Madrid.– Una de las mentes más lúcidas de este país es la de Florentino Portero, escritor, doctor en historia contemporánea, profesor en universidades de España, Estados Unidos y Gran Bretaña, quien me recibe en su casa de la emblemática Avenida de los Toreros, en esta mañana luminosa y caliente del verano madrileño.
-Doctor, en entrevista con Maite Rico usted dijo que la etapa del orden liberal sustentado en la libertad humana y el libre comercio se acabó.
Florentino Portero (FP): Absolutamente. Ese orden liberal es la manera en que las potencias anglosajonas responden a dos guerras mundiales, para evitar que las tensiones conduzcan a una tercera guerra mundial.
Ese orden se fundamenta en conceptos, en principios, en normas, en organismos internacionales (y) en políticas. Está basado en los valores característicos del mundo judeocristiano: la dignidad humana y, a partir de ahí, la democracia y el libre comercio. Que es, digamos, el catecismo básico de una democracia occidental.
-¿Y ya se acabó?
FP: Ese mundo responde a un arco que comienza en 1945, o 1944, y concluye en torno a la gran crisis económica de 2007-2008. A partir de ese momento, lo que vamos viendo es que los propios creadores de ese orden, los norteamericanos, comienzan a considerar que ya no es de su interés. Con Barack Obama vemos una marcha atrás. No es contrario al orden liberal, pero lo que viene a decir es que Estados Unidos no se va a implicar como antaño en dirigirlo, en ser la locomotora de ese mundo. Ya con la llegada de Trump, sobre todo en esta segunda etapa, queda muy claro que el orden liberal no es del interés de Estados Unidos.

-¿En qué estamos ahora?
FP: Estados Unidos vuelve a la etapa anterior a la Segunda Guerra Mundial. Trump está volviendo a lo que Estados Unidos era durante el siglo XIX, es decir, una potencia comercial, una potencia que no se quiere implicar en el resto del mundo más allá de su backyard (patio trasero), y los mexicanos saben algo de este tema. Salvo eso, que es de su interés inmediato, no quieren involucrarse sobre cómo funciona el resto del mundo, lo único que quieren son garantías comerciales. ¿Por qué? Porque el comercio es la base de la riqueza, y la riqueza es la base del bienestar y de la paz social.
Donald Trump considera que lo fundamental es concentrarse en la generación de puestos de trabajo en el interior, en generar innovación y patentes, en ser capaces de conquistar los mercados del mundo y dar la espalda a cualquier objetivo de organización del entorno internacional.
-Entonces, quienes defendemos valores liberales como la dignidad humana, la libertad de expresión, de elección (o) el libre comercio, ¿estamos perdiendo el tiempo?
FP: No, no, no. No perdemos el tiempo. Estamos perdiendo la batalla.
-¿Es una batalla que hay que dar? ¿Es ganable? Muchos se han rendido.
FP: La batalla por la libertad es una batalla cotidiana. Hay que darla todos los días, porque los enemigos de la libertad son muchos y aprovechan que nosotros bajemos nuestras defensas para poder entrar. En América Latina lo estamos viviendo, igualmente en Europa, con la emergencia de fuerzas políticas que se dicen democráticas, pero que claramente no lo son. Están desmontando los fundamentos del Estado de derecho, la independencia de los jueces y la profesionalidad de los jueces, o la independencia de los medios de comunicación, que son elementos fundamentales para garantizar la libertad. Nosotros tenemos que seguir luchando por ello, pero también tenemos que tener muy en cuenta que las democracias no solamente tienen que ser justas, además tienen que ser útiles.
-Eficientes…
FP: Tienen que resolver los problemas de la gente. Para la gente es estupendo ser libre, pero es aún más importante poder comer y garantizar un futuro a sus hijos.
Si no podemos garantizar un futuro a nuestros hijos, si llegamos mal a fin de mes o si no tenemos para tres comidas al día, al final lo que hacemos es optar por otras alternativas. Estamos dispuestos a renunciar a la libertad con tal de poder comer o de tener un futuro. Y eso es un enorme peligro.
-Usted ha hablado de la emergencia de líderes desquiciados que crean tendencias peligrosas. Por donde pasan, devastan. Se lo digo con el pensamiento puesto en México.
FP: Esta emergencia de líderes singulares hay que entenderla más como una consecuencia que como una causa. No es que de manera espontánea aparezcan y empiecen a generar problemas, sino que ellos son la expresión de un problema. Y el problema reside en que la sociedad, los ciudadanos, la gente del común está dejando de confiar en los partidos tradicionales, en los líderes tradicionales.
-¿Por qué?
FP: Porque no están solucionando los problemas concretos de la gente. Esos problemas hoy crecen. Crecen como consecuencia de la globalización, crecen como consecuencia de la revolución digital. Ante esta emergencia de nuevos problemas, los líderes tradicionales están fracasando. Cuando esto ocurre, la gente busca atajos.
Es así que aparecen nuevos líderes, más o menos carismáticos, nuevas fuerzas políticas que proponen fórmulas rápidas de solucionar problemas. Genéricamente llamamos a esto populismo, que es un término que no me gusta porque es muy ambiguo, pero tiene mucho de demagogia, tiene mucho de falsedad, tiene mucho de mentira. Estos movimientos populistas están dando paso a liderazgos realmente peligrosos en todas partes.
-Entonces, ¿son inevitables?
FP: Son inevitables en la medida en que la gente no confíe en los partidos tradicionales. Dicho de otra manera, son inevitables mientras los partidos tradicionales no sean capaces de dar respuesta a los problemas reales de la gente. Problemas que crecen no por mala gobernanza, o no sólo por mala gobernanza, sino porque las circunstancias internacionales están cambiando, porque la globalización ha puesto patas arriba el orden económico internacional y porque la revolución digital se está llevando por delante muchos puestos de trabajo y, sobre todo, está forzando a una reorganización de los modelos industriales. Eso no ayuda a que los salarios sean buenos, a que los puestos de trabajo sean permanentes. Todo eso genera incertidumbre en la gente. Y una población que se siente insegura es una población que puede votar de manera irresponsable.

-¿Hablamos de líderes poco competentes o de votantes europeos maleducados en la gratuidad sin esfuerzo?
FP: Una cosa no quita la otra. Cuando un europeo nace, se convierte en un ser pequeñito con una mochila muy grande llena de derechos. Bueno, esos derechos no son tales, son logros, pero no son derechos que se puedan consolidar. Sencillamente hay que seguir luchando para poder mantenerlos en pie.
El estado de bienestar es carísimo y hay que generar riqueza para mantenerlo. Bien, nos hemos olvidado de que hay que generar riqueza, pero recordamos todos los días la cantidad de derechos que tenemos. Por lo tanto, sí, los europeos tenemos un problema de orden cultural. Estamos muy mal acostumbrados.
-Los programas sociales ya rebasaron un estado de bienestar básico, loable, para convertirse en una moneda de compra de votos.
FP: Y eso va a ir a más por una razón: la revolución digital está suprimiendo muchísimos puestos de trabajo, muchísimos. Hoy, si usted ve la prensa, ya se habla de que Telefónica España va a reducir, creo que son siete mil puestos de trabajo en un tiempo muy breve. Todo esto no deviene de que a la empresa le vayan mal las cosas, sino al contrario, que gracias a las nuevas tecnologías necesita menos trabajadores. Hace poco veíamos que Microsoft despedía a 17 mil personas. El hecho es que en el futuro no está tan claro que un ciudadano pueda tener un buen puesto de trabajo y todo eso va a tener consecuencias muy serias.
-¿Y qué nos espera? ¿Cuál es el nuevo estadio que usted vislumbra?
FP: No es lo que yo vislumbro, me lo están contando los ingenieros, que son al fin y al cabo los que están creando los nuevos modelos. Sencillamente, durante un tiempo se van a suprimir muchos puestos de trabajo y al mismo tiempo vamos a ver cómo las empresas son más competitivas, porque van a utilizar mucho mejor la tecnología.
¿Cómo a medio plazo resolvemos la convivencia social cuando tenemos unas tasas de desempleo muy altas? Es una incógnita. No está claro que en esta revolución –que parece más tecnológica que industrial–, la destrucción de puestos de trabajo vaya a dar paso a una nueva generación de puestos de trabajo. Por lo tanto, nos encontraríamos ante un mundo en el que los Estados tendrían que asumir aún más competencias de las que ya tienen, manteniendo a una población que no puede incorporarse al mercado laboral. Eso tiene unas consecuencias sociales y políticas muy serias. Entre otras cosas, pone en cuestión el futuro de la democracia.
-¿Podría abundar un poco más en esto último?
FP: Si una persona depende de la, entre comillas, caridad del Estado, habría que cuestionarse hasta qué punto su voto es independiente.
-Decía usted que hay zonas del mundo que pierden relevancia porque han dejado de crear.
FP: Cuando hablamos de crisis del orden liberal, de fin de ese tiempo, hay que vincularlo a otro concepto muy importante, y es que el mundo que está surgiendo es post-occidental. Durante muchos siglos, el mundo ha estado dirigido por Occidente. Las ideas occidentales han primado, entre otras cosas porque éramos vanguardia en tecnología, éramos vanguardia en industria y al mismo tiempo nos reproducíamos. Éramos sociedades con instinto de futuro, con ganas de futuro.
Ahora Europa no está muy interesada en su futuro. Tampoco está muy interesada en innovar. Sencillamente está interesada en vivir lo mejor posible.
-¿Hacia dónde se mueve el eje del poder mundial?
FP: El mundo hoy tiene su centro en el Pacífico, y dentro del Pacífico estamos hablando fundamentalmente del sudeste asiático, que es donde vemos más vigor. Estamos entrando en un mundo característicamente post-occidental, donde los occidentales aportamos menos. Aquí hay que hacer evidentemente una excepción: el bloque que forman Estados Unidos y Canadá. Son vanguardia tecnológica, están en ello, están obsesionados por la innovación, por la generación de patentes, por poder ser competitivos.
Y otra cosa es el resto de occidente, conformado tanto por América Latina y Europa Occidental. En estos dos bloques no estamos viendo esta preocupación por la innovación, los gobiernos no están haciendo lo que deberían para facilitar lo que es la clave de su propio futuro.