Nueva Era

Cruje el eje del poder

Los estudiosos de la economía y la geopolítica dicen que se gesta un nuevo orden que va a reconfigurar los organismos de cooperación, las alianzas y las instituciones internacionales.

Atenas.- Por el sendero polvoriento en que estoy paseaba Aristóteles con sus alumnos, a los que enseñaba física, política, ética y valores que perviven hasta nuestros días, como el respeto, la convivencia y la búsqueda de la felicidad a través de la virtud.

En el ágora, en cuyas ruinas tomo notas, nació la democracia y floreció la ciencia y la lógica. De aquí, de Atenas, emergió la llama de la civilización occidental que hoy luce débil, próxima a apagarse.

A la sombra de un olivo centenario, o milenario tal vez, leo que el presidente Donald Trump encabeza una cruzada para someter a las Atenas de nuestra era, que son las universidades, en este caso las de Estados Unidos.

Parece el retorno del péndulo de la historia al lugar donde estuvo antes de la madrugada del viernes 12 de octubre de 1492, cuando el marinero Rodrigo de Triana, trepado en las jarcias de La Niña, gritó ¡Tierra!, y Cristóbal Colón entró en la inmortalidad al dar inicio a un nuevo equilibrio del poder global.

Cinco siglos después, el sábado 10 de noviembre de 2001 en Doha, Qatar, la Organización Mundial de Comercio aprobó el ingreso de China a la OMC para el día siguiente, sin exigir a cambio un solo compromiso democrático ni honrar los derechos humanos como un valor universal.

La fecha también pasará a la historia como el principio del regreso del eje del poder económico mundial a Oriente.

El traspaso del mando culminará, dicen las sacerdotisas de Delfos (el FMI y el Centre for Economics and Business Research), entre 2035, cuando 52 por ciento del PIB mundial –medido como paridad del poder adquisitivo (PPA)– se concentre en Asia, y en 2050, en que el PPA de toda la Unión Europea en su conjunto haya caído por debajo de 10 por ciento.

Hasta que Cristóbal Colón descubrió América para Europa, todo lo grandioso llegaba de Oriente. Los europeos iban a Asia por artículos de lujo, seda, tejidos, especies, y no podían pagar con cuentas de vidrio, sino con lingotes de plata, o no había trato. También pagaban con esclavos.

La ciudad más hermosa, rica y poblada del mundo era Madinat as-Salam (la Ciudad de la Paz), que hoy conocemos como Bagdad, y el cinturón que iba desde Siria hasta la cordillera de Los Himalayas rebosaba riqueza, producto del respeto al comercio que fluía por rutas intocables desde los oasis de Afganistán hasta los valles del norte de África.

Dos siglos antes de Cristo, Eratóstenes, el bibliotecario de Alejandría, dijo que la Tierra era redonda, giraba alrededor del Sol y midió su circunferencia: unos 40 mil kilómetros, estableció.

Cuando Alejandro se propuso crear un imperio no partió con sus tropas al interior de Europa, sino a Oriente.

La grandeza del imperio romano se fundó después de la República, al expandirse al Oriente.

De Oriente viene nuestra fe: cristianismo, islamismo, judaísmo y budismo.

Hacia allá regresa el centro económico de la Tierra, por eso oímos crujir su eje.

Andrea Rizzi (La era de la revancha, Anagrama) escribe que en 2001 el PIB de China representaba un 12 por ciento del estadounidense, y ahora representa 62 por ciento.

Hay más noticias que ilustran la fuerza del despegue. Noah Smith, citado por Thomas Friedman en The New York Times: en cinco años China representará 45 por ciento de la manufactura mundial, igualando o superando por sí sola a Estados Unidos y todos sus aliados.

Sigue Friedman: “Cuando Trump estaba terminando su último mandato, los préstamos netos de los bancos chinos a las industrias nacionales ascendieron a 83 mil millones de dólares. En 2024 aumentaron a 670 mil millones de dólares”.

Para sacar su producción –narra el periodista que viajó hasta allí–, “China ha comenzado la construcción de una flota de 170 barcos capaces de transportar varios miles de automóviles a la vez a través del océano. Antes de la pandemia, los astilleros del mundo entregaban sólo cuatro de esos buques cada año”.

En un momento del reportaje Friedman dice que tiene “miedo”.

¿Miedo de qué?

“De que ya no fabricamos tantas cosas que China quiera comprar. Puede hacerlo casi todo, al menos más barato y, a menudo, mejor”.

Sí, Estados Unidos vende a China un dólar por cada cuatro dólares que Estados Unidos le compra a China. ¿Y qué le vende Estados Unidos a los chinos? Soja y otros productos agrícolas.

El péndulo va de regreso hacia donde estaba antes del campanazo de Colón.

Asia no es únicamente China y su liderazgo manufacturero, en inteligencia artificial, producción de energías limpias o de vehículos.

Leo a Ana Palacio, de El Mundo: India, el país más poblado del planeta, ha dejado de ser un gigante en pausa. Es la quinta economía mundial (pronto será la tercera), su PIB es de cuatro billones de dólares y crecerá este año 6.5 por ciento.

India es un centro tecnológico espectacular que, en producción informática y de comunicación, superará el billón de dólares este año.

Leo (y recomiendo) el libro Las Rutas de la Seda, del profesor de la Universidad de Oxford Peter Frankopan (Crítica), de quien tomo algunas citas –no necesariamente textuales– para ilustrar el músculo asiático:

Las reservas probadas de crudo del mar Caspio suman casi el doble de las de todo Estados Unidos.

En la frontera entre Kazajstán y Rusia, hay más de un billón de metros cúbicos de gas natural, además de gas licuado y petróleo.

Turkmenistán tiene aún más: 20 billones de metros cúbicos de gas natural bajo el subsuelo, y es la cuarta reserva más grande del mundo.

En el cinturón montañoso de Tian Shan, que abarca parte de Uzbekistán y Kirguistán, está la segunda reserva de oro más grande del mundo.

Kazajstán cuenta con berilio, disprosio y otras “tierras raras”, indispensables para fabricar teléfonos celulares, computadoras portátiles, baterías recargables, además de tener uranio y plutonio para producir energía nuclear (y ojivas).

Azerbaiyán es un país empapado en petróleo.

China abrió la chequera, a través de su Banco de Desarrollo, para tejer con seda y dinero la alianza con esas naciones, claves para la estabilidad regional y por sus riquezas minerales.

Dice Frankopan que en el mercado inmobiliario de Londres el gasto medio de los compradores procedentes de esos países (ex repúblicas soviéticas) es casi tres veces más alto que el de los compradores estadounidenses o chinos y hasta cuatro veces mayor que el de los compradores ingleses.

Hasta ahí el profesor Frankopan. El FMI y CEBR dicen que otros dos jugadores estarán entre las mayores economías del mundo dentro de poco: Indonesia y Vietnam.

De todas las economías que vienen empujando para situarse en los primeros lugares, ninguna es europea. Corea del Sur, Macao, Singapur, Qatar, Arabia Saudita, Israel, Kuwait, Emiratos Árabes… Hacia allá va el péndulo del poder económico.

Sin quitar a Estados Unidos, desde luego.

Los estudiosos de la economía y la geopolítica dicen que se gesta un nuevo orden que va a reconfigurar los organismos de cooperación, las alianzas y las instituciones internacionales.

¿Impondrá China un dominio capaz de relegar la universalidad de los derechos humanos, la democracia, la libertad de expresión?

¿Renunciaremos al más alto de los dones de Occidente, que es la soberanía personal de cada individuo, es decir nuestro libre albedrío?

Eso habrá que preguntárselo al oráculo de Delfos. Al de verdad, el próximo martes.

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