Nueva Era

La turba tras el Poder Judicial

El resultado de poner la justicia al gusto de las mayorías lo estamos viendo ahora en el propio EU, con decretos y disposiciones administrativas que han sido señalados como abiertamente ilegales.

Madrid.- Lo que populistas antidemocráticos de izquierda y de derecha, de Francia a México y a Estados Unidos, llaman “justicia popular”, no es otra cosa que la involución civilizatoria que regresa la justicia al contentillo de las turbas.

El Estado de derecho fue concebido, precisamente, para que la justicia no quede en manos de mayorías políticas ni en el griterío de las multitudes.

Contra eso es la rebelión populista que vemos en éste y en el otro lado del Atlántico: someter a los jueces al mandato de las turbas y terminar con la separación de poderes a fin de que impere “la justicia popular”. Es decir, la barbarie.

Están a prueba, con amplias posibilidades de derrumbarse, los pilares de un sistema basado en el derecho. Un personaje famoso es culpable de antemano si es antipático para una corriente política vocinglera, aunque resulte inocente.

O el político famoso está por encima de la ley si cuenta con el rugido de la turba que lo defiende o con el paraguas encubridor del gobierno populista.

Es lo que está a prueba en nuestros días: Estado de derecho o el retorno a la barbarie.

En Francia la turba salió a la calle a exigir que a Marine Le Pen le levanten el castigo de inhabilitación impuesto por un tribunal debido a que malversó fondos del Parlamento Europeo, pues la quieren de candidata presidencial en 2027.

Veremos si el Poder Judicial francés se dobla ante el empuje de la calle y resuelve dar marcha atrás a la sentencia que deja a la lideresa de Agrupación Nacional (RN) fuera de la carrera presidencial.

Marine Le Pen usó, en pagos a empleados de su partido en Francia, los cuatro millones 100 mil euros que el Parlamento Europeo le entregó para asesores en esa institución comunitaria con sede en Estrasburgo.

El domingo salieron a las calles de París los simpatizantes de Le Pen, y ella en su discurso se dijo víctima de un complot para descarrilarla en su lucha por la Presidencia, y repitió una y otra vez que los jueces no pueden poner y quitar candidatos porque eso le corresponde al pueblo.

¿Le suena familiar el argumento?

En Francia, por fortuna, en las calles no hubo personalidades de buena reputación del mundo intelectual que demandaran el “derecho a competir” de Le Pen, aunque sí hay dirigentes políticos que se han sumado a la cargada contra el Poder Judicial, pues temen el crecimiento de Le Pen con el fallo de inhabilitación.

Con claridad, el líder del partido de Emmanuel Macron, Renacimiento (Ensemble), Gabriel Attal, dijo que el mitin del domingo era, ante todo, “una manifestación contra la independencia del Poder Judicial”.

En Estados Unidos, en mayo de 2024, Donald Trump fue declarado culpable de 34 delitos graves, por falsificación de registros comerciales relacionados con un pago hecho a la actriz de cine para adultos, Stormy Daniels, durante su campaña presidencial de 2016.

Quedó sin castigo.

Fue acusado de cuatro cargos federales por presuntos intentos de revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020. Tras su victoria electoral del año pasado, el Departamento de Justicia decidió cerrar el caso, en línea con su política de no procesar a un presidente en funciones.

Igual, quedó sin castigo.

El resultado de poner la justicia al gusto de las mayorías lo estamos viendo ahora en el propio Estados Unidos, con decretos y disposiciones administrativas que han sido señalados como abiertamente ilegales.

Trump giró una orden para abolir la ciudadanía estadounidense adquirida por nacimiento. Se trata de una aberración inconstitucional que aún está por resolverse en las cortes.

¿Por qué lo hace? Porque con la fuerza de su popularidad cree que puede someter al Poder Judicial y convertirlo en un apéndice suyo, como ya lo es el Poder Legislativo.

Al cabo que con los casos en que resultó ileso, no obstante haber sido declarado culpable, aprendió que a él no le vienen con eso de que la ley es la ley.

La ola populista autoritaria, por lo que vemos en Turquía, Francia, Estados Unidos, Hungría y México, está lejos de perder intensidad.

Vivimos momentos determinantes en ambos lados del océano, y no sólo en el plano comercial, que ya es mucho.

Por lo que se observa, estamos próximos a perder libertades y valores esenciales para la convivencia civilizada. Si no se defienden, claro está.

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