Política para A’Mar

Modernidad líquida y el deshielo de las convicciones

La Reforma Judicial, los perfiles impuestos, la rapidez con la que se diluyen trayectorias y principios, son expresión de una modernidad liquida donde se actúa para sobrevivir.

La afiliación masiva, y muchas veces descarada, de políticos provenientes de otros partidos a Morena y sus aliados; esa que permitió la aprobación de la más reciente Reforma Judicial, así como el tipo de perfiles que resultaron electos luego de la primera ronda de votaciones, se puede entender a partir de una variabilidad.

Lo primero a considerar es que quienes ocupan esos espacios de poder – tanto en el legislativo, al aprobar la reforma, como en el judicial, al aspirar a esos cargos – son personas. Personas que, aunque fingen actuar conforme a un discurso que promueve el bienestar social, antes de pensar en ello, priorizan su seguridad inmediata e intereses personales.

Más que hablar de un individualismo extremo por egoísmo, el actuar de este grupo es consecuencia de una fase en la modernidad en la que, dentro de las dimensiones sociales, aquellos aspectos de la vida que se concebían como fijos, duraderos y predecibles – como las relaciones y la identidad – se vuelven ligeros, fluidos y maleables. El actuar de dichos personajes es consecuencia de falta de garantías institucionales.

Todas las anteriores son características de la “modernidad líquida”, teoría del sociólogo Zygmunt Bauman, la cual resulta útil para entender el trasfondo mexicano. El concepto desarrollado en la década de los 2000, describe una época en la que ya nada permanece: los vínculos, las estructuras, las certezas se disuelven. En este escenario, las personas —incluidas quienes ocupan espacios en el poder— se ven empujadas a priorizar su supervivencia inmediata: deben adaptarse constantemente a un entorno volátil, donde lo sólido se ha desvanecido y las instituciones ya no ofrecen anclajes estables.

Y si, aunque esas instituciones deben ser construidas por individuos con miras de comunidad y futuro, termina por ser más urgente el mantener un trabajo, aunque eso signifique una afectación al porvenir de la sociedad. Para hacerlo, quienes están ahí se ven obligados adoptar ciertas posturas: actuar y manifestar una orientación en favor de una ideología específica – aunque ésta exista únicamente en discurso –, así como fingir afinidad partidaria con el oficialismo.

En la sociedad que describe Bauman, las estructuras parecieran estar disueltas y hay precariedad en el empleo, lo cual genera una sensación de inseguridad constante. Esto provoca que las decisiones a largo plazo sean arriesgadas y difíciles, pues lo inmediato termina por ser lo principal. Las formas que antes ofrecían estabilidad se disuelven constantemente.

Aquella carrera judicial a la que una persona dedicó años de estudio y servicio, hoy se desmorona: está desempleada tras la reforma que impone la elección de jueces y magistrados por voto popular, desplazando perfiles técnicos por decisiones electorales. Una persona ingeniera que entró a una empresa pensando que se jubilaría ahí, es despedida en una reestructura global. Un empleado de tienda departamental que antes podía aspirar a ser gerente hoy ve cómo su puesto desaparece entre automatización, cambios de dueño y comercio en línea.

El concepto de “modernidad líquida” permite comprender cómo fue que a Morena le salió tan bien la imposición de sus perfiles en las elecciones judiciales. El resultado es idéntico a su acordeón: coinciden los nueve nombres de quienes quedaron en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los cinco del Tribunal de Disciplina Judicial. Además, la mayor parte de quienes encabezan los votos captados, son cercanos o incluso son parte de la 4T.

En este contexto, lo que vemos no es simplemente una estrategia electoral eficaz ni una decisión ideológica firme: es el síntoma de una sociedad donde todo es intercambiable, incluso la convicción. La Reforma Judicial, los perfiles impuestos, la rapidez con la que se diluyen trayectorias y principios, son expresión de una modernidad liquida donde se actúa para sobrevivir. Estamos frente a un claro ejemplo en el que el mayor riesgo no es el cambio en las instituciones, sino que éstas dejen de importar.

X: @marlenemizrahi

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