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México ante la CEDAW: entre cifras, silencios y compromisos

La CEDAW es un tratado internacional de derechos humanos adoptado por la ONU, mismo que entra en vigor en 1981.

Asistir a la revisión del Comité de la ONU dejó ver que presionan donde más incomoda

Antes de llegar a la sede principal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la 19 sesión del Comité para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), sostenía que ésta no servía de nada. Una perspectiva que compartía con varios colegas, amistades, familiares y columnistas. Tener el enorme privilegio de presenciar el Décimo Informe Periódico de nuestra nación ante la CEDAW, me hizo cambiar un poco esta perspectiva.

La CEDAW es un tratado internacional de derechos humanos adoptado por la ONU, mismo que entra en vigor en 1981. Define la discriminación contra las mujeres y establece medidas para eliminarla, con lo cual busca garantizar la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres en todos los ámbitos.

Más allá de que la Convención establezca que es obligación para todos los Estados Parte – hasta ahora 189 – presentar informes periódicos sobre las medidas legislativas, judiciales, administrativas u otras que hayan adoptado para dar efecto a las disposiciones de la Convención, en términos generales, el hecho de que nuestro país presente este informe y continúe con el ejercicio de ello cada cuatro años, destaca un compromiso como país en el tema. Aunque, como bien sabemos, que éste exista, dista de un avance real.

Sin embargo, que México figure como miembro de la CEDAW le obliga a ser consciente del gran problema, del desafío que representa y buscar avances que terminarán mejorando la vida de las mujeres. Debe hacerlo a través de reformas legales, fortalecimiento institucional, programas específicos y, claro, destinación de presupuesto para garantizar que las resoluciones se materialicen.

A este punto, al menos podemos decir que existe un órgano conformado por expertos independientes que supervisan la aplicación de la Convención y examina los avances, retrocesos y veracidad de lo que México indica desde la última revisión. Esta última es la clave.

México rindió su Informe en dos días. Durante éste, parte de la comitiva oficial enviada – representantes del gobierno –, se sentó en el presídium y presentó puntos sobre cada eje analizado. Posterior a ello, desde la mesa de personas expertas, se hicieron preguntas puntuales en cualquier idioma. Principalmente durante el primer día, solicitaron numeraria, es decir, cifras que permitan verificar los argumentos de logros y avances presentados. Para ello, la secretaria de las mujeres, sentada al medio de la mesa directiva, daba la palabra a quien consideraba que debía responder y, en algunos casos, agregaba más información.

Sobre todo, en ese primer día, México se comprometió a enviar anexos. No tenían la información. Gran parte de las respuestas a las preocupaciones sobre el problema de acceso a la justicia y la maraña de distribución del presupuesto, se justificaba con que la Secretaría de las Mujeres “tiene apenas seis meses de trabajo”, que la reforma judicial está en proceso de implementación y que la asignación de recursos se distribuye en distintas dependencias, no únicamente en la Secretaría.

Pareciera que México aprendió de las carencias del primer día, pues en el segundo presentaron cifras y porcentajes. Como se mencionó, este tipo de ejercicios obliga a que el país cumpla con los estándares y eso es mejor que nada.

Ahora, antes de esa segunda parte, hubo una reunión con parte de la comitiva oficial y organizaciones de la sociedad civil que acudieron al Informe, en las oficinas de la Misión Permanente de México ante las Naciones Unidas. Ahí, las activistas tuvieron oportunidad de hacer uso de la voz y tener la atención de la secretaria de las mujeres y las otras asistentes del gobierno. La secretaria pidió apoyo de las defensoras presentes para robustecer el plan de país hacia la igualdad sustantiva de género. Además, varias de las actoras sociales tuvieron oportunidad de presentarse entre ellas, lo cual abre camino a futuras alianzas.

En un país donde mentir, simular y postergar es costumbre, ser evaluados no es un logro, pero es lo mínimo indispensable. Para un verdadero avance se necesitan represalias reales.

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