El semanario The Economist se sorprendía, en un editorial reciente, de que los expertos en geopolítica coinciden en que el mundo está en un desorden institucional, y mientras tanto, la economía está en buenas condiciones. Cierto, lugares como México y la Unión Europea no estamos creciendo, y China no lo está haciendo a su potencial. Pero, se espera que la economía de los Estados Unidos crezca, más o menos, al dos y medio por ciento en el año 2025 en términos reales.
Nada mal para un país cuyo jefe de Estado es defensor del proteccionismo comercial y la antítesis encarnada de la diplomacia. También es otras cosas: un racista nativista antimigrantes, un criminal que se salvó de la cárcel por detalles técnicos, y quizá otras cosas que no se han podido probar en una corte. Las redes sociales están llenas de paisanos opositores suyos, que se preguntan si quizá Don Donaldo (suena siciliano) está en la lista de Epstein, ligado a lo peor de la pederastia política de los Estados Unidos, donde también está el gran Bill Clinton, cómo no. (Esta columna no vota en Estados Unidos, ni tiene sesgos o patrocinios partidistas. Ya quisiera).
Si los participantes en los mercados son racionales (y en su mayoría lo son), y le creyeran a Donald sus cuentos arancelarios, la expectativa de crecimiento para Estados Unidos ya se hubiera recortado, por lo menos a la mitad de lo que se espera hoy. Eso quiere decir que ya nadie le cree a Donald el cuento arancelario. El Presidente americano es un personaje de fábula infantil: es como Pedro, que anunciaba que el lobo vendría, y nunca venía. Después ya nadie le creía, y cuando el lobo llegó, nadie pudo defender a Pedro.
El cuento arancelario de Don Donaldo ha perdido credibilidad. El apodo del presidente TACO, mote que le endilgó Robert Armstrong del Financial Times, por “Trump Always Chickens Out”, puede haber enojado al presidente, pero tiene un punto de razón: al final el hombre no está seguro si sus poderes en materia de comercio exterior van a aguantar una decisión judicial que lo obligaría a consultar decisiones arancelarias con el Congreso de ese país.
La carta enviada a todos los países del mundo, parte de un molde infantil. Medio echa flores tantito, y luego dice, su país está haciendo A, B o C que no me gusta, y a menos que lo corrija, le voy a aventar unos aranceles de x porcentaje. Esta carta ofendió a los brasileños, porque acusa a Lula da Silva de dar un trato injusto al expresidente Jair Bolsonaro. También ofendió a los japoneses porque las amenazas arancelarias no las discutieron con su gobierno por anticipado, y por el tono “amateur” de la carta, señal de que la administración está llena de gente inexperta en el hilado diplomático fino.
México no puede tan fácilmente ofenderse por la carta de “machote”, porque las acusaciones de colaboración del gobierno de nuestro país con el Cártel de Sinaloa han subido de tono a un nivel bastante extremo, y la cercanía del presidente López Obrador con gente cercana al Cártel de Sinaloa no puede pasarse por alto ya que fue pública y notoria.
Por supuesto, estas cosas no harán que caiga el gobierno de la doctora Sheinbaum, ni implican un “golpe a la línea de flotación” del gobierno mexicano, como dicen algunos periodistas más interesados en causar sensación que en informar. Hay algo que une a los militares y a la izquierda mexicana, y es su animadversión hacia los Estados Unidos de América. Aún si en los procesos que se le siguen por narcotráfico a Ovidio Guzmán salen datos que comprometan a los gobiernos del presidente López Obrador o la presidenta Sheinbaum, no habrá consecuencias ni castigo alguno. Téngalo por seguro.
México también tenía una “carta fuerte” en estos temas, a través de la cual pretendía demandar a los productores y vendedores de armas en los Estados Unidos por la aparición de dispositivos para matar de grado militar en manos de los mafiosos mexicanos. Esa posibilidad, liderada por el secretario de Economía, Don Marcelo Ebrard, no llegó muy lejos.
En el juego reputacional, llevamos la de perder. Seguramente hay políticos y empresarios estadounidenses implicados en el negocio del narcotráfico trasnacional con México, pero no nos vamos a enterar. No tenemos agencias de seguridad nacional ni de espionaje. Nuestra SEDENA es un órgano ejecutor de obra pública. El PIB mexicano, y el avance nacional, son los que sufrirán en los próximos 5 años. El Estado mexicano quedará como siempre: impoluto, intacto y con más poder que nunca.