Razones y Proporciones

La revolución de la Inteligencia Artificial

Una aplicación importante han sido los modelos de lenguaje Transformador Generativo Preentrenado (GPT), usados en chatbots que permiten solicitar tareas mediante texto.

La Inteligencia Artificial Generativa (IAG), definida como sistemas computacionales capaces de generar contenido nuevo a partir de patrones aprendidos en grandes volúmenes de datos, ha abierto la puerta a una amplificación considerable de las capacidades humanas.

Una aplicación importante han sido los modelos de lenguaje Transformador Generativo Preentrenado (GPT), usados en chatbots que permiten solicitar tareas mediante texto. El lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022 y la aparición de otros chatbots como herramientas en línea para el mercado masivo han impulsado la expansión de la IAG.

La IAG se ha extendido a arquitecturas especializadas en campos tan diversos como la biología molecular, la automatización empresarial y la creación artística. Se trata de una revolución tecnológica cuyos alcances apenas comienzan a vislumbrarse.

La adopción de la IAG ha sido rápida y muy amplia. Como en todo cambio tecnológico, el efecto esperado es un aumento de la productividad, del crecimiento económico y del nivel de vida de la población, impulsado por los avances científicos derivados.

Una investigación reciente del Banco de la Reserva Federal de San Luis estimó que, en Estados Unidos, durante los tres años posteriores al lanzamiento de ChatGPT, el porcentaje de adultos que usan la IAG creció mucho más rápido que la adopción inicial de las PC y de Internet en sus respectivos primeros tres años.

El mismo estudio calculó que, mediante el ahorro de tiempo como proporción de las horas trabajadas, la IAG pudo haber aumentado la productividad laboral hasta en 1.3 por ciento desde la introducción de ChatGPT. Además, las industrias con mayores tasas de ahorro de tiempo registraron un crecimiento más elevado de la productividad.

A pesar de los beneficios ya materializados y de los que aún pueden alcanzarse, han proliferado los comentarios que destacan las desventuras asociadas a esta transformación. La preocupación principal se ha centrado en la posible desaparición de puestos de trabajo y el aumento del desempleo.

Tales temores no son nuevos: se han presentado en prácticamente todos los cambios tecnológicos desde la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX. Sin duda, la tecnología ha desplazado oficios como el de telefonista, calculista, telegrafista y mecanógrafo, entre muchos otros. Pero, al mismo tiempo, ha sofisticado algunas ocupaciones y ha creado otras nuevas.

Esto ocurre porque la tecnología no solo tiene un efecto de sustitución, sino, sobre todo, uno de complementariedad con la mano de obra, lo que generalmente requiere inversión en capital físico y humano y genera nuevas ocupaciones. De ahí que resulte inadecuado pronosticar, a partir de la desaparición de ciertas tareas, un aumento del desempleo. De hecho, los cambios tecnológicos han sido siempre motores del crecimiento económico y del empleo en general.

Algunos estudios han buscado estimar, para una muestra de países, el porcentaje de empleos, y las condiciones socioeconómicas de los empleados, que presentan una elevada “exposición” a la IAG. Este concepto no implica necesariamente despidos, pues también considera la posibilidad de adopción de nuevas tecnologías. Las divergencias entre los resultados de las investigaciones confirman la incertidumbre sobre el efecto de la IAG en el empleo.

Además, varios análisis concluyen que, hasta ahora, no es posible identificar efectos claros de la IAG sobre el empleo en Estados Unidos, ni siquiera en los segmentos socioeconómicos y las industrias en las que se predijo un mayor uso. Ello no significa, obviamente, que no puedan materializarse impactos futuros. Mientras esto no ocurra, es probable que persista la inquietud sobre la seguridad del empleo, en particular en algunos sectores.

Otra preocupación frecuente es la idea de que la IAG limitará la creatividad e incluso el uso de la inteligencia humana, volviendo a las personas “menos capaces”. Este temor está exagerado, considerando que la IA ha evolucionado durante décadas sin producir tales consecuencias. Lejos de inutilizar a las personas, los motores de búsqueda web, los sistemas de recomendación y los asistentes virtuales, innovaciones previas de la IA, hicieron más eficiente y productiva la actividad humana.

Una inquietud adicional se refiere al creciente consumo de electricidad de los centros de datos necesarios para los servicios de IAG. Si bien esta tendencia representa un desafío importante, las amplias posibilidades de generación de energía renovable y los futuros avances tecnológicos en su uso contribuirán a mitigar el problema.

Los beneficios de la IAG compensan ampliamente los costos de su adopción. Las posibilidades para la innovación y el cambio tecnológico constituyen una extraordinaria oportunidad para el progreso de las naciones.

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