Razones y Proporciones

Los desafíos manufactureros de México

Más allá del debate sobre las posibles causas, la persistencia del estancamiento manufacturero estadounidense puede llegar a convertirse en un freno para la producción mexicana, especialmente si afecta las ramas en las que México se ha concentrado en su integración con ese país.

La mayoría de los analistas en México interpreta la posible renovación del T-MEC, o incluso su transformación en un acuerdo bilateral con Estados Unidos en 2026, como un acontecimiento favorable para la economía mexicana.

Tal percepción se basa en la creciente integración económica de México con ese país. El vínculo entre ambas naciones es particularmente estrecho en la producción manufacturera, cuya correlación con la estadounidense ha aumentado desde la firma del TLCAN, hasta alcanzar, durante el presente siglo, un promedio cercano a 0.8.

Dada la relevancia del país líder, esta correlación se ha traducido en causalidad, es decir, las variaciones manufactureras en Estados Unidos han generado movimientos similares en México. Obviamente, factores adicionales han confluido en esta relación.

Formar parte de una de las regiones manufactureras más interconectadas del mundo ha traído grandes beneficios a México, en la forma de modernización productiva, impulso a la producción y generación de empleo. Los mayores niveles de ingreso y dinamismo económico de la región norte del país reflejan, en gran medida, esta conexión.

Sin embargo, esta estrecha interrelación también puede implicar que las limitaciones productivas de Estados Unidos representen desafíos para México. Entre los riesgos destaca el derivado del virtual estancamiento manufacturero estadounidense observado en los últimos años.

En efecto, desde aproximadamente 2014, la producción manufacturera estadounidense ha mostrado solo aumentos transitorios y, excluyendo una severa contracción durante la pandemia, se ha estabilizado en un nivel promedio inferior al máximo registrado en 2007. Este fenómeno resulta peculiar, pues contrasta con la tendencia ascendente observada desde los años setenta, cuyo ritmo se acentuó en la década de los noventa y se extendió hasta la Gran Recesión de 2008-2009. A partir de entonces, la recuperación ha sido lenta e insuficiente.

El cambio de tendencia manufacturera ha generado numerosos estudios para identificar los factores que podrían explicarlo. Como suele ocurrir en la investigación empírica, el análisis se ha enfrentado con la dificultad de aislar los elementos que potencialmente interactúan en este fenómeno.

Los economistas Danial Lashkari y Jeremy Pearce, del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, han identificado como principal causa inmediata del estancamiento manufacturero estadounidense la persistente caída de la productividad laboral y el estancamiento de la productividad total de los factores. Esta observación resulta aún más sorprendente si se considera que el sector manufacturero concentra la mayor parte del gasto en investigación y desarrollo (I+D) en Estados Unidos.

Si bien algunos estudios sostienen que gran parte del aparente estancamiento manufacturero refleja una subestimación de la mejora en la calidad de los productos, este argumento no tendría por qué aplicarse exclusivamente a los datos recientes. El cambio en la tendencia de la productividad es demasiado drástico como para explicarse principalmente como un problema de medición.

Aunque la observación de estos autores no ha estado exenta de debate, las mayores discusiones se han centrado en las conjeturas sobre los factores que podrían estar detrás de la falta de avance en la productividad. Por ejemplo, algunos análisis han señalado el agotamiento del modelo en el que las empresas manufactureras estadounidenses fungían como operadores globales, ante la absorción por parte de China de gran parte de la manufactura relocalizable y los rendimientos decrecientes de la deslocalización.

Más allá del debate sobre las posibles causas, la persistencia del estancamiento manufacturero estadounidense puede llegar a convertirse en un freno para la producción mexicana, especialmente si afecta las ramas en las que México se ha concentrado en su integración con ese país, como la automotriz, la electrónica, el equipo eléctrico, la maquinaria y los productos metálicos.

Desde una óptica coyuntural, la producción manufacturera de México se ha mantenido relativamente estancada desde finales de 2022, y la producción automotriz ha mostrado una tendencia descendente desde finales de 2023. Aunque algunos factores de corto plazo, como la controversia sobre las reglas de origen automotrices o, más recientemente, la incertidumbre en torno a la política comercial estadounidense, podrían haber frenado la producción, la caída de largo plazo de la producción automotriz estadounidense podría llegar a restringir las capacidades manufactureras de México.

México necesita replantear su estrategia de integración con el mundo, para pasar de ser un ensamblador de bajo valor en unos pocos productos a convertirse en un país que elimine los obstáculos para aprovechar las oportunidades de innovación y cambio tecnológico en un número más amplio de sectores y relaciones comerciales.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Por qué México crece menos que China?
Debilidades del Paquete Económico 2026

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.