Desde hace varios años, la entrega de un premio Nobel de la Paz no generaba tanta polémica. Los últimos cinco galardonados fueron: Nihon Hidankyo, Narges Mohammadi, Alés Bialiatski, el Memorial and Center for Civil Liberties, María Ressa y Dmitri Murátov, y el World Food Programme. ¿Los recordaba?
El otorgarlo acertadamente a la venezolana María Corina Machado, “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
Y haber “encabezado la lucha por la democracia frente al autoritarismo creciente en Venezuela”, abrió las puertas para debatir qué sistemas políticos son los que se están imponiendo o buscan imponerse en un mundo que camina hacia la multipolaridad, aunque Estados Unidos, que ha gozado de la hegemonía, se aferra a mantenerla.
Por eso, fue clave el argumento final de la disertación del comité sueco, que se puede leer en su página web del instituto de los premios Nobel, donde apunta: “pero la democracia también está en retroceso a nivel internacional.
La democracia —entendida como el derecho a expresar libremente las opiniones, emitir el voto y ser representado en un gobierno electo— constituye la base de la paz tanto dentro de los países como entre ellos”.
Y es que, en efecto, el autoritarismo se asoma peligrosamente en países de los cinco continentes, donde las instituciones democráticas que se habían pretendido erigir, sobre todo después de la Guerra Fría, ahora son acosadas insistentemente por grupos políticos que quieren perpetuarse en el poder.
El contexto de esa referencia fue lo que desató un histriónico debate a nivel mundial, incluida la opinión de presidentes y primeros ministros, que acaloradamente defendían la decisión de premiar a María Corina Machado, o bien, criticar y callar el merecimiento, asombrosamente, por defender la dictadura establecida en Venezuela desde 1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder, y después de su muerte lo heredó a Nicolás Maduro, hasta la fecha, quitándoles a sus ciudadanos la oportunidad de elegir quién quiere que los gobierne.
El Nobel de la Paz a María Corina Machado va más allá del otorgamiento a una figura política que ha luchado con coherencia a favor de la democracia en Venezuela, y enfrentando al Estado dictatorial con todo lo que eso significa, incluida la violación a todas sus garantías individuales.
Más allá de si su tendencia ideológica es de derecha o de izquierda, su capacidad de permanencia y consistencia desde que inició su trabajo social para combatir la pobreza en la niñez en 1992 ha sabido delinear un programa político por el cual ha luchado hasta el día de hoy, a pesar del acoso y amenaza hacia su libertad.
El debate refleja lo que está sucediendo en el mundo, entre democracias vs. autoritarismos.
Lo curioso, o paradójico, es que ahora la “izquierda” latinoamericana, aunque no toda, como es el caso de Brasil y Chile, apoya la dictadura venezolana, como lo suscriben, principalmente, México y Colombia.
¿Qué fue de aquellos tiempos, cuando las dictaduras eran repudiadas por los movimientos de izquierda, incluida la revolución cubana?
Las utopías, que eran sinónimo de democracia, libertad social, contrapesos, ahora se han visto eclipsadas por grupos en el poder que buscan imponer una sola visión, basada en el control ideológico y de las instituciones del Estado, es decir, el autoritarismo.
Ahora, quienes se dicen de “izquierda” apoyan dictaduras que, de manera anticonstitucional, controlan a sus pueblos.
Es el caso de Venezuela, Nicaragua y Cuba, cuya ideología ha llegado a su fin, dando paso a un férreo control de la mano del ejército y la represión y no del voto libre.
Hay otros países autoritarios, como en Rusia y China, donde las libertades dependen no del individuo, sino de lo que imponga el poder gobernante.
Según el Democracy Report 2025, 91 países son gobernados por autocracias (incluso más que las democracias, que suman 88). Es decir, el 72% de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios, lo que equivale a 5.8 mil millones de personas, aproximadamente.
Los regímenes autoritarios generan cerca del 46% del PIB mundial, lo que les da creciente influencia económica y política. Ojo, porque a México lo colocan como un régimen híbrido, una mezcla de democracia y autoritarismo.
Estamos viviendo un debate interesante, no sobre si gobierna la izquierda o la derecha por la vía democrática, es decir, elecciones libres, equitativas y transparentes.
Sino entre Estados autoritarios en busca de poder absoluto, o aquellos que siguen apostando por la democracia como el mejor mecanismo, hasta ahora, para que la sociedad se desarrolle en paz y progreso.
El premio Nobel de la Paz a María Corina Machado destapó dos visiones opuestas que se disputan el poder en el mundo y, al parecer, lamentablemente, va ganando el autoritarismo.