Costo de oportunidad

Sustitución de complicaciones

‘Nearshoring’ es convencer por las buenas a empresarios e inversionistas de nuestro hemisferio que se salgan de China y se vengan a producir a Norteamérica.

Altagracia Gómez Sierra, de acuerdo a un artículo de El Financiero de abril de este año, fue asesora de la campaña de la Doctora Sheinbaum en economía. Es una empresaria jalisciense, presidenta del consejo de Minsa y Almer. Abogada por Oxford, y maestra en negocios por Harvard.

La escuché polemizar con uno que otro periodista, y no le presté atención. Pero, cuando la escuché en transmisión por YouTube con la candidata ganadora Claudia Sheinbaum, diciendo que nearshoring es igual que sustitución de importaciones, sí me preocupé un poquito.

A los compañeros de la izquierda no les entusiasma la apertura comercial. En el marco de la economía marxista, el valor viene del trabajo, no de los intercambios mutuamente beneficiosos entre individuos libres y entrenados para interpretar las señales que envían los precios. Para ellos, un capitalista le extrae ‘plusvalor’ al trabajador y se lo apropia, y por eso el Estado es importante. Es el único agente que puede detener ese percibido expolio.

A partir de la revolución marginalista en la economía del s. XIX, y de los modelos de economía internacional de mediados de ese siglo, sabemos que el comercio libre hace que las economías crezcan y prosperen. Hay varias explicaciones para el fenómeno. Hasta los marxistas chinos lo entendieron. Una reciente, publicada en 2021 en la Revista de la Academia Nacional de las Ciencias (PNAS) de Estados Unidos, nos explica que el comercio internacional permite cadenas de producción muy largas, donde cada industria se beneficia de todas las ganancias de productividad obtenidas por las industrias aguas arriba. Este análisis, de McNerney, Savoie, Caravelli, Carvalho y Farmer, se llama ‘Cómo las redes de producción amplifican el crecimiento económico’. Altagracia se beneficiaría de su lectura; pero si es demasiado técnica, hay una reseña en el Financial Times del pasado 6 de junio: ‘Lo que las cebras nos pueden enseñar sobre el comercio internacional’, de Tim Hartford. No tiene desperdicio.

Los chinos entendieron esto desde que entraron al comercio global a finales del siglo pasado, y se llevaron cadenas completas de valor a China, compitiendo duro en precio, apalancados en prácticas cuasiesclavistas, para capitalizar allá todo el efecto de red. Trump, Biden, la señora Tai, y otros políticos estadounidenses, ya llevaban un rato diciendo que había que traer esas cadenas de regreso a este hemisferio, por los efectos de una disrupción grave como una pandemia, pero también porque los chinos ya estaban teniendo poder monopólico en segmentos grandes de la economía global, y eso hacía que las ganancias de productividad acumuladas no pudieran quedarse en cuentas norteamericanas, de sus vecinos y aliados.

Y eso, estimada Mtra. Altagracia, es el nearshoring. Es convencer por las buenas a empresarios e inversionistas de nuestro hemisferio que se salgan de China y se vengan a producir a Norteamérica. Nearshoring es, en realidad, friendshoring. Es hacer amigos cercanos ideológica y geográficamente, para traer de vuelta la manufactura, porque ese es el conjunto de industrias con más capacidad de construir redes de proveeduría extensas con muchos insumos intermedios, y capitalizar las ganancias de productividad mejor que ninguna otra.

La maestra Gómez Sierra piensa, por el contrario, que nearshoring es sustitución de importaciones, esa caduca idea de la escuela económica de Cambridge, que busca reducir el comercio global mediante el proteccionismo comercial, a través de aranceles y barreras de todo tipo a las importaciones de mercancías. A diferencia del nearshoring, la sustitución de importaciones implica convencer a la mala a la planta productiva de un país que produzca cosas para las cuales no tiene una ventaja competitiva revelada, suponiendo falsamente que eso crea crecimiento. La realidad es que si no hay competencia, no hay revelación de ventajas competitivas, y las economías no crecen. México ya intentó la sustitución de importaciones, y no funcionó. En el desarrollo estabilizador crecíamos a pesar del proteccionismo, porque el resto del mundo no estaba haciendo mucho.

Es un error poner empresarios en economía, o financieros privados en hacienda, o médicos de familia en salud, o agricultores en agricultura. Para eso hay expertos en política de comercio, desarrollo, finanzas públicas, salud pública, e industrias específicas. No es igual ser borracho que cantinero, aunque el presidente saliente piense que sí. Ojalá la doctora Sheinbaum reconozca la diferencia.

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