El mundo estaba maravillado con la presidenta de México en la Cumbre de Líderes del Grupo de los 20 en Río de Janeiro, Brasil. La Presidenta científica y ecologista llamó a redirigir el 1 por ciento del gasto bélico para “poner en marcha el programa de reforestación más importante de la historia”, del 18 de noviembre.
Encuentro el comunicado positivo, a pesar de las evidentes contradicciones con las políticas públicas en México, que han expandido el gasto (y el poder) de la milicia en México a niveles no vistos desde el siglo XIX.
No era de temas ecológicos este artículo, aunque dan un buen preámbulo. Si tienes un problema bélico, necesitas una gran logística de distribución, como descubrieron los ganadores y los perdedores en todas las guerras. Si quieres reforestar, necesitas una logística de distribución detrás, que tenga buena ciencia detrás. Si queremos entregar medicinas al público, tenemos que encontrar un mecanismo de expansión de la red de distribución. (La megafarmacia, por el contrario, es una contracción de la misma). Si quiero llevar seguridad pública a todos los municipios, necesito expandir la fuerza laboral y la presencia de los agentes de la ley en el territorio, lo cual plantea retos de distribución. Si quiero acabar con el hambre, necesito resolver problemas de distribución que van más allá de producir más o mejores alimentos, o tener cocinas gubernamentales.
El comercio al mayoreo y menudeo, el transporte, la logística, el almacenaje, juegan un papel fundamental en la tarea de que haya bienestar para todos los habitantes de un país. Si reorientamos los subsidios y le damos recursos a los hogares, como se hizo en la administración anterior, y no mejoramos las redes de distribución, el gasto de las familias presiona la demanda por ciertas cosas, como los alimentos, y por ello hemos visto un cambio en los precios relativos de la comida respecto a otros bienes de consumo, que se han encarecido.
Por ello, un buen diseño de políticas públicas para lograr objetivos sociales es el programa de cupones de alimento (food stamps) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Es un programa de la era Roosevelt, pero podría haber sido diseñado por Milton Friedman. No me vayan a acusar al presidente Roosevelt de neoliberal, o a Friedman de comunista.
Una familia en pobreza alimentaria en Estados Unidos se inscribe, después de una serie de análisis, le dan cupones que puede cambiar por comida en casi cualquier comercio. Tienditas rurales y supermercados, y todo lo que está en medio, puede participar. Las restricciones han cambiado en el tiempo, pero el programa va para un siglo de operación.
Cuando el comerciante cambia los cupones por dinero, tiene que declarar precios de los productos que vendió. Por supuesto, los abusos se investigan, pero en lugar de castigar a los comerciantes con cárcel, o enviarlos a campos de reeducación como los nazis en Dachau, los precios de los alimentos en las regiones le dan una idea al gobierno de las condiciones de competencia y de alcance de las redes de distribución.
El programa invita al sector privado a llevar sus redes de distribución a lugares donde los consumidores no tienen mucho dinero. También, ayuda al gobierno a estimular la competencia regional, donde los precios se desvían de los estándares nacionales.
En lugar de destruir a los comerciantes de comida, o de medicina, o de servicios educativos, o de árboles, haríamos bien en copiar el diseño del programa de cupones americano para casi cualquier política donde la distribución sea un cuello de botella. Si los comerciantes están cobrando mucho dinero en una zona por productos de fácil acceso, hay que llevarles competencia, y evitar colusión. Tener una Cofece ayuda. No la disuelvan, por favor. (Soñar no cuesta nada).
Los comunismos soviético y cubano fracasaron, precisamente, por tener un Estado que piensa que los intermediarios ganan mucho, y que hay que erradicarlos. El distribuidor y el comerciante toman riesgos que no toman los productores. Crear un mecanismo para que sus redes crezcan es la manera de llevar los bienes a la población que la requiere a un costo razonable para el Estado.
Los verdes, cuando traían la idea de los vales de farmacia, no estaban del todo errados. El error es quedarse ahí. Una vez que el mercado te está entregando información, ¡oh Estado omnipotente!, tú puedes moldear las redes de distribución. Mejor que el Estado se especialice en su función. Reducir la violencia, hacer que se respete la ley.