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La brecha del retrete: cuando aprender depende de un baño

Que las escuelas tengan baños no deberían ser una carga para estos comités conformados por padres y madres de familia, ni tampoco un tema pendiente en los escritorios de los diputados y diputadas.

Ayer se conmemoró en el mundo el Día del retrete. Un invento del cual se tienen datos de su existencia de hace más de 5000 años, pues en ciudades como Harappa y Mohenjo-Daro, en el Valle del Indo, ubicadas hoy entre Pakistán e India se contaba con letrinas conectadas a canales subterráneos. En 1596 Sir John Harington, un poeta satírico cortesano de la Reina construyó un retrete con un tanque de agua elevado como dispositivo para expulsar desechos fuera de las viviendas hacia pozos sépticos en la tierra y en 1775 Alexander Cummings patentó el inodoro como lo conocemos hoy día con un sistema de sifón en S que reduce olores.

Hablar del baño puede parecer trivial o incluso incómodo, sin embargo, hoy día es un referente de desigualdad, pues algo que resulta cotidiano o incluso dado por sentado para muchas personas, sigue siendo un privilegio en vez de un derecho garantizado.

En México, en pleno siglo XXI, hay casi 6,000 escuelas que no cuentan con baño y 56,000 que lo tienen, pero que no lo pueden usar porque no cuentan con acceso a agua corriente. Esto se traduce en que no se cuenta con el servicio en el 44.7% de las primarias indígenas, en el 62.3% de las primarias comunitarias y en el 27.3% y 63.7% de las telesecundarias y las secundarias comunitarias respectivamente, así como en el 35.5% de los planteles estatales de media superior (MEJOREDU 2022).

Queremos que los niños y niñas aprendan pero asisten a escuelas en donde lo básico no está garantizado. Y si bien es un tema que afecta a todas y todos, son las niñas quienes se ven doblemente afectadas cuando tienen sus periodos menstruales sin poder gestionarlos de la manera adecuada.

Y es que además de información y productos menstruales, necesitan baños con agua, papel, jabón, botes de basura y privacidad adecuada, es decir, separación por género. En Durango y Guerrero, por poner un ejemplo, casi el 30% de los baños son mixtos. La falta de instalaciones adecuadas repercute en el 43% de las estudiantes que prefiere no asistir a la escuela mientras menstrua. (UNICEF 2024)

En cuanto a nuestras legislaciones, son apenas dos estados de la República –Sonora y Puebla- los que consideran el tema de la infraestructura sanitaria en sus leyes de educación, aunque se espera que sean cada vez más los que le ponen atención al tema. También los legisladores y legisladoras federales cada vez muestran más interés y no se descarta que alguna iniciativa de las muchas que se han presentado desde 2021 por fin vea la luz de la aprobación.

Mientras tanto, la responsabilidad de la infraestructura sanitaria ha sido delegada a las comunidades escolares y presupuestalmente se atiende con el programa La Escuela es Nuestra (LEEN). El Comité Escolar de Administración Participativa (CEAP) elegido, decide y ejecuta las obras con el recurso que les entrega la Federación.

Que las escuelas tengan baños no deberían ser una carga para estos comités conformados por padres y madres de familia, ni tampoco un tema pendiente en los escritorios de los diputados y diputadas. Es algo urgente porque vamos 5,000 años atrás. La historia del retrete comenzó como un acto de civilización, de cuidar la salud y la dignidad y actualmente es un recordatorio de lo que nos falta. La brecha del retrete es una brecha más para las niñas y niños y debemos ser capaces de cerrarla.

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