Mauricio Jalife

60 años de AMPPI (parte I)

La Asociación Mexicana para la Protección de la Propiedad Intelectual ha sido un protagonista central en el entendimiento, el mejoramiento y la defensa del sistema de protección de patentes, marcas y derechos de autor en nuestro país.

A lo largo de seis décadas, nuestro país ha vivido momentos muy diversos de relación con la propiedad intelectual, como claro reflejo de escenarios internacionales tan cambiantes como desafiantes. En ese largo camino, la Asociación Mexicana para la Protección de la Propiedad Intelectual (AMPPI), ha sido un protagonista central en el entendimiento, el mejoramiento y la defensa del sistema de protección de patentes, marcas y derechos de autor en nuestro país.

En 1965, cuando AMPPI se constituyó como resultado del esfuerzo de integración de los profesionales dedicados a este naciente campo de actividad, México transitaba aún por la llamada época del milagro mexicano, con una ley de propiedad industrial y otra de derechos de autor poco relevantes, pero altamente eficientes. La materia tenía una orientación esencialmente registral, que las autoridades cumplían a cabalidad todavía como dependencia de la entonces Secretaría de Comercio (la parte de patentes y marcas).

En el año 1976 la regulación dio un vuelco dramático que puso la materia contra la pared, satanizada bajo teorías creadas por ideólogos del subdesarrollo que acusaban a la propiedad intelectual de constituir una forma moderna de colonización tecnológica que condenaba a los países del tercer mundo a mantenerse en situaciones de marginalidad económica. Bajo esa lógica se emitieron en el país leyes restrictivas en materia de inversión extranjera, transferencia de tecnología y patentes y marcas, las cuales llevaron a adoptar figuras de corte socialista como las patentes abiertas (certificados de invención) y la vinculación de marcas, además de recortar la vigencia de patentes a 10 años y abolir las patentes de medicamentos, entre muchas otras falencias. En esa época, litigios de marcas como Cartier, Gucci, Lacoste y Fila, registradas ilegalmente por mexicanos, mostraron la urgente necesidad de actualización de nuestras leyes.

Con la llegada de la apertura comercial y sus grandes tratados de libre comercio (TLCAN y OMC), la ola de cambios llevó a robustas regulaciones de la propiedad intelectual, orientada ahora a dotar de bases seguras a “los nuevos activos intangibles”, que se convirtieron en las posesiones mas valiosas de los grandes corporativos internacionales, además de poderosos vehículos para la transferencia de utilidades a jurisdicciones de baja tributación fiscal, en la forma de pago de regalías. Figuras como las franquicias, licencias de marcas y personajes y la transferencia tecnológica irrumpieron en el escenario mundial como las más acabadas y eficientes formas de generación de riqueza. Nuestro país abrazó con energía esta nueva tendencia, dando forma a los reguladores como institutos independientes patrimonial y jurídicamente, por una parte, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), y por la otra el Instituto Nacional del Derecho de Autor (INDAUTOR), además de crear una fiscalía especializada en el combate a la piratería.

En el momento actual, luego de dos sexenios de olvido e indiferencia hacia la propiedad intelectual, nuestro país ha retomado el paso bajo la consigna de incentivar la innovación patentable y proteger la creatividad de las comunidades indígenas. En este largo trayecto, quienes hemos formado parte de AMPPI hemos tenido la oportunidad de ser parte de algo mucho más grande de lo que en lo individual, o en nuestras firmas podemos alcanzar, dirigiendo esfuerzos permanentes a que el sistema de protección a la innovación y la creatividad prospere.

COLUMNAS ANTERIORES

Dicta Colegiado criterio rector en materia de derecho de imagen
Piratería: álgido tema en T-MEC

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.