Innovación, Clima y Capital

El calor extremo ya es un riesgo laboral

Millones de personas trabajan bajo el sol en México y enfrentan golpes de calor, enfermedades y pérdida de ingresos. Nelly Ramírez Moncada advierte sobre el costo de no actuar, y propone soluciones tecnológicas.

A las y los trabajadores anónimos que sudan cada día por sostener la economía mexicana

En Mérida cada verano escuchamos sobre personas hospitalizadas por golpes de calor. Aunque trabajaba en interiores con aire acondicionado, los apagones eran frecuentes y en mi colonia más de una vez alguien tuvo que ser trasladado de urgencia por falta de ventilación. Si esto ocurre entre quienes vivimos bajo techo, ¿qué pasa con quienes trabajan al aire libre?

En México, millones de personas lo hacen. En los últimos meses he conversado con personas que trabajan al aire libre y estas son algunas de las historias que me han marcado. En Yucatán, Pedro coloca concreto en calles sin sombra donde el termómetro supera los 45 °C. Me contó que cada semana sufre migrañas intensas que antes no tenía. En Sonora, Sandra limpia vidrios en techos metálicos con más de 50 °C de sensación térmica; lleva meses con alteraciones en su ciclo menstrual que su médica atribuye al calor extremo. En Veracruz, un jornalero perdió el conocimiento después de ocho horas continuas bajo el sol, sin acceso a sombra ni pausas. No son excepciones. Son la norma en un país que se calienta más rápido que el promedio global. Entonces, ¿por qué seguimos actuando como si esto fuera un problema menor?

Lo que no se mide también importa. Muchas muertes vinculadas al calor no figuran en las estadísticas. En México, el subregistro de fallecimientos por estrés térmico es alarmante, y puede ser tan letal como el calor mismo. Esperar a que se acumule evidencia irrefutable o titulares trágicos para actuar es un sinsentido. Ya vivimos en un país donde el calor es una amenaza laboral.

La evidencia es contundente: arriba de 35°C, la productividad baja. A 40 °C, puede caer hasta un 50%. Según la OIT, para 2030 el estrés térmico podría traducirse en la pérdida de 80 millones de empleos a tiempo completo, afectando principalmente los sectores agrícola y construcción. En México, eso significa pérdidas de hasta 6.7% del PIB en las regiones más expuestas. Las pequeñas empresas (corazón de nuestra economía) que dependen de esta fuerza laboral y no tienen márgenes para adaptarse también están viendo afectadas sus operaciones, ingresos y estabilidad. Aun así, menos del 7% del financiamiento climático global se destina hoy a adaptación. Seguimos creyendo que el calor es un tema de “aguantar”.

Este tipo de trabajo no se puede hacer en remoto ni reemplazar por inteligencia artificial. Literalmente sostiene nuestras industrias, alimentación, servicios, comercio. Quienes lo hacen son, en su mayoría, personas en condiciones de vulnerabilidad. Para las mujeres, la exposición es doble, trabajan en condiciones adversas y cargan con tareas de cuidado agravadas por las olas de calor, pierden hasta un 19% de sus horas de trabajo remuneradas y aumentan sus labores domésticas no remuneradas hasta en 90 minutos durante estos eventos.

La buena noticia es que hay soluciones. En Dubái, los parques industriales monitorean en tiempo real las condiciones térmicas con sensores que ajustan turnos automáticamente. Japón ha desarrollado materiales reflectantes que reducen el calor sin depender de aires acondicionados. En Corea del Sur, trabajadores de reparto usan chalecos refrigerantes que estabilizan la temperatura corporal y previenen enfermedades. En India, la organización SEWA (Self‑Employed Women’s Association) lanzó en 2023 el Seguro contra el Calor Extremo, que cubre miles de mujeres trabajadoras informales; recolectoras de basura, vendedoras ambulantes y salineras en Gujarat. Con un esquema paramétrico, activa pagos automáticos cuando se registran valores altos de temperatura, sin necesidad de comprobación médica. Esto mitiga el hecho de que las mujeres enfrentan jornadas extensas sin descanso y, durante el calor extremo, pueden ver reducidos sus ingresos diarios en un 40–50 %.

Son muchas las soluciones tecnológicas y financieras, mochilas de hidratación inteligentes, estaciones móviles de sombra, seguros paramétricos, modelos predictivos de exposición térmica, líneas de crédito para infraestructura laboral resiliente. También, propuestas para habilitar cuentas de ahorro para emergencias médicas por estrés térmico y alianzas entre startups, empresas constructoras y gobiernos locales.

México tiene todo para liderar su adaptación, no sólo como usuario, sino como productor, los emprendedores, innovadores, están ahí, perfectamente capaces de adaptar, inventar, innovar, y poner soluciones escalablaes y accesibles en el mercado que pueden mitigar el impacto del calor. Lo que falta es decisión. Apostar por estas soluciones no es solo cuidar a los trabajadores. Es proteger la productividad del país. ¿Por qué no convertir al país en un referente de innovación en salud y seguridad laboral climática? ¿Por qué no desarrollar líneas de financiamiento, alianzas con startups y fondos de impacto que fortalezcan este ecosistema?

Evitar demandas laborales, sanciones regulatorias y daños reputacionales. Pero sobre todo, es actuar con ética y coherencia, no podemos seguir construyendo un país sobre cuerpos agotados, deshidratados y desprotegidos. El calor seguirá aumentando, pero también puede hacerlo nuestra capacidad de respuesta.

Ignorar esta realidad nos convierte en cómplices silenciosos de una tragedia que podemos evitar. Tenemos la tecnología, el talento y las ideas. Falta voluntad. Esa empieza por no mirar hacia otro lado cuando el calor ya está cobrando vidas.

Nelly Ramírez Moncada

Nelly Ramírez Moncada

Especialista en desarrollo internacional con más de dos décadas de experiencia en América Latina y África.

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