Innovación, Clima y Capital

El dilema del clima: cómo la IA puede salvar o excluir

Herramientas, que combinan IA, sensores y datos satelitales, están cambiando la lógica de la respuesta climática, no se trata solo de reconstruir después, sino de proteger antes.

Para algunos, los robots y sistemas inteligentes son una amenaza; para otros, una esperanza. El debate sigue abierto. Pero cuando hablamos de cambio climático, estas tecnologías comienzan a ofrecer soluciones concretas. En sectores como el del clima y los seguros, donde las grietas ya son evidentes, su uso puede marcar una diferencia real.

Los riesgos no son hipotéticos. Según el Global Risks Report 2024, los eventos climáticos extremos encabezan la lista de amenazas globales. No es un problema del futuro: en 2017, tres huracanes causaron daños por 265 mil millones de dólares en EU. Para 2050, las empresas del S&P Global 1200 podrían enfrentar pérdidas de hasta 1.2 billones de dólares al año por riesgos físicos, incluso con reducción de emisiones.

Frente a este panorama, la tecnología puede marcar una diferencia real. En Bangladesh, un modelo predictivo desarrollado por Start Network y el gobierno local anticipó con cinco días de antelación una crecida del río Jamuna. Esa información activó transferencias de efectivo a más de 4 mil familias antes de que ocurriera la inundación. Con ese margen de tiempo, muchas personas pudieron resguardar bienes, reforzar sus casas o simplemente salir a tiempo. Herramientas, que combinan IA, sensores y datos satelitales, están cambiando la lógica de la respuesta climática, no se trata solo de reconstruir después, sino de proteger antes. Lo verdaderamente disruptivo no es solo la precisión del pronóstico, sino su capacidad de generar acción oportuna. Startups como Reask, Atmo o WindBorne están rediseñando los sectores de seguros, agricultura y defensa mediante predicciones hiperlocales y monitoreo atmosférico en tiempo real. La evidencia es contundente, una persona que recibe apoyo financiero antes de un desastre tiene siete veces más probabilidades de superarlo con éxito.

Sin embargo, esta evolución tecnológica plantea una paradoja. A medida que el análisis de riesgo se vuelve más sofisticado, también crece la posibilidad de que las aseguradoras y prestadores se retiren de zonas de alta exposición o aumenten sus primas, dejando fuera precisamente a quienes más necesitan protección. En lugares como California y Florida esto ya ocurre, en países en desarrollo la desigualdad en el acceso a seguros amenaza con profundizarse. En lugar de servir para ampliar coberturas, los datos podrían terminar protegiendo balances corporativos, no necesariamente a las personas. Por eso, urge impulsar soluciones más inclusivas. Los seguros paramétricos, que se activan automáticamente ante indicadores como lluvia o temperatura extrema, ofrecen una respuesta simple y oportuna, sobre todo cuando cuentan con respaldo público o multilateral. También las cajas de ahorro comunitarias, apoyadas por fondos de emergencia y sistemas de alerta temprana, pueden fortalecer la resiliencia desde lo local. Las transferencias anticipadas de efectivo, como las que impulsa la Cruz Roja o el Programa Mundial de Alimentos, han demostrado que la preparación previa marca la diferencia cuando se combina con datos precisos. Fintechs, cooperativas y bancos de desarrollo también pueden diseñar productos híbridos que combinen ahorro, microseguro y asistencia técnica, pensados para quienes hoy siguen fuera del sistema. Tecnologías como la que desarrolla Atram.ai , que permite visualizar y cuantificar en tiempo real el riesgo climático, emitir alertas interactivas y preparar planes de emergencia, están ampliando el acceso a información crítica para actuar antes del desastre. En medio de todo esto, no hay que perder de vista que quiénes tienden a buscar, con mayor determinación, herramientas para proteger sus hogares y comunidades, son las mujeres, con frecuencia las primeras en tomar acción cuando la seguridad de sus familias está en riesgo.

Por primera vez, la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2024 incorpora el riesgo climático como parte de la ecuación de inclusión financiera, reconociendo el impacto de los choques climáticos en la vida económica de las personas. Esto ocurre en un contexto en el que México ha vivido de forma acelerada los efectos de la crisis climática, el huracán Otis devastó Acapulco en octubre de 2023, dejando pérdidas multimillonarias y miles de hogares sin protección. En paralelo, regiones del norte del país enfrentan sequías prolongadas que afectan el suministro de agua y la producción agrícola, y estados como Tabasco y Veracruz siguen siendo azotados por inundaciones recurrentes. Desde hace décadas, el país ha experimentado un aumento sostenido en la frecuencia e intensidad de estos eventos, sin redes financieras de protección adecuadas.

Necesitamos mejores datos, sí, pero también mejores políticas y un compromiso real por vincular la innovación tecnológica con soluciones que lleguen a todos. No se trata de si podemos darnos el lujo de cambiar. Se trata, más bien, de si podemos darnos el lujo de no hacerlo.

Nelly Ramírez Moncada

Nelly Ramírez Moncada

Especialista en desarrollo internacional con más de dos décadas de experiencia en América Latina y África.

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