El tiempo regresivo corre aceleradamente respecto de un tema que, sin las luces de los asuntos prioritarios, puede llegar a convertirse en la manzana de la discordia de nuestros tratos comerciales con EUA y Europa. Se trata de los compromisos asumidos por nuestro país en las negociaciones del tratado de libre comercio con la Unión Europea, en materia de respeto a sus denominaciones de origen y la inminente renegociación del TMEC en el ya cercano 2026.
Como se recordará, nuestro país intensificó en 2018 las negociaciones con la Unión Europea para alcanzar un acuerdo evolucionado de libre comercio, ante la posibilidad de perder el TLCAN con EUA y Canadá como resultado de la llegada de Trump a la presidencia. La idea era fortalecer lazos con otros socios comerciales que permitieran una urgente diversificación de nuestras exportaciones. Este tratado, logrado con arduos esfuerzos de ambas partes, concluyó positivamente en abril de 2020 con la firma de sus representantes, sin embargo, tediosos tramites parlamentarios, aquí y allá, han retrasado su entrada en vigor.
En ese tratado, uno de los rubros en los que Europa insistió enérgicamente fue en la indispensable protección de sus productos con denominación de origen o indicación geográfica, que por vía del acuerdo alcanzaron un reconocimiento histórico. Nombres de quesos como Asiago, Gorgonzola, Neuchatel, Parmesano, Fontina, Feta y Gruyere, entre otros, deberán dejar de utilizarse en nuestro país en plazos diferentes, hasta dejarlos en modo de “uso exclusivo” para los productores de las zonas beneficiarias de la protección, de cada uno de sus países.
Para los europeos, las denominaciones de origen de sus quesos y vinos, y de algunos otros productos, constituyen una fuente de riqueza y fortaleza de su tradición al convertirlos en inimitables. Nuestro país, con su Tequila y recientemente con su Mezcal, ha empezado también a ser una potencia en la materia, y beneficiaria directa de los diferentes tratados internacionales que protegen denominaciones de origen. Aún así, nuestro país ha sido negligente al no ratificar el más importante instrumento moderno en materia de protección de indicaciones geográficas, conocido como Acta de Ginebra 2015.
El rumbo de colisión que es imposible no pronosticar se dará en la próxima renegociación del TMEC, bajo los muy especiales auspicios del estilo que la administración Trump impone en este tipo de ejercicios. Para nuestro vecino, el mercado de los quesos que producen sus empresas es de muchos millones de dólares, y una rendición en este tema en la negociación con México tendría un efecto simbólico, grave e inaceptable. Según la visión de Estados Unidos, los nombres de los quesos europeos no merecerían protección por ser de “uso genérico” desde hace varias décadas. Todos sabemos que, ese argumento, no puede sostenerse en una economía que ha hecho de la protección de la propiedad intelectual, uno de sus principales fundamentos.
Para México, ha llegado el momento en el que andar con dos novias ha dejado de ser opción. Aceptar las condiciones de EUA y desproteger las denominaciones de origen europeas representaría traicionar más de 60 años de respeto a estas figuras, desde que firmamos el tratado internacional que fundó la tutela de las denominaciones de origen en el mundo. En mi opinión, no hay marcha atrás.