Trópicos

No habrá Tercera Guerra Mundial

La salida abrupta de Donald Trump de la cumbre del G7 por urgencias relacionadas con el conflicto en Oriente Medio apunta a que su objetivo es la caída del régimen ayatolá, liderado por Alí Jamenei.

Muchos nos preguntamos si estamos en la antesala de una Tercera Guerra Mundial después de la escalada del conflicto en Oriente Medio entre Israel e Irán, dos fuerzas militares importantes en la región.

La respuesta es no. Porque ninguna potencia global está dispuesta, en el corto y mediano plazo, a apostar por una nueva lucha armada bajo esas características, sobre todo cuando reposan bajo los subsuelos de una decena de países miles de ojivas nucleares.

Un paso hacia ese escenario sería devastador para la humanidad. Recordemos que la rendición final de Japón, que formaba parte de las potencias del Eje, junto con Alemania e Italia, en la Segunda Guerra Mundial, fue a causa de una destructiva bomba nuclear. Hoy en día, iniciar una guerra utilizando esas demenciales armas, más allá de disuadir a cualquier país, equivaldría a lo contrario.

El gobierno de Israel argumenta que Irán ha estado muy cerca de desarrollar un arma nuclear y, en consecuencia, la estabilidad de la región de Oriente Medio corre peligro. Al mismo tiempo, está en riesgo la preponderancia judía en la zona, que a fin de cuentas es lo que quiere imponer Benjamín Netanyahu, un líder que pasará a la historia como un promotor de la muerte y los excesos tras haber cruzado los límites hacia el genocidio. Su legado está condenado.

Esa misma lógica utilizó el gobierno de Rusia sobre Ucrania, aunque bajo un contexto distinto. Vladímir Putin advirtió a Zelenski que, si permitía a la OTAN, es decir, a Occidente, establecer bases militares en su territorio, amenazaría su seguridad nacional y hegemonía en la región. En respuesta, al evaluar la inminencia de que sucedía, invadió y atacó Ucrania con decenas de civiles muertos.

Israel no va a permitir, y está aprovechando perfectamente los también excesivos actos inhumanos del grupo terrorista Hamás, para justificar sus ataques, y de esta forma redefinir la historia en Oriente Medio, y ser ellos quienes lideren la región sin contrapesos sustanciales.

Las nuevas potencias en el marco de un mundo multipolar están forzando a que, dentro de las diversas regiones, las fuerzas medias se midan ante sus vecinos. Por eso Irán había emprendido la osada pretensión de tener, cuanto antes, sus propias armas nucleares y así proteger el islamismo ante el sionismo.

Israel inició una ofensiva militar fríamente calculada hacia Irán hace apenas seis días. Primero mató a militares y científicos encargados del desarrollo nuclear. De hecho, apenas ayer, el Organismo Internacional de la Energía Atómica reconoció que Israel ha menguado la infraestructura nuclear iraní, uno de sus principales objetivos. Pero, al parecer, la dupla Netanyahu-Trump va a ir más allá.

La salida abrupta de Donald Trump de la cumbre del G-7 por urgencias relacionadas con el conflicto en Oriente Medio apunta a que su objetivo es la caída del régimen ayatolá, en el poder desde hace 45 años, y actualmente liderado por Alí Jamenei.

Este personaje es clave para entender la esencia de Irán desde que se concretó la Revolución Islámica en 1979, la cual puso fin al también régimen represor de Reza Shah Pahlavi, alineado a los intereses de Occidente. En la actualidad, Jamenei funge como jefe de Estado y comandante en jefe del Ejército, que incluye al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán. Su posición lo convierte en una figura con un sinfín de poderes religiosos, políticos y sociales, que lo hacen rayar en el misticismo, sobre todo para la mayoría de los jóvenes.

Antes de él, solo ha habido otro ayatolá, Ruhollah Jomeini, quien murió en 1989. Pero los líderes iraníes no han dejado de ser extremistas; recordemos que Jomeini envió una primera fetua que llamaba a la ejecución del escritor angloindio Salman Rushdie.

Ya con Alí Jamenei, se profundizó la idea de la República Islámica y el rechazo al Estado de Israel en general y a todo lo que provenga de Occidente, incluido el rechazo al sistema democrático. Por si fuera poco, han alimentado y auspiciado la existencia de grupos terroristas, como Hezbolá y Hamás.

No obstante, el derrocamiento de la República Islámica de Irán no será tarea fácil, en primer lugar porque la sociedad iraní podría resistir y salir a las calles para combatir fuerzas extranjeras, y en segundo lugar, porque la crítica global hacia Netanyahu ha debilitado sobremanera su liderazgo. Además, los grupos terroristas podrían crecer y reacomodarse como fuerzas alternas a esos regímenes anclados en el fanatismo religioso, lo cual podría traer dificultades extras más allá de Oriente Medio.

El multilateralismo nuevamente está a prueba y el nuevo orden multipolar se encuentra frente a retos existenciales, ya que, aunque ninguna potencia quiere enfrentar una Tercera Guerra Mundial, sí hay quienes van a impedir por muchas vías beligerantes perder su actual relevancia, llámese China, Rusia, Estados Unidos o Europa.

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