En el ciclo escolar 2023-2024, inició en todas las escuelas del país, la implementación de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), un modelo curricular radicalmente distinto a los anteriores. Como suele ocurrir con reformas de gran calado, los desafíos no tardaron en aparecer: los cambios diseñados desde el escritorio enfrentan la dura prueba de permear en la práctica cotidiana de las aulas.
Mexicanos Primero ha realizado el estudio Voces desde el aula: La Nueva Escuela Mexicana en la experiencia docente, un acercamiento profundo y cuidadoso con maestras, maestros y directores en cuatro estados del país, varios de ellos en situación de violencia extrema: Sinaloa, Michoacán, Jalisco y Yucatán. En el estudio se documenta la percepción de los principales actores de esta reforma. Los hallazgos son reveladores para quienes piensan en la educación no solo como política social, sino también como inversión estratégica en el desarrollo de las personas en México.
Primero, se identifica una gobernanza débil; aunque se consultó a docentes en el diseño de la NEM y de los nuevos libros de texto, la implementación se percibió apresurada y sin acompañamiento. La falta de continuidad de las reformas educativas en cada sexenio genera incertidumbre que inhibe la inversión de tiempo, energía y compromiso de las y los docentes. Segundo, pertinencia parcial, pues el modelo basado en proyectos vinculado al contexto comunitario que plantea la NEM tiene buena aceptación, especialmente en lo socioemocional. Sin embargo, existen vacíos importantes en aprendizajes clave como lectoescritura y matemáticas, que en ningún país deben quedar relegados, ni mucho menos abandonados de un marco curricular.
En relación con la formación, esta se percibe insuficiente, pues el acompañamiento pedagógico fue mínimo y tardío. Ante la ausencia de una estrategia sólida de formación docente, muchos recurrieron a recursos informales en redes sociales y a plataformas de desarrollo de proyectos con el uso de inteligencia artificial que les ayudarán a orientar el uso del tiempo ante la ausencia de un marco orientador. Una política pública sin inversión sostenida en profesionalización, difícilmente logrará resultados consistentes.
Ni qué decir de los libros de texto que se plantearon como un cuello de botella. Los retrasos en la distribución, la falta de materiales para estudiantes con necesidades educativas especiales y los cuestionamientos a la calidad de los contenidos, evidenciaron que la logística y la pertinencia de los insumos son un componente crítico de cualquier reforma. Aunque este tema parece mostrar ciertos avances en el siguiente ciclo escolar que arranca el 1 de septiembre, merece poner toda la atención. Tener los materiales en el aula y a tiempo requiere de un esfuerzo colectivo, pero también responsable.
Fortalecer la formación docente, garantizar continuidad curricular más allá de cambios de gobierno, mejorar la provisión de materiales educativos básicos y tecnológicos, y optimizar los Consejos Técnicos Escolares como espacios de aprendizaje colaborativo, es materia urgente de atender por encima de cualquier política ideológica. Si bien la NEM busca transformar la enseñanza, su implementación en educación básica ha exhibido deficiencias de planeación, comunicación y recursos.
Para un país que aspira a elevar la productividad y la competitividad con una agenda como lo muestra el ejecutivo federal, lo que ocurra en estas aulas es decisivo: allí se juega el futuro de México.
La educación básica no suele aparecer en los reportes de riesgo país, pero debería. Lo que hoy ocurre en las aulas mexicanas impactará directamente en la capacidad de las próximas generaciones para integrarse al mercado laboral, innovar, emprender y sostener el crecimiento económico que tanto se plantea en la agenda del gobierno actual.
El modelo curricular vigente definirá qué tipo de competencias tendrán los futuros trabajadores, emprendedores y ciudadanos. Ignorarlo es subestimar el factor más estratégico de competitividad: el talento. La educación es la inversión de mayor retorno y su gestión debe ser observada con el mismo rigor que cualquier otro indicador macroeconómico.