Costo de oportunidad

Duplicar el ingreso

La clave de la productividad está en la cantidad, calidad y tipo de educación que recibimos.

Antes de 2018, el crecimiento promedio de la economía de México nos parecía anémico. Entre 2 y 2.5 por ciento, decíamos la mayoría de los economistas, es muy poco. La razón es muy sencilla: hay que medir el número de años que necesita una economía para duplicar su tasa de crecimiento. Usando la regla del crecimiento exponencial, el cociente entre el logaritmo de la tasa bruta de crecimiento como numerador, y el logaritmo natural de dos como denominador (el dos es porque es el doble), nos dará en términos gruesos el número de años que le tomará a un país duplicar su ingreso. Idealmente, estos números hay que hacerlos en términos per cápita.

A partir de 2018, y hasta el 2024, tuvimos un crecimiento promedio del PIB global del 0.9 por ciento al año. Quizá estamos siendo injustos; quizá fue 0.98 por ciento. Dado que la población crece alrededor del 0.73 por ciento al año, la tasa de crecimiento del PIB per cápita durante los últimos años fue de alrededor de 0.25 por ciento al año. Usando la regla que explicamos en el párrafo anterior, ello implica que, a este ritmo, nos tomará casi 277 años duplicar el ingreso per cápita de los mexicanos.

Creciendo a la tasa anémica de 2.5 por ciento en promedio para el PIB global, previa a 2018, el ingreso per cápita crecía al 1.5 por ciento, y podríamos duplicar el ingreso per cápita en tan solo 47 años.

En los Estados Unidos, el ingreso per cápita creció, entre 1959 y 2020, al 2.27 por ciento anual. Es decir, duplicaban su ingreso cada 26 años. Para el período 2010-17 el promedio fue menor; alrededor de 0.9 por ciento anual; la expectativa de tiempo de duplicación del ingreso fue, en esos años, de 77 años. Hoy están entre el 2 y el 3 por ciento anual. Es decir, duplicarán su ingreso en menos de 25 años.

Si el mundo sigue creciendo al 3 por ciento durante las siguientes dos décadas, va a duplicar su ingreso en menos de 24 años. Si China crece al 5 por ciento durante los siguientes años, duplicará su ingreso en 14 años. Si México sigue creciendo al 0.25 por ciento per cápita, duplicaremos nuestro ingreso en 277 años.

También puede pasar que nuestras “cápitas” se vayan. En esos 277 años, supongamos que perdemos a la mitad de la población actual, pero la economía recupera la senda de crecimiento, y logra crecer al 1 por ciento en términos per cápita. En ese caso, nos tomaría casi 70 años duplicar nuestro ingreso por habitante.

Las implicaciones son importantes. No porque no me agrade la idea de una vida rural, viendo cómo mi mula muele la caña de mi trapiche con tecnología del siglo XII, mientras vendo tepache producido ahí mismo en el rancho. Simplemente porque los precios internacionales subirán en proporción a la tendencia global. El mundo no esperará a los que no pudimos crecer para vendernos bienes y servicios.

Hace unos días, el periodista Carlos Mota documentó que, en Londres, el pan de bolsa cuesta menos que donde lo compra él, en la Ciudad de México. Ciertamente, Carlos compra a 81 pesos la bolsa, lo cual es caro. Pero, si hacemos el análisis, en tiendas populares tipo BBB, el pan cuesta 25-35 pesos, que se parece al precio que encontró Carlos en Tesco o en el menudeo londinense donde le surtieron su pan rebanado.

México está en una franja de precios, en términos de vivienda, comida, educación privada, gasolina, renta de hogar, y otros satisfactores básicos, que es internacional. No son los precios de una economía cerrada, porque necesitamos importar un montón de cosas para que nuestra economía produzca y funcione.

Hay de dos: que la economía crezca más, o que la población crezca menos. Incluso, que decrezca. Estados Unidos, el principal importador de personas mexicanas, nos está mandando el mensaje de que ya no nos quiere. Tiene lógica. Más allá de las causas racistas, clasistas, culturales y religiosas, que claro que existen, hay una razón económica. No somos los individuos más productivos en términos per cápita del mundo. Sí, sus industrias manuales, como construcción y agricultura, sufrirán sin nuestros migrantes, pero las posibilidades de automatización y sustitución de trabajadores con robots son cada vez mayores en esas industrias.

Productividad o trapiche. Por supuesto, la clave de la productividad está en la cantidad, calidad y tipo de educación que recibimos. Mientras sigamos pensando que el trapiche es opción, que Pemex es opción, que un tren de diésel de baja velocidad es opción, la productividad no aparecerá jamás por estas tierras.

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