Razones y Proporciones

Confusiones del Plan México sobre el PIB

Esta administración ha incurrido, al menos, en tres confusiones en torno al Producto Interno Bruto, que contravienen los fines perseguidos.

En enero de 2025, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó el Plan México que, entre otros objetivos, busca convertir al país en una de las diez economías más grandes del mundo. En su implementación, esta administración ha incurrido, al menos, en tres confusiones en torno al Producto Interno Bruto (PIB), que contravienen los fines perseguidos.

El primer error radica en la idea de que no todo el PIB se genera en el país. Por ejemplo, en una entrevista reciente, el secretario de Hacienda afirmó: “necesitamos que el PIB esté hecho en México”.

Este planteamiento parece ignorar el significado del adjetivo “interno” en la denominación del PIB, así como el hecho de que dicho indicador mide el valor de mercado, expresado en pesos, de todos los bienes y servicios finales producidos dentro del territorio nacional durante un periodo determinado.

Como en cualquier país, todo el PIB de México “está hecho en México”. Por lo tanto, el pronunciamiento carece de contenido y, contrariamente a lo que han señalado algunos comentaristas, no constituye ni una “hoja de ruta” ni una “apuesta por el crecimiento”.

El segundo error se encuentra en la idea de que las importaciones restan del PIB. Esta confusión proviene, en gran parte, de cómo se explica en los textos escolares una de las tres formas de medir el PIB, conocida como el enfoque del gasto. Esta se resume en la fórmula:

PIB = consumo + inversión + gasto del gobierno + exportaciones netas

donde las exportaciones netas se definen como exportaciones menos importaciones de bienes y servicios. A las exportaciones netas se les conoce como balanza comercial. Dado que las importaciones aparecen restando en esta expresión, es comprensible que muchos concluyan, erróneamente, que las importaciones disminuyen el PIB.

Sin embargo, esta formulación es incompleta porque no suele aclararse que el consumo, la inversión y el gasto público incluyen tanto bienes nacionales como importados. Las importaciones que se suman dentro de estos componentes se compensan con las que se restan en las exportaciones netas.

En este sentido, las importaciones funcionan sólo como una variable de ajuste contable, no como una variable de gasto. Dicho de otro modo: las importaciones ni suman ni restan en el PIB, lo cual es coherente con el hecho de que se trata de un producto interno.

El error de creer que las importaciones reducen el PIB es muy común, y no solo en México. Por ejemplo, al analizar una desaceleración del PIB, es frecuente que analistas invoquen, equivocadamente, el aumento de las importaciones como un factor “explicativo”. Además, las estadísticas oficiales, incluidas las del INEGI, suelen presentar tablas de “contribución” en puntos porcentuales a la variación del PIB, en las que las importaciones aparecen con una “contribución” negativa.

Este malentendido puede acarrear consecuencias graves si se convierte en base de políticas económicas. El proteccionismo impulsado por la administración Trump, por ejemplo, tuvo su origen en el rechazo al déficit comercial de Estados Unidos, considerado equivocadamente como un signo de abuso por parte del resto del mundo.

De forma similar, en otra entrevista reciente, el secretario de Hacienda justificó la necesidad de apoyar con crédito a las Pymes con el argumento equivocado de que “las exportaciones netas no han contribuido significativamente al crecimiento económico debido al elevado nivel de importaciones”.

El tercer error consiste en suponer que la “sustitución de importaciones”, mediante subsidios y barreras al comercio, generaría un mayor dinamismo económico. Sin embargo, desincentivar la importación de bienes de consumo, como lo promueve la campaña gubernamental “Hecho en México”, puede conducir a una mayor producción nacional de bienes de menor calidad y mayor precio que sus equivalentes importados. Esto no sólo perjudicaría al consumidor, sino que podría fomentar el comercio informal, sin que ello implique un aumento significativo del PIB.

Más aún, si el gobierno intentara sustituir importaciones de bienes intermedios y de capital, que constituyen la mayor parte de las importaciones de mercancías, lo más probable sería una reducción del crecimiento económico. Estos bienes integran cadenas de valor altamente especializadas, y su reemplazo sería, en muchos casos, prolongado, costoso e ineficiente, limitando la capacidad productiva del país.

Lejos de debilitar la economía, las importaciones han sido un factor clave para la modernización del aparato productivo y una fuente de bienestar para la población. El Plan México podría impulsar el progreso si, en lugar de adoptar un enfoque de “desarrollo hacia adentro”, se orientara a crear un entorno favorable a la actividad empresarial y al aprovechamiento de las ventajas comparativas en el comercio internacional.

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