“Si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría”. Un día en el Club de Industriales, un colega citó la frase como proveniente de una cumbia. Le aclaré que venía de un danzón. Otros dos comensales pusieron cara de asombro por el despliegue de pópulo que estaba ante sus ojos.
Sí, somos un país dividido. Unos van a las luchas, a conciertos donde el artista tiene plantas de marihuana y AK-47; van en transporte colectivo, su dieta mezcla masa de maíz remojada en grasa vieja y alimentos ultraprocesados, se atienden en hospitales públicos, mandan a sus hijos a la escuela pública, y trabajan en oficios manuales. Otros van al cine y a conciertos de rock caros, o de música culta; van a la universidad, en el extranjero, de ser posible; andan en coche, algunas veces con chofer. Comen cosas ricas y nutritivas tres veces al día. Les escandaliza la corrupción política mexicana, el costo de los viajes, y de su seguro de gastos médicos mayores. Venden ideas, diseños, estrategias; son dueños de negocios, o trabajan para empresas gigantes y productivas, o en altas posiciones de gobierno.
La pregunta que me hago hoy, querida lectora, es si hay necesidad de hacer esa brecha más grande. Yo creo que la respuesta es no. Mis amigos de la izquierda recibieron con entusiasmo la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, en su edición 2022, que publicó el INEGI el 26 de julio. Refleja una menor desigualdad entre los hogares. En 2016, el ingreso de los ricos, en promedio, era 21 veces el de los pobres. Hoy es solamente 15 veces. La ENIGH nos dice que somos un México menos desigual, al menos en ingresos, y el papel de las políticas públicas en ese proceso no ha sido menor. Hurra.
Déjeme explicar mi entusiasmo sin signos de admiración. Repartir dinero a los hogares democratiza el gasto público, lo cual puede tener un efecto positivo en la competencia en los mercados. Quizá por eso el sector servicios se está recuperando con vigor, como escribió ayer Enrique Quintana en El Financiero. Pero, si medimos el cambio entre 2016 y 2022, las familias tienen que gastar casi 30 por ciento más en salud y 11.5 por ciento más en alimentos, lo cual los ha forzado a gastar 18 por ciento menos en educación y esparcimiento, y 14.3 por ciento menos en vestido y calzado.
Se está deteriorando el nivel de vida de los hogares, especialmente los más pobres, a un ritmo más acelerado. Si la inflación entre 2016 y 2022 es de 37.4 por ciento, y el ingreso de los hogares creció apenas un 4 por ciento en esos cuatro años, entonces quiere decir que las familias estamos bajo fuerte presión económica. Si no tienes bienes o ahorros, este fenómeno inflacionario le pega peor a tu familia. Es decir, los pobres están peor. Mientras más pobres, peor aún. Tenemos que analizar con cuidado los microdatos de la ENIGH; mi impresión es que el gasto ha sido redistributivo entre gente relativamente rica, entre los deciles superiores y urbanos. No es casual que en diciembre de 2022 Coneval elevó la línea de pobreza extrema.
El incremento en gastos en salud de los hogares ocurrió porque el sistema público de salud se desmanteló. Implica que la gente tiene que pagar medicamentos caros desde su bolsillo, y vender su casa o su coche para costear una intervención quirúrgica.
Si los mexicanos le hicimos caso al presidente, cuando dijo que no tuviéramos más que un par de zapatos, no importa. Pero, si estamos recortando la inversión en educación, entonces sí tenemos un problema. Menos gente tendrá acceso a la escuela privada para protegerse de la mala calidad de la educación pública.
No he leído los libros de texto de Marx que no es simpático ni pariente de Groucho. Creo que antes de emitir un juicio al respecto, debería yo leerlos. Los libros de texto de la SEP nunca han sido la octava maravilla, pero lo que leo en medios al respecto está terrible. El desdén por las matemáticas y la ciencia, y el abierto desacuerdo de la administración con la política de educación por competencias, son motivos para preocuparnos. Destruir la poca calidad que había en la educación pública es un crimen. Aumenta las diferencias entre mexicanos. Hoy se acercan ricos y pobres en ingreso; mañana no será así.
Los más ricos que conozco, ya viven en Estados Unidos, Canadá, Alemania o Suiza. Si seguimos rompiendo las posibilidades de que la gente de este país salga adelante con su propio esfuerzo y trabajo, los hijos de los más ricos no van a regresar; y los más pobres seguirán preguntándose por qué no hay empleos para ellos.