Costo de oportunidad

Hacer ACs

El régimen fiscal estadounidense ha evolucionado para permitir a las AC poseer y hacer negocios. En México no las dejamos acercarse a las fuentes de riqueza e ingreso.

Durante años, trabajé en asociaciones civiles y fui consejero de otras. Un problema difícil de explicar a los consejos de estas instituciones es su alto costo fiscal. Es una sorpresa para gente culta, enterada, y muchas veces rica, la pesada losa que es el régimen de impuestos para este tipo de instituciones.

Están exentas del impuesto sobre la renta, y del IVA, lo cual hace pensar a la prensa y al público en general, que reciben un subsidio del Estado. A sus enemigos políticos les encanta decir que no pagan impuestos, para desprestigiar a las incómodas. De hecho, este fue el argumento de legisladores que las perseguían en el sexenio del presidente Peña. El hombre grande de Macuspana también decía que no tenían razón de existir; que, si alguien quería ayudar a México, tendría que trabajar en el gobierno.

El hecho de que estén exentas de ISR e IVA, no es igual a estar en una tasa cero. La AC está en un régimen especial, en donde el IVA de lo adquirido no es deducible, igual que si fueran consumidores finales. Por lo tanto, absorben un 16 por ciento que no se come ninguna empresa. Tampoco cuentan con los mecanismos de las empresas para hacer deducibles de ISR ciertos pagos a los trabajadores. El ISR asalariado es relativamente oneroso, dado que requieren personal profesional de salario mediano a alto. La AC es una de las figuras más gravadas en el México contemporáneo.

También, a partir del sexenio del magnánimo líder tabasqueño, la AC resultó perseguida políticamente vía la amenaza a sus donadores y consejeros. Ya fuera porque recibieran fondos de gobiernos y fundaciones extranjeras, o mediante la persecución de sus donadores mexicanos, a veces por la vía fiscal, otras veces por la vía de la Unidad de Inteligencia Financiera, las AC se precarizaron enormemente durante los sexenios de los presidentes Peña y López Obrador.

En la visión de la presidenta y doctora Sheinbaum, México es el país más democrático del mundo. Esto, porque ahora elegimos a los jueces. Es como si hubiéramos hecho un índice de desarrollo democrático alternativo a índices serios, como el de The Economist Intelligence Unit, que, desde hace tres años, nos califica un nivel debajo de democracia imperfecta, como régimen de transición entre autoritarismo y democracia.

No nos damos cuenta del deterioro de nuestras libertades civiles, porque Estados Unidos está también desgastándose en ese rubro. Cuando del lado norte del Río Bravo y del Golfo de México se tiene un presidente que hace ver a Mussolini como un demócrata, es difícil darse cuenta y hablar de lo que ocurre en México.

El gran éxito de las libertades en los Estados Unidos y Europa es la existencia de este tipo de asociaciones, y el fracaso de los países con instituciones débiles es su ausencia. Muchos piensan que el gobierno de los Estados Unidos es la clave del éxito de ese país. En realidad, es un fardo. Su éxito es la sociedad civil movilizada, no su gobierno.

Desde iglesias hasta los Scouts, la diferencia entre México y Estados Unidos es la capacidad ciudadana para organizarse frente a los abusos del poder. Las ACs y los centros de pensamiento en USA son los que levantan la voz hoy, por ejemplo, ante los aranceles trumpianos, que ya destruyeron casi 5 veces el valor de la economía mexicana.

El régimen fiscal estadounidense ha evolucionado para permitir a las AC poseer y hacer negocios. Michael Porter, el gurú de la competitividad y profesor de Harvard, dice al respecto: Los problemas globales son enormes. ¿Cómo podrían resolverse? Buscándole a las non-profit una fuente de financiamiento permanente. Las ACs deben ganar dinero, hacer negocios en los mercados, para cumplir con su misión. El régimen fiscal en USA ha evolucionado para permitirles hacer eso. En México no las dejamos acercarse a las fuentes de riqueza e ingreso.

El mundo de las AC no es perfecto. En el Reino Unido y Estados Unidos, se cerraron ACs que no demostraron que aportaban algo al público. Muchas de ellas terminan como proyecto mascota de algún impresentable. Pero son la excepción. La mayoría tienen proyectos legítimos y necesarios.

El mundo de las AC es impensable en el autoritarismo. Si el gobierno de México quiere presumir que es democrático, debe permitir centros de pensamiento y ACs independientes, con un régimen fiscal que les permita subsistir. Si eso no ocurre, entonces será necesario abrir empresas, no asociaciones, para impulsar agendas ciudadanas afuera del gobierno. Los ciudadanos no militantes tenemos derecho a impulsar iniciativas de cambio.

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