La economía global vive momentos muy extraños. Los efectos de la pandemia y el confinamiento no se han reflejado por completo. Las acciones de Trump han causado confusión adicional y, por ello, oscurecen esos efectos, me parece.
Primero, usted recordará el desajuste de las cadenas de suministro que provocó alzas de precios y escasez de productos. Esto fue especialmente notorio en los autos, en el caso de México. En segundo lugar, debido a los programas de apoyo de los gobiernos (todos, salvo México), no hubo un impacto grave en los ingresos de las personas, pero esto los llevó a explorar otras formas de vida. Desde la oficina en casa (home office) hasta cambiar de actividades y domicilio. Hubo un desajuste en los servicios que duró varios meses, con elevación de salarios y, después, de precios.
Para evitar dificultades financieras, los gobiernos de los países desarrollados incrementaron sus déficits y, con ello, su deuda, mientras los bancos centrales reducían las tasas de interés. Para fines de 2022, se intentó cerrar el ciclo conforme la inflación se empezaba a notar. Pero elevar de nuevo las tasas, con esas mayores deudas, puso en problemas las finanzas públicas de todo el mundo. Por eso, Trump insiste en que la Reserva Federal reduzca su tasa, aunque no es el banco central el que mantiene elevado el costo del financiamiento: es el mercado, que se resiste a aceptar rendimientos inferiores a 4% anual en los bonos de largo plazo.
Al bajar las tasas, en los bancos centrales sobra liquidez, y ésta se desplaza a los mercados financieros. Por eso hay un crecimiento importante en las bolsas de valores. En enero de 2023, el índice S&P 500 rondaba los cuatro mil puntos. Ayer estuvo cerca de 6 mil 800. Es un crecimiento de 70% en menos de tres años.
Buena parte de ese crecimiento se debe a las “siete magníficas”, empresas tecnológicas que han crecido más que el índice mencionado: Apple, apenas 80%; Microsoft, cerca de 120%; Tesla y Google, por encima de 140%; Amazon, casi 180%; Meta, cerca de 350%, y Nvidia, la envidia de todos, más de 800%. Aunque hay la idea de que la inteligencia artificial jalará toda la economía, por el momento es sólo eso, una creencia. Algo similar ocurrió al inicio del siglo, dando lugar a la recesión “dot com”.
Frente a esto, no extraña lo que ocurre con el oro. En enero de 2023, una onza se vendía en mil 800 dólares. Ayer estuvo en cuatro mil. Ha incrementado su precio en 122%. No es la primera vez que pasa esto. De 1971 a 1974, el oro creció en 300%, y luego continuó hasta 1979 con otro 150%. Después vino un estancamiento de 28 años, que empobreció a quienes apostaron a la burbuja de los años 70. Sin embargo, en 2007, cuando hubo otro momento extraño que desembocó en la Gran Recesión, el oro tuvo otro rally, que implicó un nuevo crecimiento de 300% para 2011. El periodo pacífico posterior duró hasta el inicio de 2023.
Como puede ver, el oro incrementa su precio de manera notable cuando las cosas se ven mal. Así fue prácticamente toda la década de los 70, y así ocurrió desde 2007, frente a la Gran Recesión. En este contexto global, la vulnerabilidad de la economía mexicana es una seria preocupación. Más cuando Trump y su representante de comercio amenazan con no continuar el T-MEC.
Aprovecho para insistir en que no doy consejos de inversión ni cursos para ello. Cualquier publicidad que vea, aunque esté mi imagen, es falsa y muy probablemente un fraude. Ya hay denuncia, pero de poco sirve. Cuide su patrimonio.