Profesor en UNAM y en UP. Especialista en temas electorales.

Decálogo de Sheinbaum

La carta-decálogo de Claudia Sheinbaum significa, lisa y llanamente, el reconocimiento de los vicios generados en Morena.

Andrés Manuel López Obrador logró construir un movimiento nacional ganando la calle con un discurso de permanente cuestionamiento a sus adversarios, en especial a los gobiernos que emergieron de las contiendas en las que fue superado. Del 9 de julio de 2014 a la fecha, apenas 12 años después, Morena se convirtió en el nuevo partido de Estado, una enorme maquinaria electoral que rápidamente ganó elecciones en todo el país, en todos los cargos y dos veces consecutivas la Presidencia de la República. En su afán de crecimiento y de lograr un poder absoluto, sumó a todos los personajes que se acercaron, sin importar antecedentes, famas públicas ni rencillas pasadas.

Los organizadores del nuevo partido coptaron múltiples liderazgos locales, se los arrebataron al PAN, al PRI, al extinto PRD, a los partidos locales, sin importar nada, sin filtros, salvo la garantía de ganar diputaciones, gubernaturas, senadurías, con el objetivo fundamental de sumar triunfos electorales que permitieran modificar con una visión única las leyes, imponer políticas públicas y una narrativa única sobre la realidad. Muchos se sumaron al movimiento por simples cálculos políticos para conseguir continuidad en sus carreras políticas o protección e impunidad, más que por convicción sobre los valores y principios que repiten como una letanía.

Siendo una amalgama de liderazgos de muy diversa naturaleza, muy pronto el movimiento entró en contradicciones internas, obligando a la presidenta a asumir la verdadera realidad de su partido, que dista mucho de tener la solidez y el comportamiento ético que pregonan todos los días como una verdad absoluta, a diario contradecida por la contundencia de la realidad materializada en los abusos constantes de algunos de los líderes más visibles, que volvieron los principios en simple retórica, en el caparazón que la propia presidenta ha utilizado para cubrir los inaceptables excesos de políticos impresentables.

La carta-decálogo de Claudia Sheinbaum significa, lisa y llanamente, el reconocimiento de los vicios generados en Morena. No se trata de un simple recordatorio del origen, de los supuestos principios y valores que los cohesionan; es un reconocimiento explícito de los vicios incubados en la dinámica del movimiento. Es muy grave que, tácitamente, reconozca que en las filas del morenismo hay personas que tienen vínculos con el crimen organizado, usan abusivamente recursos públicos y que no tienen empacho en presumir viajes en clase ejecutiva, pagados con el dinero del pueblo al que refieren constantemente como fuente que legitima su proceder, incluidos sus abusos.

Claro que la presidenta tiene que ejercer su liderazgo para tratar de contener los abusos de sus correligionarios que, seguramente, guardarán el decálogo en el almanaque de los recuerdos y solo lo usarán en el falso discurso de todos los días; su propósito nada tiene que ver con la idea de sujetarse a los principios de la democracia o al mandato de la ley, si no a su necesidad de lograr controlar a las múltiples facciones integradas al partido, donde las familias enquistadas en el poder y protegidas por el morenismo, le hacen sentir que no la reconocen como su líder máximo, con hechos como haberle dado la espalda en el zócalo o haber mandado hasta el 2030 la aplicación de la reforma antinepotismo.

La presidenta vive en carne propia los efectos de faltas que ella misma cometió, alentada por AMLO, pues, en su decálogo, también pretende controlar la ilegal actitud de personajes que ya están en evidentes actos anticipados de precampaña y campaña, solapados por criterios absurdos de las autoridades electorales; lo más grave es que sea ella quien pretende frenar nuevos episodios de violación a la Constitución y a la ley por el morenismo, mientras el Tribunal y el INE testifican en silencio las conductas que deberían impedir para garantizar equidad en las contiendas electorales.

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