Como dicen en las series, esta historia se hizo con base en hechos reales, cuyos detalles fueron alterados para proteger la identidad de los involucrados.
Resulta que, por circunstancias de la vida, convivo con muchachos de 18 años. Uno de ellos obtuvo bola blanca en el servicio militar, y prestó el servicio durante 2025.
Todo mundo le dijo que era una estupidez hacerlo, porque ya no sirve para nada. Dato incorrecto: si eventualmente quieres trabajar en la administración pública, piden la cartilla. Antes la pedían para expedir el pasaporte. Con la creciente militarización del país, no es difícil pensar que la vuelvan a pedir para todo. La ley dice que es “obligatorio”, y esa palabra no es sinónimo, en ningún caso, de “opcional”. Por ello, el consejo que le di a mi joven amigo es que hiciera el servicio militar, y por supuesto, que se cuidara mucho. La tropa es ruda.
A él no le preocupaba tanto la rudeza castrense como perder sus sábados y no poder jugar videojuegos. También, observaba a sus compañeros de escuela, gente con más de una nacionalidad, por ejemplo, que encontraban excusas legales para no ir. La mamá del chamaco ya estaba buscando a quién sobornar para que el muchacho no fuera. Mi consejo fue que se abstuviera. “Es importante darnos cuenta de en qué país vivimos”, dije. Que no solo conviva con hijos de ejecutivos, profesionistas, funcionarios, empresarios ricos. Que conviva un ratito con el hijo del panadero y el mecánico. Eso le ayudará a madurar y poner en perspectiva su tiempo de ocio, y su lugar en el mundo.
A mi no me tocó servir en la milicia. A mi hermano, por adquirir la nacionalidad mexicana un año después de cumplir 18, lo consideraron remiso. Él es un programador de computadoras que entiende las instrucciones de manera literal. Lo pusieron a correr con su escuadrón, y luego los formaron. Estaban agitados, y el soldado les dijo que no respiraran. Mi hermano le hizo caso y se desmayó. Regresó a la casa con un buen golpe en la cabeza. Un amigo de la familia, el Ing. Luis, sirvió a finales de los sesenta. Los ponían a marchar con unos rifles pesados, de fabricación belga, datados a principios del siglo XX. Un día se perdió uno. Los soldados se pusieron como locos. Arrestaron a los muchachos. Los dejaron salir hasta la noche. Luego salió el peine: alguien se había cansado de marchar con el rifle y lo aventó por arriba de la barda. Apareció meses después tirado.
Regresemos a mi joven amigo clase 2006. Lo pusieron a aprenderse los juramentos militares. Entre ellos, recitan una letanía en donde uno se niega a recibir dinero, porque ello puede ser contrario a los intereses nacionales. Aquello está escrito con vocabulario indescifrable para la gente. Los soldados encargados del SMN de mi joven amigo, no entendieron la doctrina, y pedían dinero a los conscriptos para todo. Que para el voluntariado, o para la kermés, que los cien, que los doscientos pesos. El día de entregar la cartilla, alguno de los jóvenes reclamó porque sus datos personales estaban mal escritos. El cabo le arrebató los papeles, y de mal modo le dijo que eso le iba a costar tres mil pesos. Por supuesto, ya nadie dijo nada. Muchos se fueron a su casa con errores en la cartilla, y un trámite de corrección en su futuro.
Es increíble que sigan haciendo cartillas con máquina de escribir. Ahora que en el sorteo hay casi puras bolas blancas, hay que profesionalizar el servicio militar. Darles sistemas de información.
Lo que reciben los muchachos de instrucción no es terrible. Deporte, disciplina, trabajo doméstico. Trataron de darles terapia de grupo psicológica, pero el oficial encargado no estaba capacitado para ello. Igual les pasó con el entrenamiento en primeros auxilios.
Nuestro amigo terminó dando clases de inglés, a unos niños que probablemente son los hijos de los militares, y que iban cuando les daba la gana. Los soldados están menos errados que el sistema educativo nacional. Se dieron cuenta de que el inglés es importante, y decidieron establecer un curso básico.
Creo que es una experiencia recomendable para cualquier joven mexicano. Claro, hay áreas de oportunidad. No genera amor por la patria y las instituciones; más bien conciencia de que estamos en manos de gente ignorante y resentida, que creen que podemos ganarle en una guerra a Estados Unidos. Por supuesto, hay que invertir en encauzar los esfuerzos de educación militar. En ese proceso, el gobierno nos debería invitar a participar a todos los mexicanos.