Según el INEGI, en el tercer trimestre de 2025 el PIB de México registró una contracción de 0.3 por ciento respecto al trimestre inmediato anterior. En igual lapso, los servicios aumentaron 0.2 por ciento, mientras que la producción industrial se redujo 1.5 por ciento.
Además, durante los primeros nueve meses del año, la variación anual del PIB fue de apenas 0.4 por ciento, la de los servicios de 1.2 por ciento y la de la industria de -1.5 por ciento. El bajo crecimiento del PIB resulta decepcionante, ya que, al ubicarse por debajo del aumento de la población, implica una caída del producto por habitante y, por ende, una disminución de las posibilidades de bienestar general.
La evolución económica de 2025 prolongó la ralentización observada desde 2024, impulsada principalmente por una caída casi continua en la producción industrial. Durante los últimos siete trimestres, la variación acumulada del PIB fue de 0.8 por ciento, la de los servicios de 2.8 por ciento y la de la industria de -3.5 por ciento. Aun cuando los servicios tienen una ponderación doble respecto a la industria dentro del PIB, resulta evidente que la contracción de esta última determinó la desaceleración general.
Una característica de la caída industrial desde 2024 es que se extendió a las cuatro subramas del sector. El descenso más pronunciado ocurrió en la minería, que inició en 2023, seguido por la construcción. El subsector de electricidad, gas y agua mostró una disminución moderada desde 2022, mientras que las manufacturas se han mantenido relativamente estancadas desde ese año, con una ligera baja a partir de 2024.
En términos amplios, una recesión puede definirse como una caída significativa y generalizada de la actividad económica, sostenida por un período largo. Puesto que en seis de los últimos siete trimestres la producción industrial registró variaciones negativas o cercanas a cero, y dado que la disminución fue generalizada, resulta adecuado caracterizar la situación industrial de México desde 2024 como recesiva.
Por su relevancia dentro del PIB, es esencial explorar las posibles causas de esta recesión industrial. Un primer factor parece ser externo y ayudaría a explicar el estancamiento relativo de la producción manufacturera desde 2022. A partir de 2017, la manufactura estadounidense ha mostrado una tendencia descendente, con una contracción en 2020 y un moderado declive desde 2022. Contrario a lo buscado por las sucesivas administraciones, las políticas proteccionistas aplicadas durante estos años no reactivaron la producción manufacturera de ese país, que continuó por debajo de sus niveles previos a la Gran Recesión de 2008-2009.
Dada la estrecha integración de México con Estados Unidos, es razonable suponer que la ralentización manufacturera estadounidense se transmitió, al menos en parte, a la mexicana. Sin embargo, aunque las manufacturas representan dos terceras partes de la industria nacional, su declive marginal difícilmente explica la caída industrial acumulada desde 2024.
El descenso industrial en México parece tener un origen primordialmente interno. Una primera causa radica en el desinterés empresarial por invertir en la construcción, una vez disipado el auge de 2023 vinculado al entusiasmo por el nearshoring y, en menor medida, a la inversión pública en proyectos emblemáticos.
La caída de la inversión privada comenzó en el primer trimestre de 2024, coincidiendo con la presentación, por parte del expresidente López Obrador, de un paquete de veinte reformas constitucionales y legales destinadas, según se argumentó, a revertir políticas “neoliberales” y fortalecer derechos sociales. La mayoría de estas iniciativas se ha concretado, incluida la elección popular de jueces y magistrados. Varias de estas reformas redujeron la certidumbre jurídica, restringieron la participación en el sector energético y encarecieron la mano de obra, por lo que probablemente contribuyeron al desaliento de los inversionistas.
Una segunda causa se relaciona con el desempeño de las empresas públicas, que ejercen un considerable poder de mercado. En particular, Pemex explica en gran medida el desplome de la producción minera desde 2023, mientras que Pemex, CFE y otras empresas públicas influyeron en el declive de electricidad, gas y agua desde 2022.
Para que México supere de manera sostenida la recesión industrial, es indispensable aplicar reformas orientadas a impulsar la innovación y el cambio tecnológico. Esto solo será posible con reglas del juego que concentren la actuación gubernamental en la provisión de bienes públicos esenciales y eliminen los obstáculos a la inversión privada.