Decíamos el lunes que el gobierno enfrenta dos amenazas muy serias, que ponen en riesgo su supervivencia y, en consecuencia, la viabilidad del país. Analizamos entonces una parte (la más relevante) de la amenaza económica, y hoy le planteo la esencia de la crisis política, según la veo.
Como ya hemos comentado muchas veces, el grupo en el poder es excluyente, indisciplinado e incompetente, tres características opuestas a las que tuvo el partido hegemónico que marcó a México en el siglo XX y que fueron determinantes en su longevidad. De hecho, su caída se debe precisamente a la aparición de la exclusión, indisciplina e incompetencia que acompañaron a Echeverría y su grupo.
La destrucción del Poder Judicial, seguida por la farsa de la elección, me parece una buena muestra de la exclusión, que ahora amenaza fortalecerse en una reforma electoral que impida cualquier tipo de competencia. Sólo ellos, nadie más.
En las últimas semanas fuimos testigos de la indisciplina: cada líder actúa por su cuenta. Dejan a Sheinbaum sola, la contradicen y la ignoran. Pero precisamente la evidencia de esta indisciplina muestra ya las características de una fractura. Aunque habíamos visto fotos de funcionarios o legisladores en business class, o vacacionando, en las semanas recientes fuimos testigos de un alud informativo, que incluso se acompaña de facturas. Eso no parece el acto espontáneo de un ciudadano enojado con la hipocresía del grupo.
Lo mismo puede decirse de la evidencia creciente de una cercana relación entre políticos de primer nivel y diversos grupos del crimen organizado. No es una casualidad.
La indisciplina es relevante en este momento debido a la incompetencia. Cada día estamos más cerca del desencanto. De acuerdo con los datos oportunos de INEGI, el consumo creció cero en julio, en comparación anual; la economía completa, lo mismo. Hace un año, impulsado por la burbuja de ingresos que López Obrador creó para ganar la elección (y que bien se reflejó en las cuentas de pobreza), el consumo crecía a cinco por ciento anual. Los felices votantes eligieron lo que debían.
No estamos en una crisis económica como las que vivimos en los años 80 y 90, pero la caída continua es muy evidente, y no se ve forma de detenerla. Estaremos claramente en terreno negativo cuando Sheinbaum cumpla un año en la presidencia. El carácter excluyente del grupo, también característica personal de ella, reduce las posibilidades de inversión privada, que no cuenta ya con defensa jurídica frente a ese grupo político, reconocidamente voraz. El gobierno no tiene dinero, ni espacio para endeudarse, después de la burbuja del irresponsable. Necesitamos más de 60 mil millones de dólares para evitar el colapso de Pemex, como vimos el lunes, y tal vez 50 mil millones para impedir el de la CFE. En un mundo que se mueve aceleradamente hacia la electricidad, no podemos generar más, pero si pudiéramos, no hay capacidad de transmisión.
Las necesidades “energéticas” suman entonces seis puntos del PIB, que deben sumarse a los cuatro que, según Hacienda, se requerirán para financiar el déficit este año, y muy probablemente los siguientes. No los tenemos. Esa es la crisis que se avecina: o crece la deuda más allá de lo razonable, o nos quedamos sin luz y sin Pemex.
En ese contexto, no es posible tener exclusión e indisciplina. Puesto que la primera la traen en los genes, la única salida es impedir la segunda. Para ello, es indispensable que el centro de decisiones sea sólo uno. El 1 de septiembre, con el nuevo Poder Judicial y el inicio del segundo año de la actual Legislatura, eso debe estar resuelto.
Veremos si estos 10 días estremecen al mundo o son una decena trágica más.