnico y teórico precisamente porque entiende que el conocimiento se construye desde el territorio, que la técnica debe estar al servicio de la justicia social y que los grandes desafíos no se enfrentan en solitario. Nuestro norte es y seguirá siendo el trabajo colectivo, el aprendizaje compartido y las soluciones que se dialogan.
Fortalecer los sistemas de seguridad social es una tarea urgente. Pero también es una oportunidad histórica. Porque cuando los pueblos se escuchan, se cuidan y se entienden, florecen respuestas nuevas, más justas y más nuestras. Ahí está el futuro que queremos para las Américas. Y ahí seguiremos, caminando con ustedes.