Innovación, Clima y Capital

Veracruz, innovar después del desastre

El estado, que es uno de los que tienen mayor pobreza del país, enfrenta pérdidas estimadas en más de dieciocho mil millones de pesos solo en infraestructura y vivienda.

En Veracruz el agua volvió a ser tragedia. Se reportan ochenta fallecidos y dieciocho personas desaparecidas tras lluvias intensas. No fue una sorpresa, sino la repetición de vulnerabilidades conocidas. Drenajes obstruidos por basura, permisos de construcción en zonas de riesgo, despale y urbanización desordenada que eliminó humedales y manglares. Veracruz, uno de los estados con mayor pobreza del país, donde más del cuarenta por ciento de la población vive por debajo de la línea de bienestar, enfrenta pérdidas estimadas en más de dieciocho mil millones de pesos solo en infraestructura y vivienda, lo que el gobierno ha presupuestado no alcanza ni para un estado.

Ese corredor litoral ya había sido identificado como de mayor propensión a desastres naturales desde 2017. Para Veracruz, donde las consecuencias han sido más graves, el sistema de alerta mostraba que se encontraba en un perfil de riesgo mucho más elevado que el de otros estados del sur de México. El Atlas de Riesgos estatal 2023 confirma los peligros hídricos, pero su aplicación en la planeación urbana es más un deseo que una realidad. A la fragilidad territorial se sumó la institucional. La desaparición del FONDEN y de otros fideicomisos dejó la reconstrucción en manos de presupuestos locales que rara vez alcanzan para responder.

A ello se sumó una decisión crítica. La gobernadora no renovó la póliza estatal contra desastres. Milenio documentó que la póliza venció el 30 de mayo de 2025 y no se renovó. En medio de lluvias históricas, la consecuencia fue dejar a la población sin cobertura. La Estrategia Regional de Adaptación al Cambio Climático del Sur Sureste también planteaba articular políticas rurales, urbanas y costeras bajo un fondo regional, pero nunca pasó del papel. Mientras tanto, avanza la ampliación del puerto de Veracruz, un proyecto que expertos advierten afectará al Sistema Arrecifal Veracruzano, el mayor del Golfo de México. Ese arrecife es una barrera viva que amortigua tormentas y marejadas.

La reconstrucción de Veracruz debe inspirarse en la naturaleza. Restaurar los buffers naturales no es un gesto ambientalista sino una política de seguridad. Los manglares y humedales costeros funcionan como diques vivos que reducen más del sesenta por ciento del impacto de las marejadas y almacenan carbono. Veracruz ha perdido más del treinta por ciento de sus manglares originales por expansión urbana y turística. Recuperarlos protege vidas y ahorra millones en infraestructura. No basta con repartir despensas después del desastre.

El mantenimiento urbano es el segundo frente. Un drenaje limpio salva más que una represa sin cuidado. La limpieza programada con participación ciudadana debería ser obligatoria. Los colapsos se repiten por basura, desmonte y descoordinación entre municipios. Publicar datos abiertos sobre redes de desagüe, obras en curso y mapas de riesgo fortalecería la rendición de cuentas y el cambio cultural que Veracruz (y México) necesita.

La tercera tarea es financiera. Ninguna comunidad resiste sin una red económica que la sostenga. Más allá de los seguros, se necesitan créditos accesibles y programas de asistencia técnica que ayuden a pequeños negocios a adaptarse antes, no después, de los desastres naturales. Un fondo de contingencia con reglas claras, microcréditos de restablecimiento y esquemas de apoyo a emprendimientos locales permitirían que la economía doméstica no se hunda con la próxima tormenta. Invertir en adaptación reduce pérdidas. Cada dólar invertido puede ahorrar hasta siete en daños evitados y recuperación posterior.

El cuarto eje es proteger el arrecife y el litoral. El Sistema Arrecifal Veracruzano no solo es patrimonio natural, es infraestructura de riesgo sin costo. Actúa como un muro vivo que disipa más del 90% de la energía de las olas. Cualquier expansión portuaria que altere su equilibrio destruye una defensa natural. Detener las obras hasta cumplir las sentencias ambientales y las evaluaciones acumulativas no es frenar el desarrollo, sino hacerlo posible.

Veracruz puede inspirarse en quienes ya aprendieron a convivir con el agua. Róterdam, construida bajo el nivel del mar, transformó sus plazas en parques que funcionan como reservorios durante las lluvias. Copenhague siguió el mismo camino después de sufrir una tormenta que causó daños por más de mil millones de dólares. Rediseñó calles para transportar el agua, construyó túneles de retención y adoptó estándares de infraestructura azul-verde. Hoy, ninguna obra se autoriza sin evaluar cómo responderá al próximo evento extremo. A ello se suman los sistemas predictivos con inteligencia artificial, capaces de anticipar inundaciones, activar alertas tempranas y orientar decisiones sobre evacuación, crédito y asistencia técnica, fortaleciendo así la capacidad de adaptación de hogares y pequeños negocios.

Si Veracruz integra ciencia, innovación, ordenamiento, seguro y crédito inclusivo, más que sobrevivir, aprende. La próxima vez que llueva fuerte, la ciudad no solo resiste. La ciudad funciona. La urbanización del futuro debe convivir con el agua, no solo tratar de expulsarla. Restaurar manglares, proteger el arrecife, dejar zonas de amortiguamiento, usar suelos permeables, instalar sensores, limpiar los drenajes, todo junto. Veracruz y todo México no necesitan más promesas tras la tormenta (o nuevas carpetas de investigación) sino innovación, emprendimiento y alianzas antes de la próxima.

Nelly Ramírez Moncada

Nelly Ramírez Moncada

Especialista en desarrollo internacional con más de dos décadas de experiencia en América Latina y África.

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