Durante la semana del 7 al 11 de abril de 2025, los mercados financieros de Estados Unidos mostraron un comportamiento negativo, con características inusuales. El aspecto más notable consistió en un repentino incremento de los rendimientos de los bonos de largo plazo del Tesoro de ese país. Por ejemplo, después de una trayectoria declinante desde mediados de enero de este año, el rendimiento del bono de 10 años subió de 4.00 a 4.50 por ciento, registrándose 40 puntos base de aumento en sólo dos días.
El alza de los rendimientos resultó peculiar porque estuvo precedida de un descenso de los principales índices bursátiles desde la mitad de febrero, que se acentuó el 2 de abril. En esta fecha, declarada oficialmente “Día de la Liberación”, el presidente Trump decretó un gravamen mínimo de 10 por ciento a las importaciones de cualquier país; “aranceles recíprocos” a 57 naciones a partir del 9 de abril; así como tarifas adicionales a China.
Por lo general, cuando los inversionistas optan por reducir su exposición a los riesgos bursátiles, generando, con ello, presiones a la baja en las cotizaciones accionarias, redirigen sus recursos, en gran medida, a los bonos gubernamentales, los cuales son considerados “refugio seguro” porque tienden a mantener o incluso aumentar su valor en periodos de volatilidad o incertidumbre económica.
A la luz de la relación inversa entre el rendimiento y el precio de los valores de renta fija, durante la semana pasada, a pesar de la caída de las bolsas de valores durante los dos meses previos, en lugar de subir el precio (es decir, bajar los rendimientos) de los bonos, como se esperaría de una recomposición de las carteras de inversión a su favor, éste bajó.
Adicionalmente, la subida de los rendimientos de los bonos fue extraña porque coincidió con un ahondamiento de la depreciación del dólar estadounidense frente a otras monedas, iniciada a mediados de enero. Con base en el Índice DXY, que mide el valor de esta moneda respecto a una canasta de seis importantes monedas, en la semana de referencia, el dólar se depreció 2.8 por ciento, lo cual ocurrió principalmente durante dos días.
Un análisis económico simple sugiere que el incremento de aranceles debería fortalecer la moneda del país que los impone. Ello es así porque, al inducir menos importaciones, el aumento de aranceles se traduciría en una menor oferta de la propia moneda al resto del mundo.
El hecho de que los mayores rendimientos de los bonos hayan concurrido con una debilidad adicional del dólar sugiere que otros factores contrarios más que podrían haber contrarrestado el impacto “favorable” de los aranceles.
La discusión de muchos analistas se ha concentrado en los síntomas, más que en la posible causa de los fenómenos descritos. Por ejemplo, se han señalado aspectos técnicos de las operaciones de los mercados financieros –como la necesidad de liquidar bonos para cumplir con las “llamadas de margen” en las posturas apalancadas de derivados, ante la subida de los rendimientos, desplomando, aún más, el precio de los bonos–, así como la posibilidad de un papel preponderante de algunos gobiernos extranjeros en la venta de esos valores.
La caída de la demanda de los activos financieros de Estados Unidos involucró no sólo una “corrida” a favor del efectivo, como sucedió, en una escala muy superior, durante la Crisis Financiera Global de 2008-2009, sino además una salida de capitales. Su causa evidente consistió en el rechazo de los inversionistas a los daños económicos previstos de la política comercial de la administración Trump, basada en la proliferación de aranceles, el deseo de autosuficiencia, y el ataque a la globalización.
El regreso activo de los “vigilantes de bonos” –expresión utilizada para describir la eficiencia de este mercado–, los cuales castigaron el mal desempeño de la política económica, obligó al presidente Trump, en medio de los mayores temores de una crisis de estos instrumentos, a posponer por 90 días la aplicación de los “aranceles recíprocos”.
No es posible saber si, ante una reacción similar de los mercados financieros, el presidente Trump volvería a detener la aplicación de aranceles. El episodio de la semana pasada constituye un valioso precedente, más no una garantía.
Paradójicamente, la prolongación de las salidas de capital, como las que emergieron la semana pasada, podría conducir a un menor déficit comercial, tal como lo ha deseado el presidente Trump. Ello ocurría por las razones equivocadas, asemejando a Estados Unidos con un país en desarrollo, en el cual el mundo ha perdido su confianza como lugar atractivo para invertir.