Fernando Ruiz, Director de investigación en Mexicanos Primero.
El pasado 25 de abril presentamos nuestro reporte “Aprender a estar bien. Estar bien para Aprender” en donde hacemos un llamado: que la educación socioemocional sea un eje central en la trasformación de las prácticas de aprendizaje tradicionales que actualmente se dan en las escuelas públicas de nuestro país.
En el reporte presentamos evidencia de cómo las emociones afectan el aprendizaje de las y los estudiantes. Las investigaciones sobre aprendizajes apuntan a identificar una fuerte correlación entre ambas dimensiones. Uno de los hallazgos es que la tristeza (reportada por los estudiantes) está vinculada a un menor aprendizaje en las escuelas. Dentro de una muestra de niñas y niños de 10 a 15 años, el promedio de aciertos en Lectura entre aquellos que “rara vez están tristes” fue de 78%, lo que contrasta con el 58% de aquellos que “siempre están tristes”. En matemáticas la brecha es de 48% contra 36%.
También identificamos que la convivencia escolar es un recurso valiosísimo para el bienestar y el aprendizaje de las niñas, niños y jóvenes. El regreso a las clases presenciales ayudó a mejorar el estado de ánimo de los estudiantes y sus resultados de aprendizaje en lectura y matemáticas. Pero esta mejora está más correlacionada con el hecho de que se sintieron mejor. Es posible que esa situación les ayudara a prestar más atención o estuvieron más receptivos a las clases de sus maestros.
Sin embargo, dicha mejora no fue suficiente. En primer lugar, porque fue resultado del reencuentro con amigos y compañeros y no de un cambio en las prácticas de enseñanza de los maestros. Y en segundo porque el deterioro del bienestar familiar parece estar afectando a los estudiantes.
Y es que el mayor riesgo de padecer ansiedad generalizada se encuentra entre las y los estudiantes cuyas familias reportan más peleas en el hogar. Así es, las familias mexicanas enfrentan duras situaciones cada año. De acuerdo con datos oficiales, hasta 22 millones de personas sufren todo tipo de violencias, actos delictivos y discriminación; 1 de cada 3 hogares del país tuvieron como mínimo a un integrante que fue víctima de un delito. Esto dificulta la vida de hasta 10.8 millones de personas que ya viven condiciones personales difíciles por tener una discapacidad, estar enfermos, sufrir accidentes, pobreza extrema, desnutrición, pérdida de seres queridos, divorcios, adicciones, trabajo infantil y embarazos en adolescentes.
Todos estos problemas que la literatura especializada identifica como factores que ponen en riesgo el bienestar emocional, están vinculados con los datos de depresión, ansiedad y suicidios que describimos profundamente en el capítulo 2 del reporte.
La escuela no es ajena a lo que sucede en su entorno social. Y no es una buena noticia saber, con datos del INEGI, que hasta 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes viven agresión psicológica, castigos físicos severos y bullyng tanto en su hogar como en la propia escuela.
Estar bien para aprender requiere emprender acciones en dos vías: no solo alinear las políticas educativas para lograr el desarrollo transversal de las habilidades socioemocional contemplados en el currículum oficial, sino también implementar políticas de bienestar escolar en cada entidad federativa.
El reporte no es una investigación cerrada sino el punto de inicio de una conversación con directores, maestros y estudiantes en donde queremos escuchar sus experiencias y necesidades para garantizar el bienestar y aprendizaje emocional de las niñas, niños y jóvenes.
Para consultar el estudio: https://drive.google.com/file/d/1t4prx2Zo13tU1vXTXrf3houe_GGn3Euo/view