Trópicos

Carlos Alcaraz vs. Fernández Noroña: Match Point

Políticos como Gerardo Fernández Noroña han existido y existen en todos los partidos del mundo, y su daño su daño es mayor a lo que aportan a la sociedad.

Que me disculpe Carlos Alcaraz por la comparación, pero lo que acaba de demostrar con su actitud, discurso y generosidad, después de ganar el último abierto de los Estados Unidos, y que lo coloca como el mejor tenista del mundo, es digno de reconocerle como un líder nato y del cual muchos políticos mexicanos y de todo el mundo deben aprender.

Los verdaderos líderes no son comunes y se asoman de vez en cuando en áreas del deporte, la política, la cultura, el sector empresarial, y cuando esto sucede, hay que abrirles el camino por el bien de todos. Uno de los principales aspectos que los distingue es que cuando logran triunfar, se vuelven más humildes, agradecen el trabajo en equipo, transmiten respeto, pero al mismo tiempo, respetan lo que hay a su alrededor, por ejemplo, a sus seguidores. Evitan cometer deslices, cuidan su imagen y, cuando pierden, reconocen los méritos del otro.

Los líderes son figuras públicas, y eso muchos no lo entienden. Es fácil confundir la fama con el liderazgo, lo cual los lleva a cometer estupideces frecuentes.

Es común que deportistas, con el tiempo, decidan involucrarse en asuntos políticos, aunque muchos de ellos lo hacen más bien por la popularidad que los proyecta. Este impacto en las masas ha sido útil para los partidos políticos porque son aspiradoras de votos. Algunos famosos de la farándula también se suman a estos defectos de las democracias.

En México, hemos visto el desafortunado caso de Cuauhtémoc Blanco. Que más allá de ser un gran goleador, lo último que fue, es ser un líder: siempre se retrató como alguien vulgar, misógino, bravucón, ignorante. No obstante, llegó a ser gobernador de Morelos por Morena.

El problema es que muchos individuos públicos se confunden, y creen que son líderes, cuando lo que realmente practican es la charlatanería profesional, es decir, venden humo a expensas de hipnotizar mentes vulnerables. Algunos poseen atributos particulares, como, por ejemplo, incendiar con su discurso y actos plazas públicas, como es el caso de Fernández Noroña, quien ha logrado visibilidad mediática, a pesar de su escaso talento político.

A su corta edad, la mente de Alcaraz no solo ha ido madurando para triunfar, sino también para convertirse en un referente de miles de personas, sobre todo niñas, niños y jóvenes, tanto para quienes quieren ser tenistas profesionales como para quienes buscan inspiración. Se sabe que el murciano de 22 años es disciplinado, meticuloso y perfeccionista para alcanzar sus logros profesionales, pero al mismo tiempo es amable, respetuoso y sensato.

Muy al contrario de lo que promulga un personaje como Noroña, que a pesar de que ha tenido buenos sueldos como funcionario público, desmenuza como trofeos sus viajes a NY, chuleando fotografías donde aparece semidesnudo y en hoteles 5 estrellas, se vanagloria de viajar en helicóptero por Roma y presume su supuesto “buen” gusto en la decoración de una casa con valor de 12 millones de pesos y cuya adquisición ha sido sumamente cuestionada.

Dice que viaja en business class porque no cabe en los asientos de clase turista y mata las horas en los salones VIP de los aeropuertos. Moraleja: mientras se viste folclóricamente, se mete en tinas de porcelana en la Gran Manzana.

Alcaraz, antes de levantar el trofeo en el US Open, recibió el cheque correspondiente de 5 millones de dólares; lo primero que hizo fue apartarlo de las cámaras con vergüenza. Después, agradeció a su rival que perdió no solo uno de los torneos más importantes del serial, sino que con esta derrota, dejó de ser el número uno.

Con una gracia y sinceridad natural, se deshizo en elogios hacia el italiano Jannik Sinner. Posteriormente, agradeció a su equipo y familia, aceptando que sin ellos él no estaría ahí; continuó, agradeció a los organizadores por el trato que les dan a los tenistas y remató las clases de humildad, quedándose a convivir un rato con las niñas y niños recogepelotas, reconociendo su labor.

Esa modestia no se le ha visto nunca a Noroña. Su supuesta autoridad moral e intelectual, que él solo ve en sí mismo, como suele ocurrir con los ególatras, lo ha mandado a la lona política. Como él, han existido y existen muchas y muchos en todos los partidos políticos de todo el mundo, y su daño es mayor a lo que aportan a la sociedad… o dígame usted, ¿quién fuera Fernández Noroña sin el arrastre de López Obrador, quien encumbró a cientos de oportunistas incluso cuando él perdía elección tras elección? ¿Qué aporte han hecho a la sociedad aquellos noroñas, a quiénes inspiran, a quiénes guían?

Mientras Carlos se ha convertido en una inspiración, Noroña, quien hasta hace poco fuera el presidente del Senado, ha obtenido, por desgracia, esa importantísima institución dentro de los poderes del Estado mexicano gracias a la única práctica de la que tiene gracia: el pataleo.

Sería bueno que diera marcha atrás e hiciera caso a lo que alguna vez dijo Winston Churchill: “A la nación le resultará muy difícil admirar a los líderes que mantienen sus oídos en el suelo”.

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