Política para A’Mar

México, enfermo de balas

Un siglo después de “La suave patria” y cifras del horror, seguimos amando a un paós herido por la violencia y la impunidad.

Tantas palabras, tantos pronunciamientos, tantos lamentos. Nada de eso ha sido suficiente para frenar la gran violencia que se vive en México.

El asesinato de Carlos Manzo el sábado 1 de noviembre durante el Festival de las Velas, un evento público al que acudió acompañado de su familia, ha despertado algo más que indignación: que el dolor, la frustración ante la impunidad, el hartazgo ante la indiferencia y el enojo colectivo que se mantenía reprimido a causa del miedo, se revelen como un grito de justicia por la gente de Uruapan, Michoacán y de gran parte del país. Un ánimo colectivo al cual ya se refería Ramón López Velarde en 1921. Versos que aún resuenan y muestran el sentimiento hacia una Patria herida:

XI

México, yo te amo con el odio

de un hijo que odia a su madre enferma.

Porque estás enferma de balas,

de traiciones, de miseria, de llanto.

XII

Pero te amo, Patria, con el amor

de un hijo que llora por su madre muerta.

Porque estás muerta de ilusiones,

de esperanzas, de sueños de vida.

En “La suave patria”, Velarde presenta a México como un cuerpo dañado por la guerra civil de la Revolución (1910-1920). Esa es la madre enferma, la misma que un siglo después sigue padeciendo. Ella, la que las y los ciudadanos de Uruapan y del país odiamos y amamos.

Sin embargo, si algo queda claro con el despertar colectivo es que, aunque lloramos, aun creemos en una nación redimida, aquella a la que se refiere López Velarde en el verso XV.

XV

Pero te amo, Patria, con el amor

de un hijo que sueña con su madre redimida.

Porque sueñas con un México

donde no haya balas, ni traiciones, ni miseria.

Todavía hoy, cada día parece un nuevo frente de una guerra civil no declarada, con un saldo de muertos diario y donde por medio de amenazas, extorsiones y desapariciones se ha ejercido control sobre negocios legales y el actuar de ciudades enteras por años.

Ramón López Velarde hablaba de la Revolución que dejó un millón de muertos. Desde diciembre de 2018 que inició el plan de seguridad de Andrés Manuel López Obrador “abrazos, no balazos” hasta noviembre del 2025, de acuerdo con cifras del INEGI/SESNSP, México registra 212,500 homicidios dolosos. Un promedio de 92 al día. Si la tendencia de 28 mil al año se mantiene, para 2028 sumarán 300,000 muertos: un tercio de la Revolución, sin guerra formal. Una violencia que, además, golpea a los alcaldes.

Carlos Manzo fue atacado con siete disparos en la plaza principal de Uruapan, por un menor de 17 años – presunto integrante del Cartel Jalisco Nueva Generación –. Falleció en el lugar. Manzo había solicitado protección federal en repetidas ocasiones por amenazas de extorsión en la región aguacatera. No la recibió. Desde 2000,119 presidentes municipales han sido asesinados. En tan solo 13 meses, el gobierno de Sheinbaum ya supera el ritmo anual de Peña Nieto, con 10 alcaldes asesinados – contando a Manzo –.

Ahora, responde a uno de los primeros versos de “La suave patria”:

III

¡Oh Patria! ¡Cuántas veces te han herido

los que te aman y los que te odian!

¡Cuántas veces has sido traicionada

por los que juran defenderte!

Porque la exigencia de justicia de quienes han salido en los últimos días a las calles de Uruapan, esa que se extenderá a nivel nacional el próximo 15 de noviembre, es para regresar la paz a México. Lograr la justicia es que podamos vivir en un México donde sea posible tener negocios sin cobro de piso, donde se pueda alzar la voz sin miedo a ser asesinados, en breve, redimir nuestra Patria y frenar la gran violencia que padecemos todos los días.

De ahí que, si algo ha cambiado a lo largo del último siglo, desde que López Velarde escribió esos versos, es que nuestra Patria aun no muere de ilusiones, de esperanzas, de sueños de vida.

Dedicada a mi amigo Gabo, orgulloso uruapense.

COLUMNAS ANTERIORES

El país que marchó con dos sombreros
Ley General de Extorsión: avance sin presupuesto

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.