Vuelve el calendario a marcar este 26 de abril como el día en que se celebra la Propiedad Intelectual alrededor del mundo. Si tenemos que describir el escenario que prevalece en torno a los índices que reflejan la salud de la PI en “este nuevo mundo”, podríamos decir que, en lo interno, dos grandes temas marcan los retos más identificados; y en lo externo, el gran desafío es cómo gestionar una materia de vocación global en un mundo que se mueve al soberanismo.
Estos dos grandes temas que dominan el panorama de las cosas por hacer en materia de Propiedad Intelectual siguen siendo, por una parte, el necesario ensamble de la Inteligencia Artificial con los derechos de autor (y las patentes generadas por este medio), que sigue presentando amplias zonas grises relacionadas al reconocimiento de autoría que carece de aporte humano, así como la utilización de los contenidos de Internet por parte de los chats de IA sin contar con autorización previa de los titulares. Las últimas resoluciones parecen apuntar a definir puntos de balance que dejen medianamente a las partes satisfechas, preservando los signos vitales del derecho de autor, pero sin bloquear el avance exponencial de la IA en todas sus formas y aplicaciones.
El segundo gran tema de desarrollo de la Propiedad Intelectual, de manera transversal en el mundo entero, es el impulso de la regulación de la protección del conocimiento y las expresiones culturales tradicionales como patrimonio cultural inmaterial de pueblos y comunidades indígenas. Tema que, en países como México, adquiere trascendencia toral en función de nuestra historia y volumen de casos. A pesar de los consensos alcanzados en la parte académica, en los aterrizajes particulares las diferencias de enfoque están dando lugar a soluciones dispares y hasta contradictorias que retrasan la soñada eficacia del sistema.
En la parte del contexto internacional en que la Propiedad Intelectual habita, los cambios recientes son tan impactantes como riesgosos. La estabilidad que se había vivido durante 30 años de libre mercado ha dado paso a la destrucción “trumpista” de sus postulados. El enorme avance en la armonización de leyes de PI en el mundo, hija de los acuerdos internacionales de comercio, será sometido a prueba y error en un ambiente desconocido. La Propiedad Intelectual deberá mostrar, por sí misma, su enorme valor como herramienta de construcción de riqueza y cultura en cada economía para seguir ocupando un espacio relevante en las agendas oficiales.
A la par, otros grandes temas seguirán presentes: las medidas de control de piratería en fronteras, el impulso en países como México de la inventiva protegible y, en forma destacada, recuperar algo del respeto que los jóvenes han perdido por el papel que cumple esta normativa, en un mundo en el que compartir digitalmente marca la pauta de un comportamiento compulsivo. De no recuperarse ese rol, gradualmente la PI sufrirá la erosión de sus fundamentos históricos. Por ese motivo, una buena decisión de la OMPI para este aniversario es la celebración de la música como obra protegida, para entender que sin derechos de Propiedad Intelectual difícilmente disfrutaríamos del enorme catálogo mundial al que accedemos, en cualquier momento, en cualquier punto del planeta.